David pide consuelo en la Catedral

"Miserere mei Deus”, en latín y, en la lengua de Cervantes, “Compadécete de mí Señor” se repite en Baeza desde 1971.

01 abr 2015 / 14:09 H.

Ya son 45 años consecutivos, casi medio siglo, en los que la composición del navarro Hilarión Eslava se reestrena en la ciudad Patrimonio de la Humanidad, para cuya Catedral fue pensada en 1844. Como hizo para la seo de Sevilla, el prestigioso músico de Burlada, adaptó la oración de David para el templo baezano. Así nació el Miserere, una plegaria, con la que pide perdón por desear a la mujer de otro el monarca hebreo, cántico de contrición que se recoge en el salmo 50 de la versión Vulgata de la Biblia. Esta tradición está tan arraigada que la negativa del anterior obispo, Santiago García Aracil, a que se interpretara en el altar mayor del templo catedralicio contribuyó a tensar las relaciones entre la Iglesia y el Ayuntamiento. Pero esos tiempos están olvidados. Anoche, el dean de la Catedral de Jaén, Francisco Juan Martínez Rojas, respaldó con su presencia esta expresión cultural y de fe. “El Miserere evoca la miseria y misericordia humana, da sentido a la Semana Santa”, reflexionó en su presentación del acto.
El vicario general de la seo jiennense recordó, en el 500 aniversario del nacimiento de Santa Teresa, que el magisterio de esta doctora de la Iglesia invita a la reflexión. Por cierto, aprovechó la ocasión para desvelar un hecho que, dijo, es poco conocido: el patronazgo que concedió a la religiosa avulense la ciudad baezana, en 1617.
Fue un momento también para el recuerdo al que fuera canónigo de la Catedral, Juan Párraga, fallecido en enero de este año. También estaban en la memoria de los presentes otros protagonistas que se marcharon, como, el primer violín, José Gámez y Antonio de la Poza, miembro del coro. Y, en especial, a Gerónimo Morales, padre del actual director del coro, que retomó esta tradición en los años 70 del siglo pasado. Su hijo, ya acumula 24 años con la batuta con la que dirige, como él dice, “al pueblo de Baeza, que es el verdadero interprete”.
Tras el preludio, la iglesia mayor de la Natividad de Nuestra Señora, se convirtió en un auditorio en el que  más de 130 de voces de la Coral Baezana, entre ellas, unos 14 niños, tuvieron la oportunidad de demostrar sus dotes cantoras. Les acompaña la afinada Orquesta Sinfónica de la ciudad. Cantores y músicos se situaron en el mejor lugar de la Catedral y, enfrente, tenían las naves llenas. Había un millar de personas que solo tuvieron su entrada asegurada, tras haber conseguido una de las codiciadas entradas disponibles. En las primeras filas del improvisado “patio de butacas”, miembros del equipo de Gobierno, de la Agrupación de Cofradías, otras instituciones y el alcalde, Leocadio Marín, que asistió a su último Miserere al frente del Ayuntamiento, tras su anunciada decisión de abandonar la carrera política. Le acompañaron miembros de una delegación llegada de Burlada, municipio natal del compositor al que Baeza le debe el Miserere, hecho por el que los dos ayuntamientos están hermanados, y de la Comunidad Foral.
Martín Morales, al frente de la orquesta y el coro, fue, como ya hizo su padre, el encargado de llevar la batuta y administrar el talento que tuvo frente a sí; además, de sacar lo mejor de los muchos noveles. A lo largo de unas dos horas, tanta tiempo como duran las doce plegarias del rey David, lo consiguió. Y, como es costumbre, después de la contención y el rezo colectivo, los baezanos se dieron un baño de autoestima con la interpretación del himno. La noche del Martes Santo, la tercera de la rica Semana Santa local, cumplió con una de las primeras paradas obligadas. Casi sin solución de continuidad una vez acabado el Miserere, llegó la procesión de la Buena Muerte. Del Convento de San Antonio, antaño extramuros, salió este desfile procesional, en el que la imagen de Jesús es portada, sin trono, directamente sobre los hombros de los cofrades. Como marca la jornada, el silencio es el protagonista en esta expresión religiosa. Baeza es muy respetuosa con sus tradiciones cuando llega la Pasión, arraigadas desde hace siglos y orgullo para los vecinos.