La trastienda de un libro

“Adentrarme en la vida y obra de Apache fue algo así como volver a nacer”

19 dic 2020 / 17:44 H.
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Confieso que todo fue nuevo para mí. Era la ignorante perfecta, una especie de folio en blanco, ajena a una realidad musical del ayer, del hoy, del mañana... Reconozco que en mi mundo nunca estuvieron ellos, que no conocía casi nada de nada y que el reto fue algo muy parecido a un precipicio. El cuarenta aniversario coincidió con el concierto cuatro mil de una tribu urbana que fue para mí un apasionante descubrimiento. Apache merecía un libro para compilar los momentos vividos a lo largo y ancho de cuatro décadas de historia y de muchas, buenas y menos buenas historias y, con la perspectiva que regala el tiempo, puedo presumir de ser la autora de una obra que dirigió el director de esta casa y de la que me siento tremendamente orgullosa.

Lo mismo que declaro públicamente que me enfrenté con lo puesto a un trabajo que requirió grandes dosis de síntesis, puedo decir que el camino estuvo despejado de obstáculos y que, a medida que andaba y andaba, tuve la suerte de enamorarme perdidamente de Apache. Amor del verdadero, porque cierto que cada componente es de su padre y de su madre, que a veces hay que echarles de comer aparte y que la climatología puede llegar a influir en sus mentes privilegiadas, en su estado de ánimo, en sus prontos, en sus sensatos desvaríos... Sin embargo, adentrarme en la vida y obra de Apache fue algo así como volver a nacer. La metáfora viene al caso porque hay ocasiones, en el devenir de la profesión periodística, que un reportaje, una noticia o una entrevista te hacen ver la vida de otra manera y, en cierto modo, escribir la trayectoria de Apache me sirvió a mí misma para descubrir la grandeza que tiene Jaén con una banda, la de todos los tiempos, que eligió su tierra para un triunfo continuado, porque con la fugacidad del famoseo, aquella que alcanzaron con Sobrevivir, se puede comer unos días, pero para que el plato no falte se necesita mucho más. Ellos, los de antes y los de ahora, supieron marcar su camino, confeccionar un traje a medida, plantarse en el escenario con un estilo y hacer música de la buena, de calidad, con versiones con capacidad sobrada para ser declarados únicos.

La escena que dibujo ocurrió hace poco más de dos años. Fue entonces cuando Luis Miguel Peláez, Antonio Molinero, Juan Carlos González, Diego Contreras, Isaac Aguilera y Pedro Bría se sinceraron conmigo, abrieron sus corazones y, en otro esfuerzo de síntesis, entre todos recopilamos sus biografías musicales con una confianza que siempre es de agradecer. Los que estuvieron y ahora no están también quedaron reflejados en Apache Forever, valga la redundancia, para siempre. No faltaron los incondicionales, quienes no se pierden una fiesta de la tribu, los de los comienzos, los del durante y los del después. Si falta alguien que, por favor, levante la mano. Queda claro que la redacción y composición del libro supuso un esfuerzo reconvertido en un verdadero placer. El descubrimiento de Apache que describo ahora, en la trastienda, me hizo ver que lo mismo que Antonio Muñoz Molina en la literatura o Rafael Zabaleta en la pintura, el grupo simboliza una cumbre en la música. Sus composiciones son un universo de dignidad humana. Sus mejores temas nos llevan lejos y, a la vez, nos hacen sentirnos cerca de nosotros mismos. Nos maravillan, nos sorprenden, nos dejan sin palabras y, con su varita mágica, nos ofrecen un vocabulario nuevo. Como dejé plasmado en aquellas páginas de luz y color, hay quienes fueron contemporáneos de Miguel de Cervantes, de Pablo Picasso o de Francisco de Goya. Sus vidas evolucionaron bajo el paraguas protector de auténticos genios. Nosotros podemos decir que somos contemporáneos de Apache. No se pierdan el concierto de mañana. A las nueve de la noche, en www.diariojaen.es, previo registro, descubrirán lo bueno que tenemos en esta tierra. Es gratis. ¿Qué más podemos pedir?

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