Ilusionada. Así es como se encuentra María Jesús Gallardo después de afrontar el reto de ser presidenta del Consejo Consultivo de Andalucía. Esta jiennense, nació en el corazón de la Sierra Sur, en Castillo de Locubín, y lo hizo en plena Navidad, un 24 de diciembre de 1965. De ahí su nombre, como confiesa la protagonista. Estudió la Secundaria en Alcalá la Real y después se marchó a Granada a hacer la carrera antes de convertirse en profesora de la Universidad de Jaén y en presidenta de este órgano independiente.

—¿Cómo ha sobrellevado estos primeros meses en el cargo?

—Con muchísima ilusión, que no me ha faltado nunca, y con un trabajo intenso. Primero para ir adaptándome al cargo porque empecé hace dos años como consejera pero no tiene nada que ver con ser la capitana del barco, cambia muchísimo. Además, lo he llevado con inquietud para situarme en todos los asuntos, y como tampoco he querido dejar de hacer dictámenes, más labores aún. En definitiva, ha sido apasionante pero con mucho trabajo, ya que una cosa no quita la otra, y he acabado agotada y sin fines de semana, pero la ilusión es tan inmensa que lo compensa todo.

—¿Qué es para usted ser presidenta del Consejo Consultivo?

—Es una experiencia impagable y estoy muy contenta. Llevo 30 años explicando Derecho Administrativo y ser presidenta de una institución de autogobierno como esta, me está brindando la posibilidad de poner en práctica lo que he hecho en la Universidad durante todo este tiempo, en donde yo he hablado de derechos, garantías, controles, defensa de lo público, de la puesta en valor de lo jurídico, y para mí es el máximo honor y orgullo. Aunque eso no quita que sienta el peso de la responsabilidad sobre mí, de llevar a la práctica lo que explicaba. Además, a mis alumnos siempre he intentado inculcarles la necesidad de conocer los derechos, porque sino no los puedes reivindicar. Entonces, he procurado enseñarles derecho administrativo desde esa perspectiva y es lo que se hace aquí todos los días.

—¿Qué prefiere, la parte teórica
o la práctica?

—Las dos cosas. Hay una frase que escuché hace tiempo: “No hay mejor práctica que una buena teoría”. Si una cosa no hay otra. Una práctica sin un buen ropaje argumental, sería una rutina pero no buena. Hay que conocer muy bien la teoría, actualizarla porque el derecho es muy cambiante. Recuerdo una frase de Carnelutti, un jurista italiano que decía: “Una sentencia que acierta en el fallo pero que no argumenta bien, no satisface los ideales de justicia”. Pues lo mismo ocurre en el Consejo Consultivo, un dictamen que acertara en la conclusión pero que no fundamentara bien, pues tampoco satisface. Por ello, es muy importante conocer bien la teoría, no basta con aplicar un sentido común sino también hacerlo desde la justicia y de estado.

—¿Ha dejado a un lado su vida académica en la Universidad?

—Sí, porque hay incompatibilidad. En la UJA he pasado a la situación administrativa de servicios especiales y cuando yo termine mi tarea en el Consejo Consultivo, volveré con mucho gusto a mi puesto en la Universidad, con una experiencia más enriquecida, ya que cuando vuelva a dar clase a mis alumnos, todo lo que he aprendido en este órgano me lo quedo y rondará en beneficio de la institución universitaria. Pero ahora mismo no puedo, lo he tenido que dejar todo y es un punto seguido, es una nueva etapa apasionante.

—¿Echa de menos la docencia?

—No, porque actualmente continúo esa labor. Una de mis grandes preocupaciones es dar a conocer el Consejo Consultivo porque mucha gente no sabe quiénes somos ni para qué sirve. Entonces me he propuesto esa tarea para subsanar esa necesidad de conocimiento que no se tiene y estoy realizando cursos y conferencias. Además, seremos nosotros mismos los que formemos al personal y estoy firmando convenios con los colegios de abogados para enseñar. En definitiva, dar a conocer el Consejo y su doctrina para que lo sepan los ciudadanos y los juristas. Hay mucha tarea por delante y eso es docencia, aunque no sea ejercida en la Universidad, es otro nivel, el de toda la ciudadanía de Andalucía.

—¿Qué otros objetivos se ha propuesto como presidenta?

—Acabamos de cumplir 25 años y durante este tiempo no hemos parado de dar pasos hacia adelante y tenemos un gran prestigio por una ejecución de todos nuestros cometidos de una manera independiente y neutral, apartado de toda la política, y eso nos ha dado un prestigio, pero si cometemos el error de caer en la autocomplacencia, llegamos al inmovilismo, no evolucionamos. Siempre digo una frase: “Detenerse es retroceder”. Eso le ocurriría al Consejo si después de 25 años no siguiera trabajando en mejorar, sobre todo, en que nos den más competencias, ya que de todas las que se nos pueden dar, se nos otorgaron unas pocas, y hay muchos dictámenes que se les están privando de este apoyo jurídico de alta solvencia independiente que tiene el Consejo Consultivo. Por eso, queremos más competencias, trabajar más para que la Administración pueda después resolver de mejor manera. Eso es lo que yo cambiaría, entre otras cosas.

—¿Por qué no hay más competencias en el Consejo Consultivo?

—Porque se pretendía que este órgano de la comunidad autónoma fuera como una copia de lo que es el Consejo de Estado. Por eso, nos dieron las mismas competencias que tenía este organismo. Pero tenía su sentido al principio, según hemos ido evolucionando, tenemos que ampliar nuestro ámbito de actuación. Por tanto, reclamo más trabajo, algo que no se entiende porque no es la tendencia normal de la gente. Pero claro, eso no depende de mí, sino del legislador, aunque lo propondré.

—¿Cuántos años estará en el
Consejo Consultivo?

—Cuando me nombraron de consejera, son cinco años por una sencilla razón, para que no coincida con la legislatura. Se trata de preservar la neutralidad, que seamos independientes respecto al Gobierno. Durante ese tiempo es inamovible, pero al ser presidente perdí ese derecho.

—¿Cómo fue el transcurso de consejera a presidenta?

—Todo empezó cuando me llamó por teléfono el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, proponiéndome esto y yo acepté sin ninguna duda por el alto honor que representa. Desde ahí, yo estaba renunciando a ese blindaje de mandato como consejera pero no me importó y espero no defraudar la confianza y que no se vea obligado a cesarme, pero que cuando eso ocurra, volveré a mi cátedra de Derecho en Jaén, donde soy tan feliz. Uno no está aquí para siempre, es una etapa preciosa, pero que no lo es menos los treinta años que he estado en la Universidad y volveré encantada. Por eso, no me ha importado perder ese blindaje de los años que me quedaban como consejera por haber optado a este honor tan grande de presidenta, que acepté sin dudar. Para una profesora de Derecho Administrativo, ser presidenta del Consejo Consultivo de Andalucía, que lo está explicando todos los días en clase, es lo máximo a lo que se puede llegar en una carrera profesional.

—¿Qué es Jaén para usted?

—Es lo más grande, echo mucho de menos Jaén, aunque Granada es muy bonita, estudié aquí y me ha acogido muy bien, pero cuando tengo un día libre me voy para la capital del Santo Reino porque me provoca sentimientos de gratitud. Jaén es una tierra tan generosa, que me ha ayudado tanto en mi transformación que sin Jaén, yo no sería yo, y cuando termine mi mandato en el Consejo Consultivo, vuelvo allí que tengo mi familia, mi casa, mis amigos, que siguen siendo los mismos de hace 30 años cuando llegué.

—¿Qué le supuso la Universidad?

—Me acogió desde el primer momento, he tenido una experiencia muy grata con mis alumnos. Llegué en 1988 cuando no era Universidad todavía, pertenecía a la de Granada, y cuando se produjo la separación, me dieron a optar entre las dos y no dudé en elegir la de Jaén porque había muchas cosas por hacer y no me arrepiento para nada.