China alimenta a sus dragones con aceite y gasta 132 millones por año
China alimenta a sus dragones con aceite de oliva. España controla el 60% de su mercado y los agricultores jiennenses aportan el 23% del producto que pasa su Gran Muralla en busca de consumidores dispuestos a pagarlo bien porque lo asocian con un producto saludable frente a la vulgaridad que les transmite la soja. Pekín es cuna de culturas. Los malayos dicen: “Saya suka minyak zaitun”. Los vietnamitas afirman: “Tôi thích dàu ô liu”. En realidad, es lo que los británicos denominan: “I like olive oil” y los españoles exclaman: “Me gusta el aceite de oliva”. China se ha convertido en un gran sumidero de zumo de aceituna y un destino muy importante para las cooperativas y las almazaras jiennenses en una campaña en la que las exportaciones mandarán y en la que, por el momento, el precio aguanta sin desplomarse a valores críticos gracias a que la grasa se paga mucho mejor fuera de las fronteras. Y China comienza a alimentar a sus dragones con el zumo de la aceituna.

Precisamente, el dragón mitológico también es una representación del “yang” o, dicho de otro modo, de los hombres. No hay duda de que los chinos, cada día, demandan más producto. Precisamente, las últimas cifras oficiales señalan que gasta 184 millones de dólares —132 de euros— en comprar aceite de oliva en el extranjero. Representa un repunte del 9,3% respecto al año anterior. Si se tiene en cuenta que en 2004 gastaba en torno a 1 millón, constituye un aumento muy importante del que no puede estar al margen Jaén, que produce el 23% del aceite que se consume en el mundo.
No obstante, China lo intenta. Su Gobierno sabe que resulta determinante tener absoluto control sobre la alimentación de sus ciudadanos o, dicho de otro modo, no dejar las materias primas en manos de terceros países. De ahí que ha dado facilidades a agricultores de Gansu, Yunnan y Sichuan para que sembraran olivos. El problema está en que se trata de un cultivo bastante desconocido para ellos, por lo que solo son capaces de obtener el 1% del producto que ahora consumen. Tal y como informaba el periódico The Wall Street Journal hace unos días, los inversores chinos miran nuevas opciones de negocio.
limitaciones. Su clima no es propicio, salvo en estas regiones. En cambio, miran la posibilidad de destinar dinero para controlar un producto que está “de moda” dentro de sus fronteras. Su principal objetivo es Australia. De hecho, los fondos de inversión y las empresas chinas ya disponen del 10% de la cosecha de aceite de oliva de este país vecino. Sin embargo, se trata de un porcentaje insuficiente. España copa el 60% de la venta de aceite en China. Aquí llegó mucho antes que Italia, a diferencia de lo que pasó en Estados Unidos. Además, los norteamericanos unen el aceite a los restaurantes italianos, por lo que esto facilitó el avance de sus marcas pese a que dos de las más potentes, como son Bertoli y Carapelli, estén en manos de la multinacional española Deoleo.
En China, la cosa ha sido bien distinta. Aquí el aceite se asocia a la cultura mediterránea y, especialmente, con España. Por eso, las empresas de la Península Ibérica mandan, aunque Italia y Grecia también aumentan sus exportaciones. No hay que olvidar que China demandaba 14.700 toneladas de aceite de oliva en 2009 y ya necesita 43.400 —dato de 2013—, lo que constituye un auge del 195%.
La batalla final. Las empresas quieren comprar aceite o firmar acuerdos de licencia, ya que los operadores chinos prefieren que llegue en depósitos y envasar ellos. Ahí está la batalla para conseguir el valor añadido que conlleva la comercialización. Curiosamente, mientras que el producto se considera todavía un alimento básico en España —por eso no se paga lo bien que se debería—, en China se estima por sus valores nutricionales y saludables. Allí la soja se considera barata e indispensable. Cuando se quiere sorprender, se recurre al aceite de oliva. Y cada vez se hace más.