David Navarro.- Navidades con humor

M. J. Velasco / Jaén
David Navarro ofreció una divertida actuación en la sala Zar One, en la que hizo gala de sus últimas mordacidades ante sus paisanos. Tocó muchos y variados asuntos, desde la Navidad hasta la economía particular, que despertaron las carcajadas de un respetable entregado que abarrotó el local.

    04 ene 2009 / 10:08 H.

    El cómico jiennense David Navarro volvió a actuar en su tierra después de llenar en su último paso por la capital el Nuevo Teatro Infanta Leonor. El pasado viernes, la sala Zar One fue el lugar elegido para reencontrarse con sus paisanos y presentarles su último monólogo, una obra especial en la que ofreció una visión crítica a la vez que divertida sobre cómo se viven las fiestas de Navidad en la ciudad que lo vio nacer. Subió a las tablas vestido de cotillón, como si acabase de llegar de una celebración de Año Nuevo, y arremetió con el alumbrado especial del año pasado que, en su opinión, consiguió que el Castillo de Santa Catalina luciese como una conocida sala de fiestas próxima a la capital. También recibieron lo suyo los mensajes de texto que suelen llegar al móvil en estas fechas, tanto los de cachondeo como los más poéticos, “que nadie es capaz de decírtelos a la cara”.
    Las observaciones mordaces saltaban de un escenario a otro: de lo temprano que se acuestan en Londres, al potaje de garbanzos que enseña a preparar Arguiñano en la tele; de las aplicaciones bélicas de los trompos que llevábamos al instituto, a lo “sonado” que quedó Stallone después de aguantar golpes en seis entregas de Rocky, y de los huracanes de Ohio, al descaro con el que los jiennenses comentan entre ellos que sintieron un terremoto en la ciudad. No se escaparon los mecánicos que se pasan al cobrar la mano de obra ni el caso de dos guardias civiles que intentaron realizar una detención en Manhattan narrado desde la óptica de Íker Jiménez.
    Después del descanso, demostró con un baile —al que se sumó una espontánea— la sinrazón de que no pasase un cástin de Fama: a bailar. Tras gritos de “¡Tú sí que vales!”, habló de los problemas de independizarse y de cómo la influencia de Kurt Cobain le ayudó a ligar a mediados de los noventa. Uno de los platos fuertes fue la narración de cómo una visita a Mercadona se puede convertir en una completa “odisea” bajo la atenta mirada de las amas de casa, sin olvidar la constante e indeseada presencia de los yogures de coco y limón. Asistir a los Sanfermines, la imposibilidad de conseguir mesa en el restaurante de Ferrán Adriá, las técnicas de los bancos para fidelizar clientes, crisis sentimentales y recuentos económicos después de una fiesta sirvieron para llegar al final.