“Ha sido todo un privilegio y una suerte poder ser tu amigo”

28 ene 2020 / 08:00 H.
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Cuando el presidente de la asociación, y también de la rondalla Antiguos Alumnos de las Escuelas Sagrada Familia, me pidió que escribiera un obituario de José Valverde Atienza sabía, muy bien, mi aprecio por él y el enorme pesar que su fallecimiento me había producido. Miguel Contreras sabía que Pepe y yo éramos, desde siempre, muy buenos amigos. Amistad de la que también eran partícipes, muy queridos, su esposa Juanita y su hijo Kiko.

Cuando decidí ponerme a escribir este obituario, comprobé que no era un cometido fácil porque, además de ser el primero que escribía, al hacerlo de una persona entrañable no dejaban de aflorar recuerdos y sentimientos que te bloquean. ¡Quisieras decir tantas cosas! Un torrente de ideas, vivencias y anécdotas se te agolpan; una avalancha de datos biográficos se desprende de los apuntes y reseñas; una oleada de características humanas y personales te vienen a la mente. En definitiva, deseas expresar detalles de un hombre que en todas las facetas de su vida fue coherente con sus principios, sus creencias y su compromiso con las causas justas. Pepe era un hombre de recios valores.

Pero un obituario tiene longitud y es obligado resumir, integrar, concretar sin detrimento de que al detallar muchos datos puedan estos distraer, silenciar lo que tu corazón quisiera expresar, porque, cuando se ha perdido un buen amigo, solo el lenguaje del corazón puede explicar la enorme congoja que ha dejado su pérdida.

La Navidad, fecha asociada, en gran manera, a manifestaciones y celebraciones familiares y felices, a veces también nos depara circunstancias y hechos que arrancan un jirón de nuestras almas y abren heridas en nuestros sentimientos difíciles de cicatrizar. El 29 de este último diciembre, inmersos aún en un ambiente navideño y cuando el año consumía sus últimos días, una despiadada enfermedad, fatídica y relámpago, truncaba la vida de Pepe. El año se despedía con el fallecimiento de un profesional de la enseñanza, nos arrancaba a una persona amante y conocedora de la música, truncaba los sueños de convivencia de una maravillosa y cariñosa familia y nos robaba, a los que tuvimos el privilegio y la suerte de convivir con él, a una gran persona. Decíamos adiós a un amigo.

Pepe, alcalaíno de nacimiento y también de sentimiento, pertenecía a una familia muy querida y singular de esta ciudad, “los Valverdes”. Cuatro de sus siete hermanos ejercieron la docencia, consecuentemente varias generaciones pasaron por sus aulas. Además, en esta su familia concurrían unas notables capacidades y sensibilidades para el arte en sus diversas manifestaciones y de forma muy relevante por la música.

Para Pepe, después de una extensa vida profesional, su jubilación le permitió, aún más, dedicarse a su gran afición, la música. Simultaneaba su participación en la Coral Alfonso XI, de la que era miembro muy activo desde su fundación (con él tuve el privilegio de compartir la cuerda de bajos de la que era jefe), con su otro gran amado proyecto, la rondalla.

Pepe supo, con enorme tesón, constancia y mucha pasión, liderar la formación de un grupo músico-vocal, recuperando y aunando un colectivo de personas para las que volver a desempolvar sus aficiones musicales, ya algo dormidas en algunos casos. Significaba algo más que un proyecto solo musical. La rondalla también proporcionaba a sus componentes un vínculo de encuentro y amistad, de entrañable amistad. Pepe logró su sueño, que la rondalla fuera una familia, ¡una familia que sonaba muy bien!

Durante la misa de cuerpo presente, que tuvo lugar en la iglesia de El Salvador, oficiada por cuatro sacerdotes, la rondalla primero cantó “Si me falta el amor” y, posteriormente, fue la coral la que interpretó “Cerca de ti, Señor”.

Dos partituras que a nuestro amigo le gustaba oír, interpretar y dirigir. Aquellos cantos, plegarias que en una atmósfera de sentimientos y dolor todo lo envolvía, buscando mitigar, como contrapunto, el desasosiego existente y abrir un hueco a la esperanza, un pensamiento hecho deseo, era portado por aquellas voces. El sueño de Pepe ha de continuar.

Pepe era creyente. Días antes de Nochebuena hubo que suspender, por su enfermedad, un concierto de Navidad, concierto que, como cada año, él preparaba y dirigía con especial cariño, villancicos para celebrar un nacimiento. Este año, esta Navidad, seguro que esa celebración y ese concierto también han tenido lugar. Ahora, más arriba, más próximo a ese Niño que nace. Descansa en paz, amigo.

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