“Toda la vida de una madre dedicada a un hijo”

Calixto Ballester Herrero. Decir “Madre”, es siempre grande en cualquier sentido, pero en el materno, no solo es grande, sino infinito. Ella entraña todo lo bueno y maravilloso de la vida y lo que ella misma no haga por el hijo, jamás lo hará nadie, ni él mismo. El amor de madre es el más grande que puede existir hacia el ser nacido de su misma sangre, de sus mismas entrañas, por eso nunca me cansaré de repetir, una y otra vez: “una madre es un pedacito de cielo que habita en nuestros corazones”. Y lo digo por experiencia, y con la boca grande. Hubo una vez, hace ya muchos años, un ser que vino al mundo igual que todos los seres lo hacemos, pero con ciertas anomalías, producidas por motivos que no desvelaré. Fue a los pocos meses de nacer cuando la madre se dio cuenta que el hijo no mantenía una mirada firme, y extrañada, a la vez que preocupada, llevó a su hijo al médico. Cuando le hubieron hecho las pruebas detectaron un pequeño tumor en uno de los ojos, aconsejando su extirpación, antes que el tumor se extendiera. Pero fue tarde, ya estaban ambos enfermos. El niño fue operado, y quedó ciego de por vida. Inexplicable con palabras, el dolor que sintió la madre. Aunque el doctor confesó que el niño no viviría más de seis meses, gracias a los cuidados y al tremendo amor el niño vivió 26 años. Y fue infinitamente feliz, aunque jamás pronunciara palabra y nunca viera a su madre, ni a su familia, y hubiera que hacerle todo, y todo es “todo”. La madre, con la implicación del padre, sacrificó su vida por el hijo, privándose de esta forma de cualquier distracción, o entretenimiento que no fuera el cuidado de su hijo, sin despreocuparse en ningún momento de otro que tenía. Todo el mundo se hacía cruces e incluso los médicos no daban crédito a la, entre comillas, “larga vida”, y feliz que tuvo aquel niño. Aquel bendito niño, aquel angelito, era mi hermano y su madre, afortunadamente aún, es la mía. Este es un ejemplo de la capacidad de amar, infinito, y sin fecha de caducidad. Ella, al igual que todas, no merecen un día para celebrar, sino toda una vida.