“Vuestros rostros de arjoneros los llevo sellados en mi corazón”

Julio Millán Medina revive en Arjona días intensos y confiesa que no quiso irse del pueblo

14 dic 2019 / 11:42 H.
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Una vez escuchó a todos le tocó el turno de palabra a Julio Millán Medina para cerrar el acto. Fiel a su costumbre exclamó: “¡A ver cómo le hinco yo el diente a esto!”. Y para todos tuvo un mordisco, de los que no duelen. Sobre la iniciativa de publicar un libro de su vida y trabajos se preguntó: “Que están locos?, están locos”. Acerca del libro: “¿Que me abruma?, me abruma y más el cariño de la gente, pero quedaos con esto. Soy y sigo siendo el curilla de medio pelo con olor a oveja de toda la vida. Me encanta y no me voy a mover de ahí”.

Fue durante la presentación del libro Entre Amigos. Julio Millán Medina, en Arjona, otro pueblo donde ejerció como párroco. El salón de plenos del Ayuntamiento sirvió de escenario para conocer el personaje y la obra, editada por Diario JAÉN. Le acompañaban en la mesa el alcalde, Juan Latorre Ruiz; Mariana Rodríguez, profesora del instituto y encargada de presentarle; Eugenio Casado, párroco del municipio, y Eleuterio Muñoz González, presidente del Consejo de Administración de DIARIO JAÉN, S. A. También estuvo presente el director del periódico, y coordinador del libro, Juan Espejo González.

La estancia del padre Julio en Arjona fue breve, como en otras parroquias. “Ha sido siempre mi dinámica, creo que donde estuve más tiempo fue en Ecuador y cinco años en la cárcel (fue capellán en la de Jaén), pero me dejaron salir...”, relató provocando carcajadas. Pero confesó que no quiso irse.

Contó, entonces, por qué lo hizo. El otro cura de la parroquia, “don Ricardo”, era mayor y se iba. El obispo, Santiago García Aracil, quería que se quedara solo. Y él le dijo que así no podía compatibilizar su labor en Mensajeros de la Paz. “Le dije que no me quería ir. Él era algo gallito y yo me puse gallito también. Tuvimos el desacuerdo y la cosa se rompió por el lado más frágil. Y me fui sin ganas y un poco con el corazón roto”, explicó. Pese a que solo estuvo tres años en Arjona, “vuestras caras de arjoneros están selladas en mi corazón”. Se sinceró para definir su experiencia con ellos: “Es la que más me ha marcado, no miento”, porque se sintió bien “desde el primer día; fueron experiencias muy fuertes”. Aquí recordó que llegó enfermo de las misiones, a causa de “una hepatitis de las malas, con sabor a dolor y olor a muerte”.

Le dijeron que iba a durar seis meses. Y sus intensas vivencias y reflexiones entre el tratamiento, las misas y el trabajo social reafirmaron una certidumbre: “La medicina y la fe son un cóctel perfecto. Me curó la medicina y mi fe, la que Dios me regaló y la que mi madre sembró en mi corazón”. Así es su vida. Los arjoneros le conocieron como “cura y cristiano y aprendió mucho con vosotros”.

Aquella fue “una experiencia muy hermosa, pero no me gusta volver mucho para no estorbar”, dijo tras congratularse de que Diario JAÉN quisiera presentar el libro en el pueblo. “Tengo pecados y defectos. El pecado no debilita, da fortaleza cuando se asume y se quiere cambiar”, explicó. “Me dan miedo los perfectos, los pecadores, no. El pecador avanza, el que se cree perfecto se queda siempre en el mismo sitio”, sentenció.

De sus homilías desveló una idiosincrasia. En las selvas, cuando intentaba hacerse entender por los indígenas, bajó el lenguaje “hasta al tierra, de tal forma lo hice que casi empleaba términos barriobajeros y hasta hice daño con ello; aquí también”. Se refería a que empleó en una homilía la expresión “tragahostias” para definir a los que creen que no se equivocan nunca, que van de buenos por la vida, comulgan todos los días y luego no aman a sus hermanos. Siempre me arrepentiré de aquello. A mí, con perdón de la palabra me tenían que haber dado la...”, pausó y no la pronunció. De nuevo sonrieron sus amigos. Terminó dando las gracias a todos y, especialmente, a Francisco Reyes, presidente de la Diputación y bedmarense como él, a quien dijo querer como un padre.

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