Un gran ejemplo a seguir por todos

Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco. Juan Ramón Jiménez, “El viaje definitivo”.
Querido tito Manolo:
Estas palabras del poeta Juan Ramón Jiménez resuenan en mi mente en todo momento, porque estás en mi pensamiento en todo momento. No deja de ser una ironía que ahora, que te habías propuesto viajar, hayas emprendido tu viaje definitivo. Quiero agradecerte, de nuevo, todo lo que has hecho por todo el mundo que te ha rodeado. Sin tener la misma sangre, has sido hermano de mis padres, padre de mis hermanos y mío propio. Por eso nos sentimos huérfanos. Tal es el desamparo. No recuerdo un mal gesto, una mala palabra o una mala acción contra nadie. Por el contrario, todo lo que he visto en ti ha sido generosidad, apoyo y ofrecimiento. Has estado con nosotros en los peores momentos, cosa que no todo el mundo hace: No dudaste en ir solo, y muy joven, a Madrid a ver y a apoyar a tus cuñados... ¿Cuántas veces me has llevado a Granada? Lo que era un mal trago para mí lo convertías en un día de diversión. Recuerdo esas meriendas en el pantano de Cubillas. Gracias.
Cada vez estoy más convencida de que hay que vivir el día a día porque, citando las palabras que decías a mi padre: “¿Qué le vamos a contar luego a San Pedro?” Nosotros hemos tenido la suerte de vivir mucho juntos y muy buenos momentos. Los fines de semana de mi infancia no habrían sido los mismos. Deseaba que llegarais para jugar con mis primas, mientras tú y mi padre veíais el fútbol. Esos fines de semana son lo más grato que recuerdo de mi niñez. Hemos compartido días de campo en la Cañada de las Hazadillas o en Riofrío. Pero lo mejor de todo ha sido esos días de piscina. Tito, son tantos los recuerdos bonitos que tengo de la familia. No puedo olvidar que conocí con 15 años la playa y fue gracias a que mi tía y tú me llevasteis. Gracias.
Me han maravillado tu discreción y mesura, siempre escuchando y respetando. Solo te he visto rebelarte y exaltarte contra las injusticias. Tenías una gran conciencia social, lo que te ha hecho especial. Por eso, cuando me pregunto “¿por qué?” solo encuentro una respuesta: tenías que dar vida, aunque fuese a costa de la tuya. Esto sí que te ha hecho inmenso. A ciencia cierta, has entrado por la puerta grande de otro mundo. Muchas gracias.
Tenemos mucha pena y desconsuelo. Sé que hemos de seguir hacia adelante, puesto que la vida continúa. Aunque físicamente no estés, vivirás en nosotros mientras cada uno de los que te hemos conocido estemos en este mundo, mientras podamos hablar de ti y mantener vivas tu esencia y forma de ser. Mi tía tuvo mucha suerte al conocerte y, por ende, nosotros. Gracias.
No sufras mucho por nuestro estado de ánimo. Es normal. Nos queda el consuelo de que nos encontraremos de nuevo y estoy segura de que estarás esperando para allanarnos el camino y hacernos la vida más fácil y placentera, como has hecho aquí.
Te queremos mucho. Descansa en paz.