Denuncian “trapicheos” de droga y conductas incívicas en El Almendral
“El día menos pensado va a pasar algo”. Esta frase resume la desesperación de los vecinos de la Subida al tambor. Desde hace tres años, al final de esta calle de El Almendral, se concentran grupos de jóvenes y de adolescentes, y no solo para hacer botellón. El “trapicheo” de drogas, el “sexo en plena calle” y las peleas son como el pan de cada día.

Es un calle “bastante apartada” y, a partir del número 9, allí donde acaba el alquitrán y se abren unos pocos metros de “descampado” antes de terminar frente a una tapia en la que han perforado un agujero perfecto para escapar, por si hubiera problemas, también han desaparecido las más mínimas reglas del civismo. No solo “200 perros —exagera un vecino de la zona— hacen sus necesidades allí”, también sus dueños, y aclara el mismo vecino: “Hablamos de necesidades fisiológicas y sexuales”.
Desde hace 3 años, vivir en la Subida al tambor, en el barrio de El Almendral, es un tormento para sus residentes, y la gloria, para los grupos de jóvenes y adolescentes que allí se concentran. “Al principio —cuentan desde la asociación de vecinos—, traían sus perros de presa, sin bozal ni cadena. Estaban desde la mañana. Pero, luego, se iban. Sin embargo, a medida que se han visto cómodos y que saben que pueden trapichear y que tienen una vía de escape, porque si vienen por la calle Caridad los nacionales o la Policía Local pueden huir por arriba y, al contrario, si aparecen por el final, se han ido quedando y, aquí, hay juergas, cachondeo, fumeque…” La lista es interminable, y la indignación de los vecinos, mayúscula. “Llamamos a la Policía —a la Nacional y a la Local—, pero puedes esperar tranquilamente, porque, 5 minutos antes de que lleguen, y vienen 3 ó 4 horas después, ya se han ido. Es como si alguien los avisara”, aventuran.
Sobrepasado el límite de la paciencia, hay vecinos que se han enfrentado a ellos, pero está penado. “¡Te preguntan que qué haces, como si la calle fuera suya!”, se quejan. Suerte hay si esa frase amenazante no trae consigo “rayaduras coches” o “rotura de los cristales” de las ventanas de algún vecino, como ya ha ocurrido. Ante esta situación, desde la asociación, se ofrecieron al Ayuntamiento para tapiar esta zona de la calle. “Pondríamos el material y la mano de obra”, dicen, pero no solo no les dieron permiso. “Desde Mantenimiento Urbano tampoco hacen nada”, critican.
Este periódico intentó sin éxito conocer la versión del Ayuntamiento. Por su parte, desde la Policía Nacional, aseguraron que, cada vez, que algún vecino —de cualquier barrio— llama alertando de jóvenes que están consumiendo estupefacientes o tienen conductas que se salen fuera de lo común, se les identifica y se levantan actas de intervención de drogas, pero añadieron que no pueden prohibir que la gente esté en la vía pública.