Castañas pilongas y asadas

Aquel tiempo está guardado con siete llaves en el baúl de los recuerdos de nuestra Karina del alma y la dulzura. Castañeros y castañeras se buscaban las habichuelas con sus hornillos asando castañas, de Ronda o vaya usted a saber. Por una peseta, un cucurucho de castañas calientes y crujientes las que se te hacía agua al llevarlas a la boca de la molienda.

    29 oct 2014 / 09:56 H.

    Te daban ánimo aquellas castañas recién sacadas de la lumbre de carbón. En La Guitarra (así se conocía por los años 50 lo que hoy es Plaza de las Batallas), en el Portillo de San Jerónimo o en La Carrera (Bernabé Soriano), aquellos vendedores ambulantes te hacían feliz por tan poco dinero. Otra peseta, y van dos, tanto monta la castaña como el maní, de “arbellanas” (cacahuetes) del horno Chinchilla, Enrique “Vanquiqueman” o Mandanga, pregonadores de su calórica y nutritiva mercancía, sentaban sus posaderas en aquellos años hambrunos. Ellos, a trancas y barrancas, se buscaban la vida y los demás, pues a comer castañas asadas y lo que se terciara, ya que otros manjares estaban reservados, como ahora ocurre, para monederos más boyantes y voluminosos.