Confinada. Empieza la desescalada en medio de la desunión

01 may 2020 / 12:01 H.
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Es curioso cómo todos reaccionamos igual ante el viento suave sobre la cara. Cerramos los ojos y disfrutamos de la caricia de la naturaleza. El primer paseo de los más pequeños fue una fiesta para casi todos. Soy libre, dijeron muchos; y los padres y madres sonreímos con ellos. La primera medida de alivio ha venido seguida de un plan de desescalada. Parece motivo de optimismo y, sin embargo, no consigo que esa sensación desplace a otras más funestas. Las distintas fases hacia la nueva normalidad nos obliga a preguntarnos cómo será la nueva normalidad. Y ahí es donde se desmorona mi optimismo. Me recuerda a la crisis financiera mundial que golpeó a España en 2008. Oímos decir a Nicolás Sarkozy que había llegado el momento de refundar el capitalismo. Grandilocuentes palabras, de gran impacto y nimias consecuencias porque nada ni nadie refundó el capitalismo.

Uno de los indicadores que está resultando determinante para explicar la evolución de la pandemia en cada país es la cantidad de camas UCIs de su sistema de salud. Sabemos que los profesionales de nuestra sanidad es de lo mejor a nivel mundial, alabamos nuestro sistema y, sin embargo, olvidamos que sin recursos empobrecemos la calidad. Alemania tiene 28.000 camas de cuidados intensivos frente a las 7.842 disponibles en España. Nada más que añadir. A pesar de que el Gobierno permitiera la contratación excepcional de personal sanitario como estudiantes con MIR, 200 sanitarios extranjeros sin homologación completa de título, estudiantes del último curso de Enfermería y Medicina en calidad de apoyo; de poco sirve si la base del problema es sencillamente estructural. Esta pandemia, hemos oído decir, nos tiene que enseñar a cuidar mejor la sanidad pública, a dotarla de recursos económicos para modernizarla y no dejarla morir... Palabras grandilocuentes que pronto caerán en el olvido.

Prácticamente todas las comunidades autónomas han reforzado el personal sanitario en la lucha contra la pandemia. En Madrid, por ejemplo, el 76% de las incorporaciones frente al covid-19 son de Enfermería.

En cuanto la situación se ha relajado afloran las protestas de sanitarios a los que apenas se les ha contratado unos días, semanas; a veces, contratos efímeros, porque tras contagiarse no se ha prorrogado el contrato por incapacidad temporal de trabajar.

Me apena la falta de aplausos a las ocho que lo único que demuestra es la desunión en momentos de dificultad. No todos los sanitarios quieren que dejemos de aplaudir. Esa cita diaria nos daba esperanza porque surgió de manera espontánea, en un momento de comunión entre todos. Aplauso dedicado a los profesionales de la sanidad pero también a carniceros y fruteros, reponedores de supermercado, para los que están en las cajas cobrando y los que pedalean para llevar paquetes y comidas a domicilio. Ahora mis pequeñas me preguntan por qué ya casi nadie aplaude, si es que ya no lo estamos haciendo bien, y entonces la desesperanza avanza y el Resistiré se apaga, dando paso a las sensaciones más funestas.

Es curioso cómo aquellos que piden empatía constantemente por el trabajo que están realizando son los primeros en olvidar practicar esa empatía. Son muchos los sacrificios y aún nos queda un largo camino. Espero que la desunión se disipe y se lleve consigo esta desesperanza amarga.

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