“Un maestro en el mundo del cine y figura inigualable por su talla humana”

Lo llamé por teléfono a la residencia de mayores de Cazorla donde, en los últimos años de su vida, tenía fijado su domicilio y recibía todo tipo de atenciones y cuidados que sus 89 años y sus muchos achaques requerían. Le acababan de conceder la Medalla de Oro de Andalucía y la distinción precisaba del mejor tratamiento informativo. Me pareció una persona muy amable, cercana y buen conversador. Tras la entrevista, Miguel Picazo me emplazó a que lo visitara en Cazorla para hablar largo y tendido de su cine, de su vida o de lo que fuese, porque la verdad es que daba gusto escucharlo. Pero esa visita, por hache o por be, nunca se produjo. La noticia de su fallecimiento me ocasionó cierta desazón. Lo sentía de veras. Sólo había contactado con él en dos ocasiones, en la mencionada entrevista telefónica y cuando Diario JAÉN le entregó, en el teatro de Martos, el Premio Jiennense del Año 2005 en Cultura. Dos ocasiones en las que, ya que él era hombre de cine, como se diría en “Casablanca”, ese pudo ser el comienzo de una gran amistad. Porque cuando se hablaba con Miguel Picazo daba la sensación de que se conocía desde hace tiempo, aunque solo hicieran unos minutos, y durante unos minutos.
A veces, el fallecimiento sirve para conocer aspectos de la vida o la obra del finado. Otras, ni siquiera. Yo he conocido que, además de director de cine, también fue actor en diferentes películas. Pero no cameos como solía hacer Hitchcock en sus películas, sino papeles en toda regla. Como actor apareció, entre otras películas, en “El espíritu de la colmena” (1973), de Víctor Erice; “El libro de buen amor” (1975), de Tomás Aznar. “Remando al viento” (1988), de Gonzalo Suárez. “La huella del crimen 2: El crimen de Don Benito” (1991), de Antonio Drove. “Tesis” (1996), de Alejandro Amenábar, dando vida al profesor Figueroa, o “99.9” (1997), de Agustí Villaronga. En enero de 1997 recibió el Premio Goya de Honor en reconocimiento a su trayectoria. Como formación cursó los estudios de Derecho, Dirección de Cine y Psicología.
Se puede decir que en el mundo del cine entró con el pie derecho. Su exitoso comienzo con el largometraje “La tía Tula” (1964), con Aurora Bautista y Carlos Estrada como protagonistas, le situó en el ámbito de realizadores del llamado Nuevo cine español. Una forma de concebir el séptimo arte innovadora en su contenido y contraria a los convencionalismos. A este título le siguieron “Oscuros sueños de agosto” (1967), “Los claros motivos del deseo” (1977), “El hombre que supo amar” (1978) con Timothy Dalton, “Extramuros” (1985), con Carmen Maura, y Mercedes Sampietro.
Con su fallecimiento el cine español perdió a uno de sus hijos y Cazorla, a uno de sus paisanos más insignes y queridos. Picazo era un hombre sabio, inteligente, genio, humano, generoso... Lo que se suele decir, un adelantado a su época. Demostró una forma de hacer películas muy diferente a los convencionalismos de su tiempo. Fue durante su periodo como estudiante en la Universidad cuando descubrió su vocación por el cine, hasta el punto de que tocó varios palos como actor, guionista y director. Su contribución al séptimo arte español mereció el reconocimiento de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas, en 1996, con el Premio de Honor de la XI edición de los Goya.
Como hemos dicho, el largometraje “La tía Tula” consagró a Miguel Picazo como uno de los principales realizadores del denominado nuevo cine español. La película, basada en la novela de Miguel de Unamuno, refleja con detalle la atmósfera de una ciudad provinciana. Recibió, entre otras distinciones, el Premio a la Mejor Dirección del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
Picazo era un feminista declarado y subrayaba en sus obras la simpatía con la mujer que lucha en un mundo lleno de desigualdades. Su película “Extramuros” fue distinguida con el Premio ACE al Mejor Director otorgado por la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York. Entre sus trabajos para televisión destacaron la adaptación de la obra teatral de Valle-Inclán “Sonata de Primavera” y la serie “Entre visillos”, basada en la obra de Carmen Martín Gaite. Como actor participó, casi siempre con papeles secundarios. Aunque gran parte de su vida se desarrolló en Guadalajara, ciudad de la que era hijo adoptivo, Miguel Picazo pasó los últimos años de su vida en Cazorla, municipio que también lo distinguió con su Medalla de Oro, al igual que el municipio de Peal de Becerro, donde también transcurrió su infancia.
Con el objetivo de rendir homenaje y reivindicar la figura de este cazorleño, la Diputación de Jaén instauró, dentro de la Muestra de Cine Español Inédito en Jaén el Premio Miguel Picazo. DEP.