Lluvia a tres cuartos en el pantano
La Sierra de Segura con Jean Sibelius, Vals triste, opus número 44

Este marzo marcea. Llora sin cesar y sus lágrimas son de lluvia. El experto lo sabe porque ha medido sus gotas y superan los 0,5 milímetros de diámetro. Si no, sería llovizna o chubasco en las colas de este embalse de la Sierra de Segura. Todo tiene su razón de ser. Quedamos en que marzo marcea, pero no sabe a qué carta quedarse. Mejor aún: reparte juego y en cada mano gana un palo; bien el agua casi pulverizada, la mansa o la intensa, casi torrencial y repentina. Alterna llovizna, lluvia y chubasco: ganamos todos.
Esta mañana toca lluvia. Su ritmo, la cadencia con la que percute el agua embalsada, mueve a la melancolía o a la nostalgia en una ribera rocosa que precede al horizonte de sierra y bosque con alguna nube baja díscola y cúmulos negros que presagian chubasco.
Tantos días de lluvia anega el campo en arroyadas, alimenta el pantano sobre el que vierte un arroyo que cambia el color el agua. El cielo llora y el embalse hace pucheros. Es un vals triste, como el de Sibelius, esta lluvia que parece compuesta a tres cuartos de tiempo, como la música del baile en el que se gira y gira sin parar, como el agua del pantano, quieta, cuando le caen las gotas desde los nimbos del cielo. Círculos, círculos y más círculos.