Entre una legión de triciclos

La ciudad está literalmente tomada por los 20.000 sidecars que hay registrados

16 may 2016 / 17:00 H.

No es país para conductores noveles. Esa frase de que “las normas están para saltárselas” alcanza en el tráfico en Filipinas una de sus máximas expresiones. Una situación que en ocasiones roza el más absoluto caos. Es complejo juzgar la situación con ojos españoles, pero todo parece tener un orden encriptado que queda fuera del alcance de nuestra lógica vial. Está prohibido adelantar por la derecha, pero es práctica más que habitual; incluso, si es necesario, se utiliza el arcén. Tienen su propio código de comunicación con las luces y con el claxon. Por el contrario, como positivo, parece que nadie se altera.

En el caso del Jaén filipino, la situación no mejora precisamente. Bien es cierto que no hay que soportar los atascos kilométricos del infernal tráfico de Manila, pero se dan otras circunstancias que afectan significativamente. Entre ellas, la casi total ausencia de señalización en todo el municipio —tanto horizontal como vertical— y unas vías tomadas literalmente por una legión de triciclos. En Jaén se contabilizan alrededor de 20.000, es decir, hay aproximadametne un triciclo por cada tres habitantes. Las cifras hablan por sí solas y ponen de manifiesto cuál es el vehículo preferido.

Los triciclos consisten en una moto con un sidecar construido alrededor de ella, conectado por unas barras de hierro. Cada conductor suele adecuarlo a sus necesidades, por lo que los hay de múltiples formas y usos: desde los destinados para servir como vehículo familiar hasta los que son auténticas tiendas ambulantes de comida y cualquier tipo de producto, o los usados para el tranporte de diversas mercancías. Danilo Pallarca es propietario de un establecimiento de fabricación de sidecars. Abrió el negocio en el año 2003, por lo que lleva 13 dedicado al vehículo emblema del Jaén filipino. Tiene a su cargo a 9 trabajadores. Explica que tardan unos dos días en construir los triciclos. El precio, alrededor de 9.000 pesos fililipinos, 180 euros. Como van personalizados, el precio se incrementa en función de las necesidades de cada cliente.

En cuanto al número de pasajeros, podría pensarse que 2 o 3 a lo sumo, pero la realidad es bien distinta. El cupo, tantos como quepan entre la moto y el sidecar. No resulta extraño ver a dos personas sentadas con el conductor en la moto y otros cuatro o cinco en el interior del sidecar. Algo absolutamente inimaginable en el Jaén español. Y nada de casco ni para el conductor, ni para los correspondientes pasajeros.

Los triciclos también funcionan como servicio público. El precio varía en función de la distancia, pero lo habitual es que por 7 pesos filipinos —unos 14 céntimos de euro— se pueda ir a cualquier punto del municipio de Nueva Écija. No se paga por persona, sino por destino. Evidentemente, no hay taxímetros y, antes de montarse en el vehículo, hay que negociar con el conductor el precio que se cobrará por el trayecto.

Esta es una de las características que comparten el Jaén filipino y el del Perú, ya que en las dos ciudades dominan vehículos similares. En el sudamericano son llamados mototaxis, pero son mucho más uniformes que en el municipio filipino, donde parece no haber un criterio establecido más allá de los propios gustos del conductor que manejará el triciclo. En ciudades más grandes, como la misma Cabanátuan o Manila, es habitual ver a los usuarios de este tipo de transporte taparse la boca y la nariz con pañuelos para evitar el aire contaminado por la saturación de vehículos que se acumulan.

Los coches son menos asequibles para la mayoría de los vecinos del Jaén filipino, por su elevado coste. Quedan fueran del alcance de gran parte de la población, por lo que se opta por el triciclo como opción mucho más económica. Hay tres tipos de carné: para estudiantes, para conductores no profesionales y para conductores profesionales.

Los jeepneys heredados de EE UU
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No es habitual encontrarlos en Jaén, por el tamaño de la ciudad, pero los jeepneys son el transporte público por excelencia en Filipinas. Tienen una historia más que curiosa. Cuando las tropas estadounidenses comenzaron a salir del país, al final de la Segunda Guerra Mundial, los jeeps de sobra fueron vendidos o entregados a los filipinos. Estos los remodelaron con el objetivo de poder incluir a varios pasajeros. También les colocaron techos de metal y optaron por ponerles colores llamativos y ornamentos brillantes de cromo. Cobraron mucha popularidad y permitieron contar con un medio de transporte público barato. Actualmente, están regulados por la Administración. Deben realizar unos recorridos prefijados y poseer unas tarifas fijas.

El interior de los jeepneys cuenta con asientos en los laterales y la puerta trasera no existe, por lo que el viajero accede con facilidad. Una vez sentado, el dinero se pasa a través de los pasajeros al conductor y este, al darle la vuelta, procede de la misma manera. Los precios son realmente asequibles y pueden rondar entre los 12 y los 15 pesos filipinos —entre 24 y 30 centímos de euro, aproximadamente—, aunque depende de la ciudad.

También realizan trayectos interurbanos. En esos casos, suele ocurrir que el vehículo no parte hasta no estar completamente repleto de pasajeros. Pero no solo el interior, sino también el techo del vehículo, con unas más que dudables condiciones de seguridad, lo que hace del transporte en Filipinas toda una aventura.