Apasionada por el mundo de las letras, María Isabel Sancho ha dedicado su vida a la enseñanza en la Universidad de Jaén. Retirada de la docencia desde hace seis años, cuenta con varios proyectos y colabora puntualmente en conferencias centradas en Jaén y la mujer.

—María Isabel Sancho, profesora jubilada de la UJA. ¿Cuánto hace que se retiró?

—Hace seis años que dejé de impartir clase en la universidad. Aquellos profesores que teníamos más de treinta y cinco años de ejercicio tuvimos esa oportunidad, yo llevaba casi cuarenta, y tras pensarlo, decidí que había llegado el momento de jubilarme.

—Es licenciada en Filología románica y doctora en psicopedagogía. ¿Qué le llevó a tomar este camino de las letras?

—El mundo de las humanidades siempre estuvo presente en mi vida a través de mis raíces familiares. Mi padre también era profesor, catedrático de filología, por lo que crecí rodeada de libros y documentos de estudio. Todo aquello me animó a seguir por ese camino, de hecho, no soy el único caso de docente en la familia.

—¿Cómo llega hasta la Universidad de Jaén?

—Cuando termino la etapa formativa, en una época muy diferente a la que nos encontramos en la actualidad, comienzo a trabajar en la Escuela Universitaria de Profesorado de EGB, en la escuela de Magisterio. Allí impartía clases de Lengua Española, que es la materia que he enseñado fundamentalmente a lo largo de mi trayectoria. Era un centro entrañable y tenía unos alumnos excepcionales. Fue una etapa bastante positiva y la relación con los compañeros y los propios alumnos era bastante enriquecedora. Más tarde, cuando se realiza la integración de las escuelas en las facultades, la de Magisterio se integra en la de Humanidades y, a partir de ahí, los profesores nos trasladamos hasta la universidad, a la que yo ya pertenecía.

—Además de Lengua Española, ¿qué otras materias ha impartido?

—Como he comentado, en la mayor parte de mi trayectoria he impartido clases de Lengua Española. También de otras materias tales como comentario de texto, así como literatura hispanoamericana.

—¿Qué se siente al tener en sus manos el futuro de los jóvenes?

—Las aulas han cambiado mucho desde los primeros años en los que impartí clase, allá por los 70, con respecto al funcionamiento de éstas en los últimos años de mi carrera. En la primera etapa nos enfrentábamos a entre 150 y 200 alumnos por aula. Por entonces yo tenía 22 años y el sentimiento era de cierto miedo al enfrentarse a un público que era como yo, pero rápidamente se me pasó y fue fácil ya que los alumnos eran cariñosos y trabajaban con mucho interés, algo que animaba mucho.

—¿Cómo han cambiado los jóvenes que llegan a la UJA desde sus inicios a los últimos años en los que ejerció como profesora?

—Los alumnos que llegan a la universidad suelen parecerse a lo largo de los años. Lo que sí que observo es que, al comienzo de mi carrera, los estudiantes llegaban con muchas ganas de aprender y un nivel de interés muy elevado, incluso más que ahora. También es verdad que por entonces tenía tantos que era más fácil encontrar a un número importante de jóvenes brillantes. En los veinte años últimos mis clases eran con grupos pequeños, de unas veinte personas, por lo que se trabaja de forma diferente. Otra cosa importante son las diferencias en los cursos, en los primeros años son más jóvenes y más distraídos y a medida que avanzan de curso también aumenta el interés por la carrera. Yo tengo que decir que he tenido muy buenos discípulos a los que recuerdo con un gran cariño, algunos de ellos incluso son profesores titulares de universidad en la actualidad.

—¿Qué momento considera que atraviesa la universidad?

—Creo, sinceramente, que atraviesa una etapa muy buena. Tiene gestores que están realizando un buen trabajo, con mucho interés en que la universidad se expanda y se dé a conocer. Ahora que estoy fuera y observo las cosas desde otra perspectiva, puedo decir que el organismo ha tenido a lo largo del tiempo unos rectores que han trabajado mucho por ella y eso nos ha llevado a este buen momento en el que se encuentra. Hay mucho interés en la investigación, comienza a tener presencia en rankings de gran importancia, físicamente el espacio de la universidad es impresionante, tanto que incluso quien la visita se sorprende del lugar en el que se encuentra, y todo ello hace que vaya por el buen camino.

—Cuando mira atrás, ¿qué le viene a la memoria?

—Principalmente mis alumnos que son los que más me han marcado. También viene a mi memoria todo lo que he aprendido con y gracias a ellos a lo largo de todos los años en los que he sido profesora.

—A lo largo de su trayectoria habrá protagonizado múltiples anécdotas.

—Más que anécdotas lo que destacaría de mis vivencias en paralelo a las clases son las actividades que hemos organizado durante muchos años. Jornadas, semanas culturales, entre otras. También guardó en mi recuerdo el cariño que mis alumnos me demostraron en mi último año.

—¿Algún consejo para los nuevos alumnos que llegan a la UJA?

—Que persigan su sueño y que lo hagan con persistencia y esfuerzo.

—También es autora de diversas obras. ¿Cuáles han sido sus principales líneas de investigación?

—Fundamentalmente han sido dos. Por un lado, Jaén, tanto es así que casi todos los trabajos que tengo publicados en forma de libro están centrados en la provincia, desde diversas perspectivas. Por otro lado, también he investigado sobre las mujeres escritoras en Jaén. Este asunto desde la visión general también lo he tratado. Además, con otros compañeros, hemos organizado jornadas centradas en esta materia.

—¿De dónde viene ese interés por el estudio de la provincia?

—También me viene de familia. Mi madre era de Jaén, pero mi padre, que no era de la ciudad, me enseño a querer a Jaén y a trabajar por él. Por ello es por lo que muchos de mis proyectos están dedicados a la provincia.

—¿Cómo ve Jaén en la actualidad?

—Es una pregunta bastante difícil. Yo he estudiado la provincia principalmente en el siglo XIX y tengo que decir que, lamentablemente, las administraciones no han tratado bien a esta tierra. Es una pena porque Jaén tiene grandes posibilidades de paisajes, patrimonio y de su propia gente, amable y acogedora.

—En algunas de sus obras habla del papel de la mujer como autoras y de la propia imagen de ellas en el mundo de la literatura. ¿Qué conclusiones extrae de sus estudios?

—Me ha gustado tratar siempre la cuestión de la mujer y cómo ha vivido a lo largo del tiempo. El género femenino ha conseguido niveles que antes eran impensables, es indudable que queda un amplio recorrido y que se necesitan años para que lleguen a los niveles del varón, pero creo que vamos por el buen camino, sin volver nunca hacia atrás.

—Va a participar en la conferencia el próximo 5 de noviembre bajo el título “La imagen de la mujer en la literatura decimonónica de Jaén”. ¿En qué va a consistir?

—Trata de cómo las mujeres en el siglo XIX comenzaron a tratar los problemas de género. Ellas se dieron cuenta de que ellas necesitaban, principalmente formación, algo que dejaron claro en sus escritos. Trataron la educación, el voto, entre otras, bases de lo que después se desarrollaría durante el siglo XX. Voy a realizar una lectura de textos de poesía y especialmente de prosa donde se vea cómo se valoraba la figura de la mujer por ambos géneros.

—¿Qué otros proyectos tiene ahora que ya no ejerce como profesora?

—Estoy trabajando en un proyecto con otra compañera centrado en las escuelas de niñas en Jaén desde el siglo XIX hasta 1930. Hemos recorrido las escuelas de la provincia en las que se pueden observar las condiciones en las que estudiaron estas jóvenes.