Tarta de peras
y almendras

    15 sep 2019 / 11:43 H.

    El nombre en francés se correspondía con “Tarte aux poires à la Bourdaloue”, pero Atanasio la nombraba simplemente como tarta de peras, suprimiendo el término Bourdaloue, que no era otra cosa que una calle de París en donde este personaje nació, allá por el año 1850. La rue a su vez quiere homenajear, desde 1822, a Louis de Bourdaloue, jesuita predicador y jansenista (que creía en la predestinación). Atanasio aprendió a elaborar este dulce en París. Le llevó al lugar, en los años sesenta del siglo XX, unos conocimientos medios aceptables del francés, obtenidos mediante un profesor exigente y la conclusión del Bachiller Superior. En poco tiempo, y al comprobar que las vanguardias que iba buscando no existían, se vio trabajando en una pâtisserie industrial en las afueras de la capital francesa. Como hecho cumbre de su estancia estaba el que los viernes ayudaba al pastelero mayor, Monsieur Ruan, a obrar una tarta de peras. No olvides querido Atanasio, le decía Monsieur Ruan, que un país es tanto más importante cuantos más nombres de tartas tiene reconocidos a nivel mundial. Y él tomaba nota del tipo de pera y su cocimiento, de la masa sablé y del modo de hacer la pasta de almendras que rodeaba a los frutos. Todo un arte. Lo que no sabía era para qué Monsieur Ruan hacía las tartas los viernes. Nunca se las dio a probar. Las envolvía en un papel encerado y las depositaba delicadamente en una tartera labrada en madera de nogal, siempre la misma. Después se echaba unas botas de perfume que dejaba un rastro floral inconfundible y se iba canturreando una lánguida canción francesa. En la puerta encendía un cigarro. Tiempo después de que Atanasio estuviera en su país, dedicado al oficio de funcionario, llegó la noticia sobre el asesino de la tarta. Vio la inconfundible foto de Monsieur Ruan con su sonrisa de época, nariz de perfumista y su majestuoso pelo ondulado. Era terrible el misterio que envolvía la visita de este hombre presentándose los viernes, con una tarta de peras en la casa de una novia. Atanasio no creía que fuera tan atractivo como para tener un amor por semana, porque el año tiene de cincuenta a cincuenta y dos semanas. Un hecho como este es importante en la vida de una persona, por eso Atanasio le dio vueltas y vueltas. Incluso estuvo tentado de presentarse como testigo, pero lo consideró innecesario al estar concluido el caso. Tan solo le quedaba una cuestión. Compró ocho peras Williams, las coció en vino tinto y las pinchó, una por una, con una aguja de hacer punto para comprobar su grado de cocción. En definitiva, siguió los pasos inocentes de Monsieur Ruan. Quedó una tarta perfecta. Esperó a que tomara la temperatura ambiente. La envolvió en un papel encerado. Se echó unas gotas de perfume y salió a la calle.