Comentarios sobre el leísmo

Juan de Dios Jódar, desde Jaén.- Es muy difícil hacer siquiera una mínima aproximación al leísmo, que ya aparece en textos castellanos de la Edad Media y cuyas reglas se estudian desde el siglo XVI. Lo cierto es que está tan extendido que casi se considera el uso incorrecto como la norma obligada,

    31 ene 2012 / 10:26 H.

    y afecta a las zonas que tradicionalmente no han sido leístas, como Andalucía, adonde no pasó tras la Reconquista; a los telediarios y noticias de radio; a la prensa; a los doblajes de series y películas; a la traducción de libros extranjeros y a los libros escritos en castellano. Leísmo es el uso impropio de le(s) en lugar de lo y la, y sus plurales. Es muy frecuente oír y leer de escritores importantes “Le interrumpió. Le vio. Volver a verle, a buscarle, a matarle, fue a saludarle, le ha llamado”. En todos estos casos debería decirse lo. No obstante, como estos ejemplos se refieren a persona masculina singular, está permitido por su extensión en el habla y escritura cultas. La Etimología estudia el origen de las palabras, la razón de su existencia, de su significación y de su forma. Por lo cual, para saber por qué debe ser “lo deslumbró” y no “le deslumbró” hay que ir a su origen latino, que distingue si el pronombre hace la función de complemento directo, en cuyo caso se tendrá que emplear lo o la, o cuando es complemento indirecto: entonces corresponde el uso de le. En los siguientes ejemplos: “Juan lo lanzó al agua, el periodista lo invitó al programa, lo sacó con vida” el pronombre hace la función de complemento directo. Erróneamente se suele emplear le. Pero si la frase ya lleva complemento directo “Juan le lanzó una piedra” y se la lanzó a hombre o mujer, solo cabe le, porque “una piedra” es el complemento directo. “La Guardia Civil lo seguía, la Guardia Civil le seguía la pista”. Más claro se ve al referirnos a una parte de nuestro cuerpo: “Lo/la agarró. Le agarró una pierna”, “Lo/la vi. Le vi la mano”; pierna y mano son los complementos directos. Se está imponiendo también en los casos relativos a persona femenina singular: “Padece una enfermedad que le está dejando ciega; a María, las dificultades le están desbordando; a Ana María Matute, el Quijote le hizo llorar; ella no ha encontrado a nadie que le haga feliz; y se pudo permitir, respecto a una cantante, que el público pudiera grabarle”. Todos deben llevar la, y por el mismo motivo por el cual, si se tratara de hombres, tendría que ser lo. Tampoco se debe emplear le si nos referimos a cosas: “Toma el periódico, ya le he leído, y a Súper Mario, aquel muñeco protagonista de videojuegos en los años 80, dijeron que habría que humanizarle”. A las cosas de género masculino acompaña lo y si se tratara del femenino acompañaría la: La revista la he leído y a Súper Maria, si existiera, podrían humanizarla. También yerran al referirse a circunstancias de países, que no son personas: “Al Reino Unido también le golpea la crisis”; lo golpea; y si se trata de España “le vapulean los acontecimientos”; la vapulean debe ser. Con los plurales ocurre lo mismo. Es error grave utilizar les para referirse tanto a personas como a cosas, cuando corresponde los o las. En un incendio, a los que había en la casa, hubo una persona que pudo “sacarles” por la ventana; hubo heridos en la fiesta de un pueblo después de que un toro “les” cornease; a los de la SGAE el fiscal “les” acusa. Los debe decirse, porque se mezclan los dos géneros, y las si fueran solamente mujeres las afectadas en estos ejemplos de los telediarios. El desbarajuste es tan grande que casi nadie acierta. Hasta me resultó dolorosa una conversación con sus alumnos de Richard Vaughan, el famoso profesor de inglés, presidente de una empresa dedicada a la enseñanza de este idioma en radio y televisión. Dudó en una frase al traducirla del inglés: “Entonces fue cuando les llevó, los llevó, ¿Cómo se dice les o los llevó?”. Unos decían que les, otros decían que los sin saber por qué; y al final, aquellos estudiantes se pusieron totalmente de acuerdo en que lo correcto era lo que estaba mal. El leísmo, junto con sus primos laísmo y loísmo, es un asunto muy complejo en su origen y funcionamiento tanto aquí como en Hispanoamérica; así lo demuestra el uso equivocado que se hace de estos pronombres por parte de algunos escritores conocidos, al menos según las normas de la Real Academia Española de la Lengua.