Campo de cebada, agua milagrosa

Sierra Sur, con “Cuantas sabedes amar amigo” de Martín Codax, por Montserrat Figueras, Pedro Estevan, Arianna, Jordi y Ferrán Savall

20 jul 2025 / 10:33 H.

Tenía la cebada una larga historia de fama bien ganada: alimento nutritivo para la gente del campo y para su ganado. Sus cejas elegantes, de un solo pelo, emergen desde el raquis que recoge tres espiguillas por cada lado. Así se distingue a simple vista del trigo. Los del campo siempre sabe lo que siembran y por qué. Su grano es integral y tiene las mejores propiedades: fibra, vitaminas y minerales. Así que era de uso común y obligado en las cocinas y en los establos.

El grano también podía cocerse a fuego lento, al menos tres cuartos de hora, para obtener el agua de la cebá. Bebida refrescante y tonificante, buena para la salud. Hoy apenas se encuentra. Si acaso, en establecimientos del Levante, donde era muy habitual su uso. Otros refrescos, modernos, la han arrinconado. Solían endulzarla con miel o aromatizarla con canela y zumo de limón. Y de la cebada malteada qué contar. Ya sabemos lo que da de sí la cerveza desde hace siglos.

En este campo de la Sierra Sur jiennense, listo para la siega, el cereal se dispone, uniforme, compacto y ligero a la vez, en anchos rectángulos, como franjas de una bandera, amarillo pálido, sobre el marrón pardo de la tierra. Contraste llano con otros parajes de la sierra alomados, riscosos y plagados de encinas y matorral. Si la Sierra Sur tiene un halo espiritual incontestable, el agua de su cebada no puede ser menos que espirituosa.