Rivera y Clerch enamoran el alma

06 may 2019 / 16:57 H.

Prosiguen los conciertos de “Las matinales del Festival”. En esta ocasión la amplia sala “Pintor Elbo” del Hospital de Santiago se ha llenado con la poderosa voz de la soprano mexicana Elena Rivera que, acompañada del pianista canario Jorge Robaina, nos ha ofrecido un interesante, bello y sorprendente recital de canciones al que ella denomina, con razón, “Una vasca y seis mexicanos”.

En efecto, nos ha venido a presentar esta cantante a una perfecta desconocida entre los músicos patrios, la navarra nacida en Salinas de Oro, Emiliana de Zubeldia, que en su largo periplo vital de casi un siglo (moriría en Hermosillo, en el estado mexicano de Sonora, con 99 años) alcanzó larga fama fuera de nuestras fronteras como pianista y, en especial, años después, al residir en México desde 1937, por su labor creadora y didáctica, que llevaría a cabo en el citado estado normexicano. En esta región, múltiples teatros, conservatorios, calles y monumentos están dedicados a su memoria. Valía la pena conocer a la compositora navarra, de la que hemos podido escuchar cuatro canciones populares españolas.

El resto del recital se ha consagrado a músicos puramente, por natalicio, mexicanos, y todos —incluida la compositora española— pertenecientes al período que va desde la última década del siglo XIX a más de la mitad del XX. Diversidad de estilos y de corrientes musicales, pese a la homogeneidad de época, la de los mexicanos, si bien todos inmersos en el movimiento “nacionalista” que trajo consigo la Revolución Mexicana de 1920 encabezada por Emiliano Zapata y Francisco “Pancho” Villa. Atraídos por las vanguardias, el casi minimalista José Rolón y, sobre todo, el gran Silvestre Revueltas, máximo compositor de su patria, a quien una muerte prematura (a los 41 años) le privó de logros aún mayores que los magníficos frutos alcanzados previamente; las cuatro canciones escuchadas, nos atreveríamos a situarlas entre la música más importante, ya que no la más popular, de todo este recital.

De orientación más conservadora, los de Blas Galindo y Salvador Moreno, del que hemos podido escuchar, fiel a este espíritu nacionalista, una canción, “No Nantzin”, en lengua Nahuatl, ancestral idioma del pueblo azteca. Los dos restantes compositores, mexicanísimos, y de una popularidad que ha traspasado fronteras, tiempos y estilos de cantantes: Manuel Ponce y la sin par María Grever. Del primero, cómo no, se nos ha ofrecido, entre otras, su canción “Estrellita” y de la segunda hemos podido disfrutar de melodías inmortales como “Te quiero, dijiste” y “Júrame”. Fuera ya de programa, ante los aplausos del público, la soprano ha interpretado una canción, nuevamente de María Grever: “Así”.

Sobre el trabajo de la soprano Elena Rivera, hemos de decir que, a priori, nos esperábamos la típica pequeña voz de soprano “de lied” (de canción), y en realidad nos encontramos con una cantante de voz extensa, brillante y ciertamente sonora; lo que podría calificarse una voz “de teatro de ópera” que nos hizo disfrutar aún más con las canciones de los compositores de su tierra (incluida Emiliana Zubeldia que, es considerada más mexicana que vasco-navarra), exhibiendo un idiomatismo maravilloso, perfectamente acompañada del pianista Jorge Robaina, también muy involucrado con la música hispanoamericana. Un recital de gran interés, con autores poco transitados por aquí y firmado por una importante voz de soprano a la que nos gustaría aplaudir en empeños de mayor cuantía —sin desmerecer este estupendo recital del que sólo podemos transmitir elogios—, como podría ser algún personaje operístico de la altura de una Tosca o una Mimì, de “La bohème”.

Recital de Joaquín Clerch. Un buen amigo del Festival nos ha honrado con su presencia una vez más. El guitarrista, profesor y compositor cubano Joaquín Clerch, uno de los más sólidos e importantes intérpretes actuales del tan español instrumento de las seis cuerdas. En la Sala “Pintor Elbo”, que este año se está prodigando más que otros como marco de los conciertos del Festival de Música “Ciudad de Úbeda”, la comparecencia de Joaquín Clerch nos trajo a la memoria el recital que en ese mismo lugar dio el año pasado su célebre y veterano colega José Romero. Mucho más clásico éste, como correspondía a su edad e historial, más frecuentador de los maestros del siglo XX y XXI el cubano que, además, ha rendido homenaje a los ochenta años que en éste se cumplen de la fructífera vida del también caribeño, guitarrista, compositor y director de orquesta Leo Brouwer, uno de los máximos exponentes actuales de la música de su país.

Con un afán didáctico permanente, cosa muy común a casi todos los instrumentistas de guitarra, no sabemos si es porque lo llevan en la sangre, o si es que necesitan aclarar los detalles de las piezas de sus repertorios, muchas de ellas de autores recientes, muchas de ellas poco conocidas del público, el caso es que Joaquín Clerch se dirigió a la audiencia numerosas veces con un estilo entre familiar y afectivo, dada, como se ha dicho, su estrecha relación con nuestro Festival. Así pudimos conocer ciertos detalles de las páginas en programa, sobre todo las de Brouwer, su maestro querido, que incluso le hizo dedicatario de la primera de las interpretadas: “La ciudad de la columnas” obra dividida en una Introducción y seis partes, variaciones éstas de su obra de juventud “Pieza sin título” y que constituyen una especie de paseo por La Habana y sus alrededores.

Siguió la “Sonata para guitarra” del burgalés Antonio José, cuya vida se truncó en el torbellino de nuestra Guerra Civil, a los treinta y tres años, cuando todo era la firme promesa de un talento excepcional y una capacidad y modernidad poco comunes. Tres tangos del rioplatense Astor Piazzola, “Acentuado”, “Invierno porteño” y el célebre “Adiós, Nonino”, dieron paso a la otra obra de Leo Bruwer propuesta por el maestro Clerch en su programa, su “Sonata 1” interesantísima obra llena de guiños a compositores no guitarrísticos de su predilección: Beethoven, del que hace una muy evidente cita del comienzo de su Sinfonía “Pastoral” al final del primer movimiento, Alexander Scriabin, el compositor ruso del cambio de siglo, del XIX al XX, a quien rinde un sutil homenaje en el segundo tiempo, que ya denomina “La zarabanda de Scriabin”, y en el que una breve frase que se repite en distintas tonalidades, el músico cubano intitula “omaggio a Scriabin”, y, finalmente, al compositor del barroco italiano Bernardo Pasquini, de que nos deja unos también unos leves destellos en forma del conocido canto del cuco, en recuerdo de su Toccata con lo scherzo del cuculo (Toccata con el scherzo del cuco).

Para terminar su recital, Joaquín Clerch no quiso dejar pasar la oportunidad de festejar el centenario, que este año se cumple, del estreno de “El sombrero de tres picos” de Manuel de Falla, interpretando la conocida pieza del mismo “Danza del molinero” y, de su ópera “La vida breve”, la no menos famosa “Danza española”, ambas de gran exigencia técnica en su transcripción para guitarra, que el maestro cubano solventó con gran brillantez.

Reclamado por los aplausos del público, Clech nos regaló una muy sentida versión instrumental de la canción “Alfonsina y el mar” de Ariel Ramírez, reservándose una sorpresa para todos en la segunda y última “propina” de su concierto. Rogando la presencia de la soprano Elena Rivera, presente en la sala y que, en concierto previo este mismo día, nos había ofrecido un maravilloso recital de canciones del que hemos dado también cumplida crónica, ambos interpretaron una preciosa canción del propio guitarrista “El sueño de olvidar”, uniendo en momentos sus voces con la consiguiente emoción de los presentes, que no salíamos de nuestro asombro. En suma, una magnífica presencia más en el Festival ubetense del maestro caribeño Joaquín Clerch en la que no faltó de casi nada, ni siquiera de un seguro motivo para congratularnos todos y desear que siga frecuentando esta cita con la primavera de Úbeda muchas veces más.