El caprichoso destino que mató un amor
Diana Sánchez /Jaén
El virtuosismo y la energía de los integrantes del Ballet Nacional Ruso de Moscú dieron vida a la trágica relación de amor entre Romeo y Julieta. Con música del Sergey Prokofiev y coreografía de Yuri Puzakov, el escaso público que acudió al Infanta Leonor disfrutó de una historia truncada por el destino.

El virtuosismo y la energía de los integrantes del Ballet Nacional Ruso de Moscú dieron vida a la trágica relación de amor entre Romeo y Julieta. Con música del Sergey Prokofiev y coreografía de Yuri Puzakov, el escaso público que acudió al Infanta Leonor disfrutó de una historia truncada por el destino.
Lo único que puede destrozar un amor terrenal imposible es la muerte. Y es que por muchos impedimentos familiares y sociales que intenten resquebrajar la pasión entre dos jóvenes, el sentimiento supera a la vida para trascender al más allá. Así lo tradujo el maestro William Shakespeare con su tragedia literaria Romeo y Julieta y con otros lenguajes, el de la música y la danza, lo transmitió, ayer, el Ballet Nacional Ruso de Moscú, ante un escaso público (algo más de un centenar de personas).
Compuesto por dos actos, el espectáculo arrancó con una introducción-coregrafiada con una pelea de espadachines en la que, los enamorados, se entrometen tapándose los rostros: un anticipo de lo que les depararía el destino.
Sobre la música de Sergey Prokofiev y ante una sencilla pero acertada escenografía, los protagonistas acercaron a los espectadores a una plaza de Verona de principios del siglo XVI, en la que se enciende la chispa que vuelve a prender el enfrentamiento entre las familias de los Capuleto y los Montesco por una disputa entre Teobaldo y Romeo. Mientras, la nodriza de Julieta le enseña, entre juegos, que ya no es una niña y se preparan para una fiesta en la que conocerá a su prometido. Un baile señorial, en el que los invitados ataviados con pomposos y pesados vestidos de terciopelo y raso contrastaban con la volatilidad de la falda de la protagonista que conoce a Romeo.
La famosa escena en la que los jóvenes descubren su amor, a escondidas, llevó a los bailarines a realizar una coqueta escena con repetitivos movimientos sobre las tablas para expresar con más ahínco su pasión. A medida que la trama se acercaba al fatal desenlace, entre venganzas, traiciones, y con el triunfo de la muerte de los jóvenes, los bailarines llenaron de fuerza el recinto, que, si bien no se llenó como lo merecía, sí que contó con un verdadero público amante del ballet. Y es que, cuando el caprichoso destino se impone no hay quien lo detenga.