Mancha Real y el flamenco

sello y casta. Es necesario reconocer la labor divulgativa de la ciudad en este arte que actúa como distinción de la tierra

28 jul 2019 / 13:08 H.

Reconocer la labor divulgativa de nuestro arte más preciado en este Mancha Real de nuestro Jaén, es el deber de quien admira esa música tan nuestra como el deje de un pueblo que, con los mismos adjetivos, muestran un acento distinto y se hace suyo el eco en la comunicación de un colectivo local.

Andalucía; patrona de un cante que, sino todo suyo, sí tiene un porcentaje elevado de su creación artística. Se nutre de peñas flamencas donde se difunde y se ama el mensaje del arte flamenco y lo hace suyo por la pasión que ejerce en el colectivo “mayor” de Andalucía. La juventud escasea, hay que atraerla.

No todo es positivo desde mi punto de mira, cerca de ochenta años conviviendo con él, me hacer ser, al menos, amigo de la infancia donde he convivido y, “de Oído”, sin ser docto, he aprendido que, lo importante es la transmisión de la boca del cantaor del momento, y del momento, y del sitio, y de los oyentes a los que, —viene al caso—hay que educar desde la “raíz” conocida, no desde la opinión del que cree ser docto o mensajero de una sabiduría académica y no del pueblo llano.

Hay que llevar a la música flamenca al sitio que le corresponde. No es el flamenco un acto de diversión ni sus artistas, un eje central de payos y gitanos con distintos tonos musicales. El cante, es universal, su mensaje, ya perdida la oralidad, ha recibido reflejos literarios desde la Gitanilla de Cervantes a Estébanez Calderón, la recopilación de letras de Antonio Machado Núñez o el vasco Arcadio de Larrea, del que tuve la suerte de discrepar o conversar con él en mi juventud, de los aciertos que engendraban la crítica social más humana en la inocente presencia de un pueblo analfabeto oprimido por el poder de la época.

Pese a ser una presentación decente de Manuel Martín, erró. Casi como en todos los encuentros, en vez de hablar de la raíz del Palo, Se habla de la heráldica del cantaor: de su raza, de su descendencia, del parentesco con... No se dice nunca el por qué se usa la octava real en su métrica, ni el por qué del mensaje musical, de donde viene o de donde procede esas letras que, escritas por personas analfabetas, se quejaban del trato instituido en el tiempo de escribirse.

Hoy hay que embellecer la memoria de los que sufrieron con la creación de la debla o las tonás o los romances primarios. La tradición de ser un acto social donde la bebida, el tabaco, el ruido, la costumbre de lo festivo, reduce la categoría de un arte que conviviendo durante siglos a nuestro lado ha denunciado irregularidades sociales.

En las presentaciones no se habla nunca del por qué de la Guitarra, del tono de la cerdilla, del balance sonoro de las cuerdas, del ritmo de las palmas, del sentido del baile y de ese deje epistolar de la postura flamenca y el don de su virtuosidad. O sea, el mundo educativo se evade, la fiesta no se convierte en una sensibilidad educativa. Tuve la suerte de impartir una conferencia en la Radio del Pueblo de Buenos Aires sobre la Oralidad del Flamenco. De países limítrofes y del entorno Bonarense, las personas llamaban para saber quién era el “Gallego” que les hablaba. Al otro día, Asistí a un acto flamenco En el Teatro Colón, —majestuosidad a la vista— y, ni una voz más alta que otra, allí se iba a aprender. Al otro día oí la Sinfónica de Honduras y vi la raíz española asomada a nuestros ojos. Hay que aprender en todo.

Ocho provincias con sus dones flamencos, sus estilos, sus palos, sus personalizadas voces. El fandango, siempre como apostilla, cierra a veces el momento de quien canta, las ocho silabas vuelven, las malagueña las recoge, la granaína también y en los versos pareados, el cante de levante y sus ajustados versos dan lo inmenso de quienes analfabetos, dejaron su huella en la creación de una letra que, en vez de morir, ha conseguido que la Unesco medite en nuestro arte y le ponga ese sello Inmaterial de Patrimonio de la Humanidad.

Sobra este artículo si no va inmerso el agradecimiento a quienes hacen suyo el deber divulgativo, la tradición de ofrecer la cultura más importante que nos rodea, y como no, el vivir aquello que el hombre, en sus desavenencias sociales, dejó escrito y buscó la música, para enardecer el sentido humano de una cante y una expresión donde el alma toma parte por ser el pueblo el que canta.