El mundo de la cultura llora la muerte del cantaor sevillano Juan Peña el Lebrijano

14 jul 2016 / 11:30 H.

“Cuando Lebrijano canta se moja el agua”. Las palabras de Gabriel GarcíaMárquez, que dieron título a su último disco, fue una de las citas más recordadas en la triste jornada de ayer para el mundo del flamenco. Juan Peña, El Lebrijano, fallecía en Sevilla, a sus 75 años. Y su arte y virtuosisimo, ensalzado por todos tras la lamentable noticia, se podía resumir bien con la reflexión del premio Nobel: su voz era capaz de lo imposible. Lebrija, su ciudad, será hoy donde se celebre su funeral.

Medalla de Plata de Andalucía en 1986, Juan Peña nació en Lebrija (Sevilla) en 1941. Comenzó muy joven y compaginó el cante con el toque de la guitarra, pero a raíz de su triunfo en el concurso de Mairena del Alcor (1964), como cantaor, decidió dedicarse en exclusividad al cante. Uno de los primeros trabajos importantes fue con Antonio Gades, en cuya compañía estuvo varios años cantando como acompañante al baile.

Profundo conocedor del cante ortodoxo —en sus primeros tiempos estuvo muy influenciado por el magisterio de Antonio Mairena—, su inquietud artística le llevó a buscar la introducción de algunas innovaciones, en un arte habitualmente encorsetado por la tradición inamovible que defienden los puristas. Así, apostó por la innovación incorporando el mundo sinfónico con colaboraciones con la Orquesta Andalusí de Tánger para redescubrir las raíces árabes del flamenco.

Cabecera de cartel de los más importantes festivales, refleja su presencia activa e inexcusable en los nuevos rumbos que el flamenco tomó a partir del decenio de los setenta, ya sea con la recreación de estilos perdidos en el tiempo, ya con significativas aproximaciones a otros lenguajes. Fue el primer cantaor que lleva el flamenco al Teatro Real (1979), y con dimensión didáctica por todas las universidades andaluzas (1993-1994).

Reconocido con la Medalla de Oro al Trabajo en 1997 por el Ministerio de Cultura, su última obra es Cuando Lebrijano canta se moja el agua, frase que le dedicó Gabriel García Márquez y que servía de tributo al premio Nobel de literatura. Entre los proyectos más inmediatos del cantaor —también reconocido como Hijo Predilecto de la Ciudad de Lebrija en 2009—, estaba previsto el estreno el próximo septiembre en la Bienal de Flamenco de Sevilla del espectáculo De Sevilla a Cádiz, en el que recorría los cantes más representativos de ambas provincias, inspirándose en uno de sus discos más emblemáticos.

Además, el artista recibió en la Bienal de Flamenco de 2014 el Giraldillo a toda su trayectoria y su figura fue reconocida en la gala final de esa edición, que se celebró en el Teatro de la Maestranza, con el espectáculo El cante se escribe con L, título de uno de los discos más celebrados de “El Lebrijano”, un recorrido por recogidas piezas de su rico repertorio clásico y creativo, que durante más de 50 años lo mantuvo en primerísima línea del escalafón flamenco.

“Hoy hemos tenido una gran perdida, uno de los grandes del flamenco, pero sobre todo una magnífica persona”, destacó tras la noticia la presidenta de la Junta, Susana Díaz, que mandó, en nombre de todos los andaluces, su “profundo pesar” a la familia de El Lebrijano, a todos sus compañeros. “Nos queda su obra, su legado, él es y ha sido heredero de los cantes de Lebrija, un conocedor de la música andalusí que fue capaz de tender el diálogo, el puente, y fusionar nuestro flamenco”, recordó. Asimismo, el ministro de Educación, Cultura y Deporte en funciones, Íñigo Méndez de Vigo, lamentó el fallecimiento del cantaor y afirmó: “Hoy lloramos lágrimas de cera”.

El funeral se celebrará a las doce del mediodía en la Parroquia Nuestra Señora de la Oliva de Lebrija, ciudad que ha decretado tres días de luto oficial. Allí se instaló la capilla ardiente del artista, en la que numerosos lebrijanos y personalidades de la cultura se despidieron del cantaor.