Más de Jaén que el lagarto

Su nombre es todo un mito y los jiennenses se identifican tanto con la marca de su cerveza, que hoy inspira a artistas, tesis doctorales, estudios económicos y es parte instrínseca de lo jiennense

18 mar 2018 / 11:46 H.

Cada verano, cuando los periodistas de Diario JAÉN hacían sus reportajes sobre jiennenses que veraneaban en la costa andaluza, a pesar de que los había a montones (y los hay), localizarlos podía resultar como buscar la aguja en el pajar. Pero no. Existía un faro que iluminaba inequívocamente a lo lejos, en lontananza, para que todos los anhelos llegasen a buen puerto. Esa tabla de salvación era la sombrilla playera de El Alcázar. Una vez se localizaba, no había más que mirar debajo. A su cobijo siempre había algún paisano que disfrutaba de su buena sombra. Todo rodado. Resultaba fácil hasta que la marca desapareció y con ella las sombrillas. Hoy, las playas andaluzas, desde Manilva, en Málaga, hasta Terreros, en Almería, que es donde en verano se vende Diario JAÉN en la costa, no son lo mismo. Les faltan esos microespacios en los que la sombrilla, cual bandera de quien descubre una isla o pone la haba en la Luna, tomaba posesión de pleno derecho de esa sombra, como parte intrínseca e indiscutible del reino de Jaén.

La cerveza El Alcázar forma parte de la memoria colectiva jiennense y, pese a que desapareció la marca por imperativo del mercado y del Tribunal de la Competencia, hoy sigue siendo uno de sus iconos identificativos de Jaén, como lo pueden ser la Catedral, el Santo Rostro, el Castillo o el mismísimo Lagarto de la Magdalena que es pura leyenda.

Es un icono vivo y eso puede comprobarse con solo echar un vistazo a las redes sociales. “La Cerveza El Alcázar es muy importante para la ciudad, incluso para la provincia, porque está asociada a una forma de ser jiennense. Es una marca que ha inspirado a artistas, a ilustradores y a personas que han hecho estudios serios de economía. Incluso el Instituto de Estudios Giennenses tiene publicada una tesis doctoral del tema. Y, sobre todo, se identifica con el ser jiennense”, subraya Francisca Hornos, directora del Museo Provincial de Jaén, cuya vinculación con la fábrica de cerveza jiennense le viene de familia, ya que su padre, Antonio Hornos, fue miembro de la plantilla desde que la fábrica estaba en la calle Los Álamos, antes de su traslado a La Imora y se jubiló siendo presidente del comité de empresa.

“Mi padre fue una persona muy comprometida. Empezó en los talleres de la fábrica, luego fue conductor de camiones y acabó su vida laboral como encargado del muelle y de la distribución de cervezas. Yo he vivido desde pequeña el orgullo de pertenecer a una empresa que ha sido muy importante en la ciudad de Jaén”. Esa vinculación la lleva, dice, a celebrar que hoy continúe la fabricación con Cruzcampo o Heineken. “Esto es motivo de celebración por las personas de Jaén que siguen trabajando en la fábrica de La Imora”, aclara Francisca Hornos.

Existe una tesis doctoral de cómo la fábrica de cerveza El Alcázar se ha ido adaptando, desde 1928, a la economía general y han sido las multinacionales las que han permitido que el empleo sobreviva en la fábrica de La Imora. No hay que olvidar que la fábrica de cerveza ha sido uno de los más importantes focos de empleo de la provincia de Jaén, en buena parte del siglo XX.

Marca. La marca El Alcázar se perdió en su día acatando un fallo del Tribunal de la Competencia. Hay quien piensa, incluso, que es recuperable. Pero esa es harina de otro costal y tendría que producirse una alineación de astros adecuada o algo por el estilo. Dentro de los avatares de la fábrica jiennense fue muy importante la unión con la manchega Cervezas Calatrava, en 1970, y las posteriores uniones con los gigantes cerveceros Guinness, Heineken y Cruzcampo. Finalmente, Calatrava la absorbió el grupo Damm y con El Alcázar hizo lo propio Heineken.

No se debe olvidar el mundo periférico que, a lo largo de su historia, ha generado Cervezas El Alcázar. En el campo del diseño ha habido todo un microcosmos a tener en cuenta, desde la eficaz caricatura de Vica, a abridores, botellines y un sin fin de interesantes diseños, entre ellos la silueta del Castillo que evolucionó hasta la abstracción.

La cerveza de Jaén también fue pionera en España, ya que, a decir de los entendidos, El Alcázar fue la primera marca de cerveza que se colocó en una jarra. Aquella era una jarra de cerámica que se modeló en un torno de Arjonilla.

Haciendo un poco de historia, la primera fábrica de cerveza se inauguró en Jaén en 1886. La puso en marcha la empresa Ramírez y Compañía con el nombre de La Lealtad, que fue también con el que se comercializó la bebida. A finales del siglo XIX, una familia gallega, de Lugo, se asentó en Jaén y también tuvo una importante presencia en Tarragona. Al frente de ella estaba Tomás Cobos Barona. Su hijo político José Puga y los hijos de éste Manuel y Domingo Puga Cobos, proyectaron la creación de una fábrica de cerveza, que se inauguró el día 25 de agosto de 1921. Comercializaba la marca El Lagarto, registrada el 3 de enero de 1922, si bien ya funcionaba y se vendía desde el 26 de abril del año anterior.

El iniciador de la saga familiar, Tomás, fallecido el 27 de junio de 1906, había nacido en Lugo en 1834, se casó con Ascensión Roa Benito y fueron padres de cinco hijos. Uno de ellos, Pedro, llegó a ser alcalde y senador por Tarragona.

Seguramente, dificultades de financiación motivaron que el 28 de febrero de 1928 se constituyera la sociedad anónima El Alcázar. Hay que tener en cuenta que la bebida que más se consumía en aquellos años era el vino, jiennense o manchego. Y desde 1928, hasta hoy esa ha sido la marca de la cerveza jiennense por antonomasia. Primero estaba en la calle Los Álamos y, más tarde, en 1954 se produce el traslado a La Imora. La mudanza se demoró hasta 1957. La antigua fábrica de cervezas El Alcázar fue proyectada en 1968 por José Luis Picardo y presentaba una fachada de hormigón y grandes huecos en la planta de acceso. En 1985 fue absorbida por el grupo cervecero sevillano La Cruz del Campo S.A. En 1991, el grupo Cruzcampo es adquirido por la multinacional cervecera Guinness por un importe de 98.000 millones de pesetas, y en 2001 Guinness decidió vender el grupo sevillano a Heineken por 138.000 millones de pesetas. El interior de la fábrica fue transformado en 1994 y se establecieron dos plantas destinadas a museo y a sala de recepciones.

El complejo industrial fue ampliado con nuevos edificios para las labores propias de la fabricación industrial de cerveza, como almacén de grano, cocimiento y fermentación, bodega de filtrado con tanques de prellenado, laboratorio y naves de envasado. En 2007 Heineken se ve obligada a vender la marca Alcázar por orden del Tribunal de Defensa de la Competencia de España. El nuevo dueño de la marca (no de la fabrica) fue la sociedad de inversión Ibersuizas a través de su filial Barlett Capital, tras comprarla por 10 millones de euros. A pesar de la venta, la producción de esta cerveza se seguiría llevando a cabo en la misma fabrica jiennense. Heineken sacaría al mercado la Cruzcampo Especial, producida en Jaén para toda España, para llenar con una gran cerveza el hueco dejado por la marca Alcázar.

En aquellos momentos se producían 12.000 hectólitros de cerveza Alcázar al año, en latas de 33 centilitros y botellas de 1 litro (litronas), sobre todo para contentar a los consumidores jiennenses que seguían siendo muy fieles a su cerveza “de toda la vida”.

El logotipo lo ideó una mujer “anónima”
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Se podría achacar a la cultura de una sociedad machista que, tradicionalmente, ha imperado en la sociedad española en general, y en la jiennense en particular. Ese machismo que llevó a escritoras como Cecilia Böhl de Faber a firmar sus libros y escritos con el varonil nombre de Fernán Caballero, para evitar zancadillas y ninguneos por su condición de mujer. La idea de que el logotipo del Castillo de Santa Catalina ilustrase los botellines y la marca de Cervezas El Alcázar fue de una mujer, sobre la que el paso del tiempo y los avatares de la historia han corrido un tupido velo y, hoy por hoy, se desconoce su nombre. Solo se sabe de ella que era la secretaria de Juan Javier Gordon Picardo, sobrino de uno de los accionistas de El Alcázar. Y nada más. La feliz idea de esta mujer tomó cuerpo y forma en 1930 y, desde entonces, la silueta del Castillo de Santa Catalina fue la imagen de la cerveza de Jaén. Ese mismo año, El Alcázar expandió sus ventas a las provincias de Córdoba, Málaga y Cádiz.