Las cegueras de la vida
(EL EVANGELIO CON OJOS DE HOY)
Dice un refrán: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Y qué verdad es. Podemos tener unos ojos hermosos y hasta una mirada penetrante y nítida y sin embargo podemos “andar ciegos” por la vida viendo solo lo que nos interesa, o ciegos en asuntos a veces poco limpios que me pierden en el camino de la vida. Cuando de niño me portaba travieso y no hacía lo que debía mi madre me decía: “Estás ciego”. Yo veía bien, pero ciertamente estaba ciego.
Estoy pensando en las casas de apuestas que se han puesto tan de moda con el deporte, y en concreto con el fútbol, y otras apuestas que por el móvil te lo facilitan todo, hasta jugar al bingo y hasta te regalan un dinero para comenzar, y así te enganchan y engatusan, hasta el punto que muchos decepcionados de la vida, que buscan y no hallan o no saben buscar o no encuentran, creen olvidar por este método engañoso sus penas y decepciones y se enganchan a una falsa felicidad que les entretiene y les hace olvidar pero que les saca el dinero, porque amigos, la máquina nunca pierde, y encima pierden hasta la poca felicidad que les quedaba. Porque, lógicamente, ahí no estaba la felicidad ni el dinero fácil.
¡Y pensar que grandes señores viven y se engordan del vicio y del dolor de mucha gente! Es un ejemplo claro de los ciegos del camino y de la vida y ejemplo de cegueras que hunden en la miseria y no aportan felicidad. ¡Todos tenemos nuestras cegueras! Podríamos poner otros ejemplos.
Lo primero de todo si uno quiere salir de esa postración de ceguera es reconocer su propia ceguera, querer salir de ella. El señor alcohólico o el señor ludópata o yo con mis manías y apegos, unos y otros hasta reconocer las cegueras tienen que andar y atravesar una larga caminata por el desierto de su vida, hasta que descubre, acepta, reconoce y se deja ayudar. Cada ciego necesita su lazarillo.
En estas cegueras también son muy importantes los apoyos constantes de los seres queridos, que están siempre ahí. Dejarse ayudar es fundamental, porque es reconocer tu ceguera, que solo no puedes y juntos el camino se anda mejor. Cuando nos negamos a las ayudas nos pasa como al ciego del evangelio de Juan: que la misma ceguera te pone fuera del camino, fuera de la vida. Y muchos empiezan a darte de lado. Y tú a ser infeliz. A veces tienes que tocar la hondura para darte cuenta de la zozobra.
Cuando el evangelio de Juan nos cuenta este relato simbólico del ciego de nacimiento, tiene expresiones preciosas tan reales como la vida misma, y así lo hemos expresado al hablar de “las cegueras de la vida”. Cuando uno acepta su ceguera se pone en manos de quien puede ayudar.
Al ciego del evangelio le pasa algo interesante. Cuando Jesús lo ve se acerca, es un verbo de proximidad... Me preocupan las personas y me acerco. Y dice el texto: “Jesús escupió en la tierra, hizo barro con su saliva, se lo untó en sus ojos”. Ciertamente es una expresión simbólica de una belleza y profundidad única, que nos transmite un mensaje; si pasó como se cuenta o no pasó da igual, para la fe es lo de menos, lo importante es lo que quiere transmitir .
“Escupir y saliva” hace referencia al aliento, a lo más íntimo de uno, lo que sale de dentro.
“Barro-tierra” hace referencia a mi origen; somos hijos de la madre tierra, que nos regala la vida al nacer y nos cobija y acoge el final de nuestra vida.
“Untar-tocar” es otra expresión que expresa cercanía, ayuda, proximidad...
Dar lo mejor de mí, desde mis adentros y hacerlo con sentimiento, y estar cerca de la gente, ayudando y compartiendo, es lo que da equilibrio a la vida, a la tierra y, por ende, al ser humano.
La vida es aliento, fuerza, intimidad, corazón, mirada, ternura.... Y cuando faltan esos elementos nos quedamos solo con los contrarios: eficacia, rendimiento, ganancia. Y con eso no es suficiente, y a veces endurecen el corazón, y no hay que dejarse. A veces, como ahora, no podemos tocar y solo hay que “abrazar con la mirada”. Pero hay miradas que dicen más que las palabras.
¿Os imagináis la vida desde esos parámetros? Habrá muchos defectos, pero habría también muchas felicidades.
Aplicado al momento que nos toca vivir, en plena crisis del coronavirus, esta imagen del “untar y tocar” nos hace referencia y nos ayuda a pensar en tanta gente que son hoy los que untan y tocan, con dedicación, servicio y generosidad, ayudando a tantos que se quedan al borde del camino y a veces hasta de la vida. Son los samaritanos del amor con nombre y apellidos, auténticos ángeles de la vida y la salud.
Nuestro homenaje y agradecimiento a los que están en primera línea cuidando de enfermos, mayores y personas vulnerables que tanto necesitan.
Cuidaos, por favor, para poder seguir cuidando.