Los piratas del tabaco atacan a los estancos

El contrabando amenaza a un negocio vital para los pueblos

24 mar 2018 / 11:18 H.

Enrique Casado Aranda tiene su estanco en el Paseo de la Estación de Jaén. “Aún recuerdo cuando los jornaleros jiennenses, una vez que habían terminado de recoger la aceituna y emprendían camino a otras campañas, venían al estanco para comprar cartones y cartones de tabaco antes de coger el tren que los llevaba a Francia para recolectar la uva y la manzana”, indica. Además, añade: “Ahora se hace, pero en menor cantidad. El tabaco está muy arraigado en Jaén, ya que va ligado a sectores como la agricultura y la hostelería, que son los motores de la provincia”.

La Asociación Empresarial del Tabaco (Adelta) indica que el consumo de cigarrillos cayó un 5,27% en la provincia, mientras que el de cigarros bajó un 5,84%. El tabaco de liar se vende un 7,06% menos, mientras que sube el consumo en pipa, que crece un 7,59%. A priori, con los datos fríos y sin escuchar a los vendedores de tabaco, se podría pensar que los jiennenses fuman menos. En cambio, los estanqueros tienen una visión totalmente diferente. Piensan que lo único que baja es el consumo de tabaco legal debido a las redes de contrabando, que ofrecen un producto de dudosa procedencia, aunque más barato porque no soporta la carga impositiva —narran que es de más del 83% de su precio—.

“En Jaén había unos 250 estancos hace unos años. Ahora, quedamos 235. El contrabando no para de golpearnos y ha propiciado el cierre de unos 15. Si no se interviene contra estas redes, caerán muchos más porque en los pequeños municipios es muy difícil sobrevivir con un ataque tan fuerte”, explica Enrique Casado Aranda, que también es el presidente de la Unión de Estanqueros de Jaén.

Empleo. La provincia jiennense soporta una de las tasas más importantes de desempleo de España. En cambio, este sector mantiene 500 puestos de trabajo, entre los que destaca el importante número de mujeres. “Hay aldeas que han caído en manos de contrabandistas y son muy difíciles de recuperar”, añade el presidente. De hecho, los estanqueros afirman que los piratas pasan por los pueblos para vender el producto o, incluso, hay vecinos que lo compran por internet y luego lo distribuyen, algo que les sirve para ganar un dinero extra de manera irregular.

No es una fantasía a razón de las intervenciones policiales que se desarrollan. Hace unos días, la Guardia Civil —dentro de la Operación Pacote— arrestó a dos personas en Jaén por mover tabaco ilegal. Supuestamente, compraban hoja seca a unos cultivadores de Extremadura que luego vendían por los municipios de la provincia. Frente a esto, entre los estanqueros existe la conjura de avisar cuando exista cualquier sospecha. Se juegan su pan o, lo que es lo mismo, la supervivencia de su negocio que, en muchas ocasiones, han heredado de sus antepasados.

Punto de encuentro. El estanco es uno de los negocios que intenta sobrevivir en el mundo rural, que lucha contra el éxodo en los pueblos hacia las grandes ciudades. En cambio, la venta de tabaco —la principal fuente de ingresos— permite introducir otros complementos que son clave para el municipio. Cientos de ancianos jiennenses recargan sus teléfonos en los estancos, juegan a la lotería, compran regalos para sus hijos o nietos o pasan largas horas de conversaciones. Sin embargo, sus propietarios dicen que, si no se ataja el contrabando, su supervivencia tiene fecha y que caerán antes o después. Curiosamente, no se quejan de la normativa, que ha sido tremendamente dura con ellos para reducir el número de fumadores. Su lamento va dirigido a todos aquellos que no cumplen la ley, es decir, esos piratas que pasan por los pueblos con un tabaco que genera muchas dudas y que escapa a los controles fiscales y, también, sanitarios.

“Fue una herencia que dejó mi abuela”
Enrique Vallejo Peralta Estanquero de Porcuna (6.403 habitantes) |

Enrique Vallejo Peralta forma parte de la tercera generación de una familia que vive del estanco. “Mi abuela se lo dejó a mi tío. Luego, me lo pasó a mí y ahora mi hijo ya trabaja conmigo. Actualmente, cuatro personas vivimos de este negocio. Abrimos a las siete de la mañana porque hay muchos agricultores y jornaleros que se pasan a comprar antes de marcharse al olivar. Luego, no cerramos hasta las diez de la noche, por lo que cubrimos una franja horaria muy grande y necesitamos a bastante personal”, afirma. Enrique Vallejo Peralta está convencido de que el principal problema del estanco rural es el contrabando. “Hay mucho. Da igual por donde mires. Nosotros lo único que podemos hacer es estar alerta y avisar a la Guardia Civil cuando tengamos alguna sospecha”.

Un estanco de un municipio pequeño ofrece muchos servicios. “Metí prensa, revistas, papelería y artículos de regalo o de fumador porque creía que hacían falta en el pueblo. En cambio, ahora como existen muchas más marcas de tabaco que antes he tenido que recortar y he quitado los artículos de papelería”, manifiesta. Además, añade: “Aquí somos como una gran familia. Nos conocemos todos y contamos con un trato muy personal con los clientes. La gente no viene solo a comprar tabaco, sino que se encuentra para hablar de la cosecha, de la familia y de lo que sea como un punto de cita social”.

“Si veo contrabando, doy la voz de aviso”
Jesús Caballero Urbano Estanquero de La Puerta de Segura (2.396 habitantes) |

Jesús Caballero Urbano es el vivo ejemplo de una pareja joven que ha decidido ganarse la vida con la venta de tabaco. “No llevamos mucho tiempo, ya que comenzamos en 2013. Trabajamos con mucha ilusión, pero con la idea clara de que no nos vamos a hacer ricos. Nos da para vivir y sacar adelante a nuestra familia. No es lo mismo tener un estanco en Madrid, con miles de personas alrededor, que en La Puerta de Segura, donde hay 2.300 vecinos y dos estancos”, señala Jesús Caballero Urbano. Además, continúa: “Estoy convencido de que el contrabando es una de las peores lacras sociales. Yo vendo un tabaco que destina un 83% del precio a pagar impuestos. En cambio, los contrabandistas no pagan nada y además venden un producto de dudosa calidad. Los estancos rurales tenemos muy claro que se trata de una cuestión de supervivencia. Por eso, si yo veo contrabando, al igual que mis compañeros, damos la voz de aviso”. Este vendedor de tabaco también ha decidido introducir otros productos en su municipio para dar servicio a sus vecinos. “Tenemos una nevera con bebida fría, algunas botellas de alcohol y apuestas de la ONCE. Mucha gente viene del campo a comprar el tabaco y ya se lleva el resto. También vendemos prensa”, indica. No obstante, también cuenta con algunos artículos de regalo difíciles de encontrar en La Puerta de Segura para completar los ingresos y dar un servicio a sus vecinos.

“Vender tabaco en el pueblo me hace feliz”
Ana María Pastor Lozano Estanquera de Marmolejo (6.968 habitantes) |

Ana María Pastor Lozano es la estanquera de Marmolejo. Su negocio está entre el mercado, la oficina de crédito del pueblo y el Ayuntamiento. “La gente pasa casi sin querer. Aquí nos esperan a que abramos para comprar el tabaco. No solo vendo, también escucho a la gente. Hay personas que vienen a por la cajetilla o el cartón, pero también con ganas de hablar para no sentirse sola. A veces, también siento que hago de consejera y hasta de psicóloga. En realidad, me hace muy feliz vender tabaco en mi pueblo. El estanco me da grandes alegrías”, afirma Ana María Pastor Lozano. El negocio se lo dejó su tía. En realidad, presume de venir de una familia de comerciantes, lo que le ha dado muchas tablas al frente del negocio. “A mí me enseñaron a escuchar a la gente y a no despreciar a nadie. La misma persona que pasa un día para comprar una caja de cerillas puede llegar al día siguiente para llevarse los puros para la boda. Yo siempre atiendo con agrado. Además, mi estanco está en un lugar especial, ya que es una casa de mis antepasados”, indica.

Además, añade: “A mí me gustaría que continuaran mis hijos con el negocio porque creo que es bonito vender tabaco en el pueblo. Atendemos a la gente y también suministramos a algunas máquinas. No todo el mundo lo sabe, pero un estanco colabora mucho con la sanidad, por ejemplo, gracias al dinero que es capaz de recaudar para los impuestos”.

“El tabaco permite dar muchos servicios”
Francisco Berdonces García Estanquero de Lahiguera (1.759 habitantes) |

Un estanco en un municipio con poco más de 1.500 habitantes y con épocas en las que los temporeros se marchan y quedan menos personas se convierte en un establecimiento comercial decisivo para el día a día del pueblo. Esto es lo que narra Francisco Berdonces García. “Hay personas mayores que vienen a por tabaco, pero otras solo buscan recargar el teléfono. Si no estuviera el estanco, no sería posible. Tampoco comprar algunas golosinas para los nietos o probar suerte en las Loterías y Apuestas del Estado. Si no estuviera el estanco abierto, tendrían que coger el coche y hacer diez kilómetros para llegar hasta Andújar”, indica este estanquero.

Francisco Berdonces García es rotundo frente a los piratas: “Hay mucho contrabando en el pueblo. No es lo mismo vender en Madrid o en Barcelona, que en un pueblo tan pequeño, pero aquí seguimos resistiendo. Estoy convencido de que Lahiguera no sería igual si no tuviera el estanco. Es como la farmacia y, con todo el respeto, como la Iglesia o el Ayuntamiento”. También aclara: “Es el primer sitio al que la gente viene a preguntar. Sabemos quién está malo, si ha ocurrido algo y hasta el jarabe que se toman algunos clientes. El estanco es un lugar de encuentro para los vecinos de Lahiguera. Si el contrabando consigue que cerremos, estoy seguro de que este pueblo y muchos otros de Jaén, de Andalucía y de España no serán igual sin el estanco”.