Torredelcampo vio nacer hace cien años a un artista gigante
La figura del cantaor, cuando se conmemora su centenario, sigue más viva que nunca


“Todo lo que sé lo he aprendido yo solo sin que nadie me enseñara nada. Primero estuve en la escuela hasta los ocho años. Luego trabajé en el campo hasta los catorce. Pertenecía a una familia de clase media y mi padre no quería en un principio que fuera artista. A raíz de una actuación de ‘La Niña de la Puebla’ en Torredelcampo parece que el tema cambió. No sé lo que le dijeron , pero él incluso me llevó a Madrid para mi debut”. Así recordaba, meses antes de su muerte, en 2004, cuando recibió un cálido homenaje en su pueblo, sus inicios en el mundo del cante un artista único, uno de los grandes del flamenco y la copla, el torrecampeño más universal. Mucho se ha escrito sobre su trayectoria y el importante legado que dejó pero aquellos inicios, los de un niño de una familia del campo, humilde, que quería ser cantaor, que se hizo a si mismo, siempre estuvieron muy presentes en su vida. El trabajo, la humildad y el amor por sus orígenes hicieron aún más grandes el talento y una inteligencia brillantes. Todo unido conformó una figura inolvidable, admirada y, sobre todo, muy querida.
Cien años cumpliría este año Juanito Valderrama pero su corazón dejó de latir la triste tarde del 12 de abril de 2004, a los ochenta y siete años, muy cerca de los ochenta y ocho. Acabó ahí una trayectoria extensísima porque el torrecampeño nunca dejó de cantar, grabar y trabajar. Lo hizo desde que era aquel niño recién salido de Torredelcampo, el que vivió un tiempo en la Casa de Los Pavón, en la que aprendió algunos de los secretos del cante de la mano de Tomás Pavón, Pastora Pavón “La Niña de los Peines”, y su marido Pepe Pinto. Una escuela extraordinaria que moldeó un talento innato. Él lo tenía y lo supo ver muy bien en otros artistas. No se equivocaba cuando, a comienzos de la década de los 70, contrató para una gira de 60 conciertos por España a un jovencito que pasó a la historia del flamenco con el nombre de Camarón de la Isla. Pero no fue el único, Antonio Mairena y un todavía anónimo almeriense, Manolo Escobar, le seguirían en una amplísima lista después.
Como recordaba el presidente de la Federación Provincial de Peñas Flamencas en un artículo publicado en Diario JAÉN, Juanito Valderrama fue un gran conocedor de todos los estilos del cante, quizá el que más grabaciones ha realizado en la historia, registrando su último disco en directo en el Festival Internacional de las Minas en 2000, acompañado por guitarras de la categoría de Sabicas, Ramón Montoya, Niño Ricardo, Melchor de Marchena, Juan Habichuela y Paco de Lucía. En sus actuaciones ha trabajado junto a figuras como la Niña de los Peines, Vallejo, Niña de la Puebla que es quien le hace su primer contrato, El Malagueño, El Pinto, Fosforito, Curro de Utrera, Marchena, Varea, Jacinto Almadén, María Vargas e incluso Camarón de la Isla.
También fue un recuperador de estilos que estaban en extinción, como los cantes mineros, de hecho, fue el ideólogo del concurso del cante los minas de La Unión, como recordó el director de Operación de Diario JAÉN, Miguel Ortega, en el homenaje que el periódico le organizó. A principios de los 60, Valderrama invitó a los aficionados a defender el rico patrimonio de estos cantes y a partir de ahí surgió este concurso de tanto prestigio. Fue, además, el artista que rescató y dio valor a los cantes campesinos como la temporera o gañana, como se conoce en Torredelcampo; cantes de la siega o de la trilla que grabó con Hispavox y los fijó en el repertorio flamenco dándole su sitio y otorgándoles valor y su sello artístico.
Son, de esta forma, enormes su méritos flamencos pero la copla y el cine —rodó siete películas e incontables grabaciones—, con su inolvidable “El emigrante”, le dieron una popularidad extraordinaria, la que quiso empañar su valía como cantaor todoterreno. Eso sí, durante su vida, fue reconocido de las más variadas formas, desde conseguir Discos de Oro o la Medalla de Oro de Bellas Artes, a ser nombrado Hijo Predilecto de su pueblo. “El reconocimiento que me han tributado en vida no se ha hecho por nadie en toda España”, decía en 2004 el cantaor. Un merecido y sincero aplauso que continúa hoy, cuando se conmemora el centenario de su nacimiento. Su figura, siempre bajo el ala de su sombrero, sigue más viva que nunca.