Una vereda multicolor de carretas repletas de devoción y de alegría

La sierra muestra su mejor cara en la víspera del gran día

24 abr 2016 / 11:11 H.

El día amanece plomizo. Son las siete y media de la mañana. Amenaza lluvia. Las primeras carretas llegan al punto de partida —la calle Alhamar— luciendo sus mejores galas. En su interior, los peregrinos ya tienen todo dispuesto para emprender el camino. Algunos se acostaron al alba o, mejor dicho, todavía siguen en pie, pero con “las fuerzas intactas”, dice Juan Manuel Molina. Cada romero tiene una forma particular de hacer el recorrido al santuario y de encontrarse con La Morenita, una manera de vivir y plasmar su devoción. Unos lo hacen a pie, otros a caballo y están los que prefieren el ajetreo de las carretas. 141 —una más que el pasado año— son las que recorrien este año los veinte kilómetros que separan Andújar del Santuario de la Virgen de la Cabeza. Faltaron cuatro que no llegaron a tiempo.

La sierra está preciosa, el verde resplandece. No hace calor y las condiciones son perfectas para una jornada inolvidable. José González es, desde hace treinta y tres años, el coordinador de las carretas. Asegura que la marcha es perfecta: “Ni muy despacio, ni muy rápido, a su ritmo”. El paso de los años ha construido una liturgia que solo puede entenderse cuando el romero se limpia el polvo de las botas, corta una rama de jara, comparte el almuerzo en Lugar Nuevo y enfila los últimos metros de la Loma de Los Santos, muy cerca ya de Ella. Viven una experiencia inexplicable, muy difícil de narrar con palabras, por la emoción que se derrama. Muchos volvieron a cumplir con ese ritual en el que se conjuga el sentimiento religioso con la alegría más desbordante. Para otros, como David Castilla, maestro cordobés que trabaja en Andújar, será su bautismo. Está excitado. Llama a sus madrinas para que estén preparadas. Ya ha divisado el Jándula. Las madres de sus alumnos le regalaron, el primer año, los botos; el segundo, el traje de curro y el día de su cumpleaños la medalla de la Virgen de la Cabeza. Comparte el recorrido con amigos y sus familias.

De media, cada peñista suele gastarse en la peregrinación unos doscientos euros para que “no falte de nada”. Las carretas están especialmente diseñadas para que sirvan un poco para todo. Es el lugar de las comidas y también del baile y del cante. Cualquier melodía se presta a un poco de movimiento. Los integrantes de las peñas son auténticos expertos en organización. Debajo de los asientos se guardan bolsos de ropa y comida, unas redes colgadas del techo sirven para depositar los artículos de mano (chaquetas, gorras...), los frontales de los remolques están destinados para los depósitos de agua y basura... En realidad, un recorrido en una carreta de estas características es un mundo aparte. Y qué decir de las viandas. A más de uno se le hace la boca agua nada más pensarlo. Todos los derivados del cerdo, pasando por filetes empanados, flamenquines, queso, habas con jamón, tortilla de patata, ensaladas bien aliñadas, salmorejo... “El camino es muy largo y hay que reponer fuerzas”, comenta Curro, todo un veterano en estas lides.

“Parecemos la ONU, recogemos a todo el mundo”, comenta un romero mientras sube a su carreta a un peregrino que se ha quedado atrás. “Nos tenemos que echar una mano los unos a los otros”, remata. En cierta forma esta celebración no se puede entender sin solidaridad ni camaradería. Al fin y al cabo, todos son hermanos.