Verano, hasta la próxima

Toca decir adiós a la época estival, aunque los pequeños del barrio residencial de Puente Nuevo lo despiden con una gran fiesta en la que no faltan los juegos, la piscina y miles de aventuras

01 sep 2019 / 13:33 H.

Aún se recuerdan? Sí, los días con aquellas tardes interminables, los bocadillos de Nocilla, las carreras de bicicletas, las horas de piscina, el ver a los padres tan solo a la hora de comer o dormir, las cabañas, los juegos infinitos, los primeros amores y, especialmente, la pandilla, la que se convertía en la mayor de las familias durante las vacaciones y cuyos momentos vividos se guardaran para siempre en un rincón de la memoria, en ese que lleva por título los mejores recuerdos de la juventud. A quienes tuvieran la suerte de protagonizar un verano de este estilo seguro que se les escapa algún que otro suspiro, son típicos de las décadas de los 80 y 90, cuando eso llamado internet quedaba muy lejano y las redes sociales no habían irrumpido en las nuevas generaciones cual asolador vendaval.

Muchos de los que ahora comienzan a peinar canas y han formado sus familias, los conocidos como la generación X, añoran que sus hijos no puedan reproducir aquello que les hizo tan felices en su infancia, muchos se quejan por los menores “enganchados” a sus máquinas y la escasa imaginación tienen los dueños del futuro a la hora de inventar juegos que no requieran la presencia de adultos. Pero que nadie se preocupe, aún hay esperanza, todavía existen esos veranos románticos, las pandillas de amigos con los que se crean lazos inquebrantables, en definitiva, los veranos inolvidables que marcan para siempre.

En las urbanizaciones y chalets que rodean la capital, en los denominados puentes, aún se recrean los veranos del pasado. Concretamente en Puente Nuevo, un barrio residencial de Jaén situado a unos cuatro kilómetros de la ciudad y que extiende por la vega del río Guadalbullón, los más pequeños de cada casa han creado su propia comunidad y se encargan de dar vida a toda la zona. Compuesta por una decena de jóvenes de entre nueve y catorce años, pasan las jornadas de una vivienda a otra con tan solo un objetivo, disfrutar de las vacaciones a lo grande. En estas viviendas se criaron los padres de estos jóvenes, con vecinos, primos, amigos... generaciones al completo cuyas vidas están unidas por las historias vividas en Puente Nuevo. Ahora les ha tocado a sus mejores proyectos, sus hijos. Dispuestos a que disfrutaran tanto como ellos, los animaron a crear su propia pandilla cuyos protagonistas ya no entienden el verano los unos sin los otros. Se cuidan, se divierten, se regañan entre ellos y, sin darse apenas cuenta, pasan los meses de julio y agosto sin acordarse de la ciudad que los espera en septiembre. Sin embargo, el calendario no falla y a partir de hoy se estrena nuevo mes, ese en el que toca volver a comenzar un curso escolar, actividades extra por las tardes y los desagradables madrugones. Es, por tanto, el momento de dejar Puente Nuevo y regresar al hogar donde les esperan nueve meses de intenso trabajo.

Para que la despedida se menos dura, los pequeños Alberto, Beita, Iris, Alma, Teresa, Tomas, Antonio, Yago, Gonzalo, Patricia y Mario, celebran una fiesta de despedida cada año. El sistema es el siguiente: cuando el sol se instala en la capital llega el momento, cual toque de queda, los menores se agrupan en su ya consolidada pandilla, algo fácil pues viven todos en el mismo carril. La primera parada es en casa de uno de los pequeños, allí comienza el primer asalto: piscina, juegos y algún que otro toque de atención por parte del adulto responsable. Cuando el reloj se acerca a la hora del almuerzo y el cuerpo comienza a pedir se trasladan a otro de los domicilios, donde les esperada la comida. Al ser jornada de despedida tienen permiso para tomar bocadillos alrededor de la piscina, todo con el fin de no perder un instante de diversión. Así se desarrolla toda la jornada hasta la hora de la cena, donde vuelven a cambiar de vivienda para aprovechar las últimas horas del día. Para la ocasión, los padres han comprado refrescos y algunos aperitivos. Un día que, sin duda, supone el broche de oro a unos meses estivales en los que los días se repiten de un chalet a otro, pero que suponen una aventura diferente. ¿Lo mejor de todo? Verles el rostro, comprobar lo poco que se necesita para ser feliz a corta edad, lo sencillo que es recrear mañanas y tardes de ensueño.

A partir de la semana que viene comienzan a partir a sus ciudades de origen, la mayoría a la capital del Santo Reino, aunque algunos regresan a Granada, ciudad en la que viven el resto del año. Ahora les tocará esperar todo un largo ejercicio escolar para volver a reencontrarse, aunque algunos, los más mayores, podrán usar las redes sociales para mantener el contacto. A cambio, se llevan un año más juntos, su propia pandilla, vital para el desarrollo de valores tan necesarios como la amistad, el regalo de compartir la infancia. Son la Generación Z o los conocidos ya como Centennials, los verdaderamente nativos digitales, los que quieren ser “youtubers” de mayores, los que tienen toda la vida por delante para demostrar que Jaén tiene futuro, el que está en sus manos, y también son los mismos cuyo presente pasa por disfrutar de vacaciones, de cielos despejados y noches bajo las estrellas, aunque ahora toque eso que cantaba Danza Invisible sobre “el fin del verano es triste, aun cuando sabemos que todo es un ciclo”.