Adiós al misionero Pajares

El fallecimiento del misionero Miguel Pajares llega cinco días después de que ingresara en el Hospital madrileño Carlos III, cinco jornadas en las que ya había comenzado a administrársele un fármaco experimental pero que, finalmente, no ha servido para superar las complicaciones a causa del virus del ébola. Su cadáver fue incinerado siguiendo los protocolos de seguridad previstos para este tipo casos, los de personas cuya defunción supone un riesgo sanitario tanto para los profesionales funerarios como para el conjunto de la población, de manera que se transmite a la sociedad en general un mensaje de tranquilidad, ante los agoreros que hablaban en su día de que la llegada de este sacerdote enfermo era como abrir al virus las puertas de Europa y provocar así una epidemia por todo el continente.

    12 ago 2014 / 22:00 H.

    Los mensajes de pésame y dolor a la familia han llegado desde todas las instancias, como no podía ser de otra forma. Desde la clase política hasta la Conferencia Episcopal, todos han enviado su apoyo a los familiares de Pajares en estos momentos, cuando parecía que se encontraba estable y había ciertos indicios para la esperanza. Desde UGT se aprovecha para pedir al Gobierno que el Carlos III siga siendo el centro de referencia para el tratamiento de enfermedades infecciosas, dado el excelente trabajo que están demostrando sus profesionales en este caso y frente a la reconversión que impulsa el Gobierno regional para su integración en el hospital de La Paz. Al margen de polémicas, como dice la familia del misionero fallecido: “Lo importante es que el mensaje continúe”, que su muerte haya servido para que el mundo no deje de lado los esfuerzos para frenar la amenaza que esta enfermedad supone en la actualidad.