Lluvia, solo
de caramelos

El universo Disney protagoniza una cabalgata que “hace hervir” a la ciudad

06 ene 2018 / 12:12 H.

Es el día de los niños, pero los primeros que disfrutan de la cabalgata no son, precisamente, menores de edad. A las puertas de la Residencia para Mayores Condes de Corbull, en los aledaños de la Plaza de Santa María, “jóvenes de ayer”, sentados por comodidad o imposición física, vuelven a saborear el ambiente previo al cortejo real, cuyas carrozas, personajes y animaciones ultiman detalles, desde más o menos las cuatro y media de la tarde, para que todo salga a la perfección y la comitiva, un año más, deje el mejor de los regustos. Ellos recuerdan los días en los que les tocaba ser protagonistas de la jornada y, con muchos más años pero con la ilusión —otra vez— intacta, gozan del jaleo propio de la inmediatez de un acontecimiento eterno: el paseo de Melchor, Gaspar y Baltasar por las calles jiennenses.

Las previsiones meteorológicas no aciertan del todo; el cielo se encapota, se aclara, juega al despiste con las ganas de cabalgata de pequeños y mayores, que temen la lluvia como un cofrade el día de su procesión. Son casi las cinco y media y, pese al adelanto sobre el horario previsto, Jaén quiere a sus Magos y sube en multitud hasta la orilla de la Catedral para coger un sitio de lujo. “¿Cuánto falta, mamá?” es la pregunta que resume la impaciencia de los niños, emocionados ante el privilegio de ver a Sus Majestades en carne y hueso, ahí mismo, ellos que todo el año huelen a leyenda pero que hoy descienden casi a ras de acera.

“¡Ya empieza, ya empieza...!”. Las campanas de la torre del reloj tocan a alegría y la Cabalgata de los Reyes Magos 2018 cambia su piel de sueño por una de realidad, colorida, optimista, luminosa y sonora. La cabecera informativa de referencia en el mar de olivos es hoy, también, cabecera de la ilusión. Diario JAÉN, con su microbús viajero y un equipo “de cuento”, tiene claro que la noticia del día está en los rostros de los peques y sale a buscarla.

Esto ya no hay quien lo pare. ¡Y qué bien suena la Banda Municipal de Música de Jaén “en modo” Navidad! Su popurrí de villancicos invita a contribuir a la fiesta, y en las aceras no queda un pie quieto: “Ande, ande, ande la Marimorena...”, corea la gente, entusiasmada, allí donde adoquín o asfalto se hacen parte del recorrido. La comitiva, que promete fantasía a raudales, deja claro desde el principio que costumbre e innovación no están reñidas: ese portal de Belén, pastores y angelitos incluidos, que inaugura el cortejo es todo un guiño a la tradición y la Estrella de Oriente que lo corona, la meta de los Magos. Los figurantes, muy metidos en sus papeles, celebran el nacimiento de Jesús y comparten esa felicidad con quienes se agolpan a la espera de la única lluvia deseable este día: la de caramelos.

Antes de pelearse pacíficamente por llevarse cuantos más mejor, el mundo de las hadas lo envuelve todo. Majestuosos pelícanos y sugerentes mariposas acompañan a estos seres fantásticos que forman parte del imaginario sentimental de grandes y pequeños, igual que el universo de Peter Pan. Sí, el País de Nunca Jamás está, esta tarde, en Jaén, y una veintena de Campanillas con acento de aquí lo deja claro sobre una preciosa carroza seguida por personajes de otra historia no menos apasionante: “La Vuelta al Mundo de Willy Fog”; colosal el búfalo, grande el león... y ese mínimo globo en el que los protagonistas de la hazaña de dar la vuelta a la Tierra en ochenta días reparten besos con las manos.

¡Cuánto disfrutan los críos cuando los siete enanitos, o la mismísima Blancanieves, posan con ellos para la foto que mamá o papá consiguen a fuerza de tesón, entre tanto público como puebla la ciudad! La luz de la tarde empieza a quedarse en eco y unas marionetas gigantes, blanquísimas como la curiosidad infantil, sorprende a todos: bailan, se mueven al compás de la música mientras derrochan luz... Claro, como que la primera de las carrozas reales está a un paso, con el mítico Melchor y sus pajes cargados de caramelos que llueven —por fin— sobre las cabezas, literalmente. “Es mi preferido”, dice, emocionado, Carlos, un jiennense de apenas seis años que no se cree lo que ven sus ojos. El Rey Mago es generoso, sus manos no dan abasto y gasta cajas y cajas —hasta 6.500 kilos llevan los monarcas para endulzar el día a los jiennenses— durante el itinerario. La calle Campanas, la Carrera, la Plaza de la Constitución, Virgen de la Capilla... Atrás queda la zona histórica de la capital y la cabalgata enfila el tramo más céntrico detrás de Aladdin y los suyos, que preceden a una gigantesca esfinge egipcia escoltada por el príncipe y su corte. Quienes prefieren a Gaspar están de suerte, llega ya sobre una carroza azul que deslumbra de tan brillante. A falta de lluvia, los paraguas recogen caramelos a mansalva una tarde que, a cada momento que pasa, se pone más fría en los termómetros. Pero solo ahí, porque en la calle hierve la ciudad por mucho que Olaff y sus amigos, los habitantes de las nieves, pretendan lo contrario. “¿Cuándo viene el Rey negro, papá?”. Christian, a sus siete años, dice que es “el mejor” de los tres y el que más regala, así que no lo duda: “Es mi preferido”. Lo preceden La Sirenita y sus peces de colores, el príncipe Ariel, la princesa y hasta el cangrejo, que hacen las delicias de los amantes de los “selfies”, lo mismo que el Rey León y su gente. Un tramo étnico que culmina en la carroza de Baltasar, y los nervios, ahora, ganan la partida: “¡Caramelos, Baltasar!”, y él los lanza a diestro y siniestro, hacia balcones, portales y al cielo mismo... Alguien los cogerá.