El secreto de la piedra toba

La Sierra de Las Villas, con la Sinfonía número 9 “Del Nuevo Mundo”, de Antonin Dvorak

08 jun 2025 / 12:00 H.

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Río de montaña que se abre paso desde sus fuentes por el armazón calizo de la Sierra de Las Villas. Versátil, compañera del agua arquitecta de órganos y tejidos pétreos. A cielo abierto y en canales subterráneos. Paredes, cúpulas, criptas, pasadizos, ventanales abiertos a tajos por donde hiende la luz. Percute en el agua y la convierte en líquida esmeralda de un verdor asombroso.

La piedra toba, calcárea, dúctil, es la más fiel aliada del agua clara de la sierra, casi helada. Zapa y talla paciente, sin prisas, inexorable. Da nombre a la aldea, al puente... No al río, que es el de los lobos, otro actor que ya no es principal. ¡Ay! Aullaban cerca del río con la luna de ciervo en su cénit. Quizá con la camada resguardada durante la noche en un agujero esculpido en la roca travertina, protegido en las afueras, como este paso subterráneo, por esa reconocible anatomía de nervios leñosos y jirones de piel vegetal, clorofilada.