Hablar de Antonio Carrillo Guirao es hacerlo de música, de flamenco y de todo lo que gira en torno al universo de la guitarra. Este artista, considerado uno de los mejores en su género y que ha subido a un sinfín de escenarios con los mejores regresa durante estos días a su casa, en Fuensanta de Martos, pero tiene tiempo para detenerse y hablar acerca de su vida, que siempre ha estado rodeada por las cuerdas de sus instrumentos y por mucha música.

-Quedó huérfano cuando era tan solo un niño y heredó de su padre una guitarra, ¿ese fue el comienzo de su amor por la música?

—Hay comienza la historia. Mi padre murió muy joven, era un trabajador y le vino una enfermedad y falleció con 35 años. En uno de sus últimos momentos se acordó de su guitarra, porque la tocaba, e hizo una señal y eso caló muy hondo para mí, ese recuerdo y cariño que le tenía. Desde entonces lo que quería y tenía claro era lo que tenía que ser el resto de mi vida, necesitaba dedicarme a esto. A partir de entonces fui dando clases, aprendí mis primeros acordes, luego estuve en una rondalla, el objetivo era no para de tocar en ningún momento porque sabía que lo más importante para aprender era eso, el esfuerzo y el trabajo de estar horas y horas delante de la guitarra y tocar. Así es como descubrí la verdad de lo que es tocar la guitarra y aprender.

—¿Y cómo descubrió esa verdad?

—Al gustarme tanto la guitarra pues me pasaba muchas horas y un día leyendo el periódico vi que anunciaban un método para aprender la guitarra que venía de Ramón Montoya, que era un genio. Rápido lo hice para tener todos los conocimientos posibles sobre técnica, manejo de los pulgares, todo lo necesario para ser de lo mejor en este ámbito. Me pasaba las noches enteras con el libro y las prácticas para ser un gran guitarrista, pero esto me valió para toda la carrera posterior que he tenido.

—Una carrera larga que incluso llegó durante el servicio militar.

—Sí. Cuando fui allí me llevé mi guitarra claro, y algunos formamos un grupo para amenizar las fiestas que hubiese allí y así fue. Yo estaba encantado con eso. De hecho, también enseñé a la familia de uno de mis generales a tocar este instrumento.

—Por lo que cuenta, jamás contempló otra opción ni profesión, tenía claro que solo quería ser guitarrista, ¿verdad?

—Por supuesto. Es algo que tenía claro desde entonces. Yo no servía para estar de administrativo ni tener ningún cargo así. Lo mío era y es la guitarra y poder tocar por todos los sitios donde podía y me permitían.

—No todo el mundo tiene la fortuna o la suerte de vivir de lo que le gusta, pero ha logrado hacerlo, ¿se siente afortunado?

—No todo el mundo que quiere dedicarse a esto puede ni consigue una carrera artística. Es muy difícil, sobre todo cuando estás con grandes compañeros de profesión. Entonces claro que es complicado, entonces que me haya pasado esto es lo mejor de mi vida. He tocado en muchos sitios, visitado un montón de países, tocado con otros artistas de la música. Al final lo que he logrado no fue fácil, pero a través del esfuerzo y el trabajo al final uno también consigue muchas cosas, es lo que al final cuenta en estas ocasiones.

—¿Querer tocar en el mayor número de sitios posible fue una de las razones por las que terminó por abandonar su pueblo?

—Claro. Si me hubiese quedado en el pueblo no hubiera llegado hasta donde estoy, simplemente porque no había nadie. Mi oportunidad fue moverme, llegar a Madrid, comenzar en este mundo y sabía que desde Fuensanta no era posible.

—Tenía muy claro que era necesario ser constante, trabajar duro y con mucho esfuerzo para lograr tener la carrera que ha tenido.

—Sí, lo tenía muy claro. Afortunadamente todo mi sacrificio al final se me recompensó. Yo no he disfrutado de la vida de un joven que llega y sale de fiesta con los amigos, para nada. Yo estaba todo el tiempo posible con la guitarra, dedicándole mi tiempo y lo que sabía para aprender más. Es lo que se necesita si quieres destacar en esto. Yo era capaz de tocar por “El Niño Ricardo” por ejemplo y la gente se quedaba maravillada.

—Con la perspectiva que da el tiempo, ¿se arrepiente ahora de no haber disfrutado de la vida típica de los jóvenes en su época o al revés, ya que ve la recompensa y todo lo que ha logrado?.

—Arrepentimiento ninguno. Dios me ha dado con creces todo el esfuerzo que he tenido. Como iba a imaginar que iba a viajar por tantos países y que iba a conseguir estar tan bien considerado como lo estoy. Todo eso vale por lo demás.

—Tiene una amplia colección de guitarras en su casa.

—Sí. Con el tiempo me espabilé y empecé a hacer colección, me llegaban de compañeros, de amigos, unas y otras y al final he logrado tener muchos instrumentos y es algo que a mí personalmente me agrada mucho porque no tienen la oportunidad que tengo yo de disfrutarlas.

—Ha nombrado al “Niño Ricardo” y es considerado uno de sus herederos musicales y, además, esta figura le ha abierto muchas puertas, ¿cómo se siente por esto?

—Para mí es todo un honor, una de las mejores cosas que me han pasado en mi vida. Que te comparen con “El Niño Ricardo” es muy fuerte. Y sí, claro que me abrió las puertas, mucho porque para los cantaores es una referencia, yo llegaba decía que sabía tocar por él y no dudaban, querían verme a mí cómo lo hacía. Gracias a Dios nunca he parado de trabajar, pero desde luego eso me abrió muchas posibilidades y viajar a tantos países y lugares. Eso es lo bueno, que me he podido dedicar a lo que a mí me gusta y, además, acerté.

—Cuando era joven y tomó la determinación de dedicarse a ser guitarrista, ¿alguna vez se imaginó que iba a tener la oportunidad de llegar a tanto y tan lejos?

—Jamás. En ningún momento se me pasó por la cabeza. Recuerdo que cuando era adolescente y leía el periódico salían artistas y en ningún momento llegué a pensarlo. Y ahora he concedido entrevistas, se ha hablado sobre mí y muchos lugares y eso es algo que nunca había pensado que me iba a pasar.

—Por tanto, el balance es muy positivo tras tantos logros.

—Claro. Jamás en mi vida pensé llegar aquí. Me conformaba con tocar la guitarra por el pueblo, quizás participar y ganar algún concurso que hubiese por Jaén, pero nada más. Mucho menos a alturas tan altas y estar considerado uno de los mejores guitarristas de mi época. Eso es algo con lo que solo puedo estar agradecido, pero bien es cierto que yo solo comía, dormía y tocaba la guitarra y aquí esta la recompensa.

—¿Cómo ve a los guitarristas actuales y el futuro de las nuevas generaciones de músicos?

—Siendo sincero, diría que los guitarristas se están alejando de lo puro. Paco de Lucía fue un prodigio y uno de los mejores desde luego. Pero creo que muchos están obsesionados o interesados en buscar nuevos terrenos, entonces el flamenco puro no llego a verlo. Los descendientes jóvenes quieren copiar lo de Paco, pero es muy complicado y se han apartado del flamenco de verdad. No está mal hecho, es bueno, pero se aparta de lo puro, pero antes o después tiene que regresar, quieren renovar el género, buscar nuevas opciones, pero tiene que volver lo primigenio.

—También da clases.

—Sí. La experiencia es un grado y tras todo lo que he vivido pues es cierto que me permito enseñar a otras personas porque hay que reconocer que he tocado en tantos sitios que eso tiene que valer para los demás. Todo el mundo aprende hasta que se muere y yo hago que otros lo consigan.

—Siempre que puede regresa hasta sus raíces, su casa, como ahora, ¿cómo se siente?

—El regreso siempre es bueno. Me siento más a gusto que ningún sitio, respiro aire fresco, veo los olivos entre los que jugaba de pequeño. Lo primero que hago es visitar la tumba de mi padre y mi hermano y afloran todos los recuerdos.