Una cosa razonable

    21 oct 2019 / 09:04 H.
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    P uede ser opinión común que ayer, el partido en La Victoria, fue un partido bueno e interesante. Puede ser una opinión común que ambos equipos jugaron con determinada solvencia y acierto y por ello se hicieron saludables jugadas, aunque, naturalmente, aquello no fue el cielo ni será un encuentro de los de recordar durante años y, menos, por siglos de los siglos. Pero los espectadores, en opinión común, pasaron una tarde agradable. El fútbol es muchas veces también, decía un antiguo seleccionador inglés de nombre muy rebuscado, Ron Greenwoods, un juego sencillo en sí mismo, aunque lo más difícil es que parezca simplemente eso, una cosa sencilla. Lo que pasa es que una cosa es el juego y muy otra el resultado. Pero no se piense en este como diseño final sino como todo un proceso que se inicia desde el primer momento. Solemos decir, y es una verdad como un templo, que lo que importa es cómo termina todo y no solemos darnos cuenta de que esa variable va presionando durante el desarrollo del juego y del encuentro. El resultado está en la agenda final y nos corona de laurel o nos manda al infierno de las calderas de Pedro Botero, pero también es una especie de viento del destino que nos está dando en la cara durante los noventa minutos de juego. Es lo que decía ayer un aficionado a otro mientras comentaban en el descanso cómo estaban las cosas. –“Sí, parece que estamos tranquilos, que estamos contemplando un espectáculo razonablemente apacible, un partido buen nivel, sabiendo por supuesto dónde estamos. Hoy no tenemos como vibración”. –“Ya, contestaba el amigo, es cierto pero no podemos olvidar que ha pasado ya un tiempo, la mitad de toda la función, y no hemos metido un gol. A este ritmo podríamos irnos a casa con la paz en el alma pero sin los puntos indispensables para poder acercarnos al primer puesto...”. Después de ese momento, ya se sabe: tras tener el contrario un jugador menos y un penalti, pudimos marcar. Luego también nosotros nos quedamos con diez y, decía un viejo y sabio aficionado, resumiendo al salir del campo, cuando Juancar se fue a su sitio natural, confirmamos la victoria. A ver, la vida.

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