Animales interiores

Crítica cultural sobre “Camino al zoo”, obra de Juan Carlos Rubio presentada el 30 de noviembre en el Festival de Teatro de Cazorla

04 dic 2024 / 16:30 H.
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De dos textos de Edward Albee, “The zoo story” (La historia del zoo) de 1959 y “Homelife” (Vida hogareña) de 2004 y precuela de la anterior, surge esta composición dramática bajo el título “Camino al zoo”. Un drama de gran altura teatral con leves pinceladas de humor que participan del desgarro existencial de sus personajes. Al fin, es eso lo que tenemos enfrente, tres personajes, dos historias cuyo único nexo es el protagonista que interviene en las dos. En el primer acto versionado de “Homelife”, Peter es un ejecutivo editorial que se muestra, en apariencia, alejado del mundanal ruido. Su actitud, aparentemente serena, expone un personaje de cierto rango intelectual capaz de evitar conflictos ya sean internos, ya externos. Ann, su mujer, enamorada sin fisuras de Peter, no responde en equilibrio a la demanda intelectual de su esposo, pero vive en un conflicto interior creciente. Jerry, personaje del segundo acto versionado de “The zoo story” muestra a Peter su vida originalmente rota y desestructurada. Será Peter quien atienda y experimente los razonamientos vitales de una profunda conocida y un perfecto desconocido. Podría ser este un argumento simple, con ambientaciones en el salón apacible del hogar y en un rincón siempre amenazado de un parque. Pero nada más lejos de lo aparente. La vida tranquila de Peter, en ocasiones aburrida hasta casi convertirse en una vida sin más alicientes que la lectura, se ve inmersa en un torbellino de emociones, de pasiones, de rabia contenida, de locura, que llega a romper el estado equilibrado de quien no reconoce realidades paralelas. La esposa exige despertar de la sumisión vital a la que ha llegado su matrimonio, ruega por liberar la condición animal de todo ser humano para recuperar un poco de temperatura pasional, sin otro propósito que hacer hervir la vida que todos llevamos dentro. Su dilema no niega la bondad de la unión con Peter, antes, al contrario, lo pone en valor, pero reclama unos gramos de locura que permitan la improvisación, la pérdida del control, el daño. A veces se hace necesario prender fuego a ese interior donde se acomoda el espíritu, porque lo cotidiano al final se convierte en jaula y hasta un animal encerrado advierte la necesidad de sentirse salvaje de vez en cuando.

Jerry se encuentra a Peter leyendo en un banco tranquilo del parque, quizá porque leer sea lo más salvaje que hay en su vida toda vez que ha silenciado oscuros secretos. Jerry muestra su realidad, su locura encerrada, su proyectado salvajismo, su lado más humano frente al más animal, llevando a Peter a un extremo vital que lo convierte en el brazo ejecutor de la muerte voluntaria de Jerry. Un zoológico es el hábitat civilizado de los animales, mientras los seres humanos enjaulan sus emociones, sus pasiones, sus secretos, sus anhelos, su destrucción hasta límites sin retorno. Es este un excelente trabajo de Ana Labordeta, Fernando Tejero y Dani Muriel. Una dirección de altos vuelos en la batuta de Juan Carlos Rubio. Una escenografía minimalista y poética en su simbología de jaula. Un engranaje teatral perfecto que ejerce como recordatorio de la necesaria ventilación del ser salvaje que negamos ser.

Cultura
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