Gloria Nistal: “No es fácil cosechar en tiempos difíciles”
La exposición de la fotógrafa madrileña, que se inaugurará hoy en Noalejo, busca disolver las diferencias con la sonrisa

LA ENTREVISTA
Una pequeña casualidad llevó a Gloria Nistal (Madrid, 1955) a conocer a una vecina de Noalejo, el municipio que inaugurará hoy la muestra fotográfica de la autora, llamada “Sonrisas acogedoras para un mundo en crisis”. Se trata de una muestra de 35 momentos recopilados durante varios lustros a lo largo de Europa, América, Asia y África, con los que Nistal se propone ofrecer “el lado amable del Mundo”. La exposición, que se realiza en el Ayuntamiento del pueblo, se centra en uno de los gestos más sociales que nos atañe como humanos: la sonrisa. Un movimiento simple pero que, como demuestra la fotógrafa, también está repleto de simbolismo. Para ella, una forma de reforzar la paz en un contexto internacional que no llama a las sonrisas. La exposición permite conocer las culturas de los más de cien países que Nistal ha visitado, y que ahora llegan a Mágina, informa Alberto Sánchez.
—¿Cómo llega esta exposición hasta Noalejo?
— Resulta que, durante junio de este año, estuve en un congreso en París. El programa versaba sobre literatura y memoria y, allí, tuve la suerte de conocer a una vecina del pueblo. Estuvimos hablando y me invitó a que participara en las fiestas que comienzan hoy. Me comentó que iban a inaugurar una sala de turismo en dependencias municipales y me animó a ocupar ese espacio con esta exposición fotográfica. Es gracias a ella que esta exposición se va a realizar, puesto que se organizó con esta mujer.
—¿En qué consiste la muestra?
Es una exhibición fotográfica acerca de las sonrisas, que va a cumplir los dos años de ruta. Es de carácter itinerante y ha pasado por distintos países, como México. También estuvo todo junio en la Casa de Castilla La Mancha, en Madrid, además de Ciempozuelos, Alcalá de Henares y Aranjuez. De esta forma, la propuesta tiene sonrisas de distintas personas: hombres, mujeres y niños. De distintas razas, religiones y regiones. Viajé por más de 110 países por trabajo y afición, y he ido coleccionando fotografías de todo tipo.
—El panorama internacional nos deja, actualmente, pocos motivos para sonreír.
—Ciertamente, pero, a pesar de ello, las fotografías tienen bastante éxito, porque estamos en un mundo con muchas guerras cercanas que nos tocan y afectan bastante. Esto nos repercute, ya que estamos llenos de incertidumbre y tristeza. Con esta exhibición quise sacar algo que representara el lado más amable del Mundo. Algo que me gusta mucho es recoger la sonrisa, porque ésta es un símbolo inequívoco de paz. Soy embajadora de paz por dos asociaciones internacionales y creo que las flores y las sonrisas son dos índices de que existe paz en un país. Quise recoger esa paz que no sale en los telediarios; que no sale en las noticias. Es necesario para dar a conocer lo que pasa en el mundo, pero también quería contrarrestar eso diciendo que hay felicidad en algunos lugares. Ahí hay sonrisas tomadas en países que estuvieron o están en guerra. Simplemente busco intentar recoger un poco lo que siembro, y yo trato de sembrar paz a través de estas fotografías con sonrisas.
—¿Puede haber felicidad en medio de la debacle?
—Es muy difícil. He estado en lugares como Ucrania y las fotografías que tengo son de cuando era un país tranquilo, como Odesa como ciudad veraniega y con gente en la playa. Al revés también, tengo fotos de países en guerra que ahora ya no lo están. No creo que sea fácil cosechar sonrisas en esos momentos. La gente sufre y tiene hambre, como sucede en Gaza; no me lo imagino. La guerra es una cara terrible de la moneda de la humanidad y, entonces, hay gente que es tremendamente desdichada y otra gente que es feliz. La felicidad y la sonrisa creo que sólo se dan en momentos de paz. Es difícil que un país en guerra las tenga.
—¿Existe la sonrisa perfecta?
—Creo que toda sonrisa es perfecta, no hay ninguna que no lo sea. Se me ocurre una que llevo a Noalejo: es una mujer etíope muy mayor, con 80 años, que no tenía nada más que un diente en la boca. Entonces, cuando sonreía, únicamente se le veía eso dentro. Podríamos pensar que eso es horrendo, pero, en mi caso, todo lo contrario, cuando alzaba las mejillas y sonreía estaba preciosa...
—¿Guarda alguna anécdota especial de sus viajes?
—Cada fotografía encierra un momento único de todos los que he vivido, pero sí que recuerdo con cierta añoranza una de ellas. Estaba en el Líbano y tomaba una fotografía a unas chicas con una flor roja cuando, de repente, ellas me la ofrecieron como regalo. Yo me sorprendí, pero se la acepté. Al cabo del tiempo, una persona que también se encontraba allí me envió la otra cara del momento: una fotografía de estas chicas entregándome la flor. El remitente consiguió hacérmela llegar tras hacer una búsqueda intensa. Todavía mantengo esa flor en mi cuaderno de viajes.
—¿Cómo ha sido la respuesta del público ante una sala desbordada por la felicidad?
—En todos sitios donde estuvo expuesta la respuesta siempre era similar. Los asistentes salían riendo de la exposición. Y es que, en realidad, la propia muestra incita a ello. Al final, se contagian de ese sentimiento, así que siento que cumplo con mi propósito.
—¿Qué espera de la exposición en el pueblo?
—Como siempre, espero que la disfruten y la valoren. Deseo que puedan conectar con ese sentimiento y que nos sintamos con más similitudes que diferencias. La alegría contribuye a ello, a eliminar lo que nos distancia.