“Cuando el silencio clama tu soledad”

    25 abr 2016 / 10:00 H.

    El día que me vaya,

    me iré contigo,

    a amarnos.

    Te sentiré despacio,

    invencible, insospechada,

    como tú me has enseñado,

    quedando en ti

    sin preguntarte,

    hasta perdernos en las huellas del cosmos.

    Eres mi amante en volandas,

    osario fiel

    de encuentros rotundos;

    y vuelves la cabeza cuando paso,

    mirándome,

    en este amor que inventamos.

    Me doblegan tus hombros desnudos,

    la luz despeñada de tus tirabuzones rubios,

    tu cintura virtuosa,

    esa mirada maternal y quieta,

    tu nívea hechura,

    la mudez de tus muros soterrados,

    el agasajo de tus losas,

    la aorta de tu memoria sostenida.

    Me miras fijamente

    y siento que tu luz me besa los párpados,

    penetrándolos.

    Pertenezco a tus alturas,

    donde se eternizan los mundos

    en tu fruto de pájaros exactos.

    Te oigo vivir, iluminada,

    tan excelsa, tan arriba,

    crecida noble,

    clara como el agua que resbala,

    por cerros y angosturas intemporales.

    Cuando en las horas estallan tus campanas

    tu efigie, honda y majestuosa

    escala el cielo en una talla implacable.

    La gravedad de tu albor flotante

    tiene forma de soneto.

    Y el aire te almizcla enamorado

    prendido, por tu contorno galáctico.

    Y mientras te desperezas

    en un rapto de emoción,

    tus pechos amamantan

    los montes moteados de verde nácar,

    y el color y tú,

    esculpís una simbiosis de arcángeles,

    que hiere con su belleza de lienzo,

    mi alma, las fuerzas, los tiempos, la historia,

    el aire...

    Tu vientre

    puro milagro:

    pretil florido

    de infinitud, de órganos tallados,

    de enigmas y paisajes fractales,

    de laberintos corroídos,

    de olivos y mármoles temblorosos,

    de inciensos habitados.

    Luego es de noche

    y tú callas.

    Y es entonces cuando el silencio clama

    tu soledad herida.

    Los astros se inclinan a rozarte.

    Te besan las auroras con partículas de lirio

    y tu secreto encastillado,

    desnuda las calles

    y tiembla de emoción la tilde

    de este Jaén a la intemperie,

    que te mira desde todos los ángulos.

    Tomas forma de abrazo,

    me acostumbras a vivir en ti,

    y más te amo.

    Por eso,

    me iré contigo,

    el día que me vaya,

    a amarnos.

    (Poema “Amantes” Por Rocío Biedma)