Una tradición entre viñedos

Los jiennenses viajan o ya se encuentran en Francia para pasar quince días de trabajo en la campiña de Burdeos, lugar en el que establecen fuertes lazos de amistad a lo largo del tiempo

22 sep 2019 / 12:32 H.

Vuelta a empezar para muchos jiennenses, la mayoría concretamente de Valdepeñas de Jaén, que tienen que volver a hacer sus maletas, recoger sus cosas y viajar hasta la campiña francesa. Allí les espera mucho trabajo, intenso, pero que hecho en equipo y a través de risas y complicidad da lugar al mejor oficio para ellos. Antes viajaban en tren, y ahora se desplazan en autobuses para hacer la tarea más cómoda y rápida a la hora de que todos puedan ir a la vez hasta el lugar en el que pasarán varias semanas con una labor que ya conocen muy bien la mayoría, aunque siempre se suman nuevas generaciones que, ya sea por conocimiento familiar o por los tiempos que corren, deciden emigrar para hacer de esta su forma de vida durante un tiempo.

De diversos municipios de la provincia salen grupos de jiennenses para trabajar en la vendimia francesa. Lugares como Alcalá la Real, Jódar, Jabalquinto o Valdepeñas de Jaén. De hecho, es allí donde existe una gran y larga tradición que lleva muchas generaciones y viajes para cruzar toda España y llegar al país galo con el objetivo de realizar un buen trabajo y conseguir que la vendimia sea la forma en la que, durante unas semanas, se ganan la vida. Para muchos es la manera de tener ingresos extra y para otros se convierte en el motivo y la razón para conseguir tener el dinero suficiente durante los siguientes meses. Por tanto, aunque vivan en Jaén, durante este corto lapso de tiempo les toca emigrar para tener este trabajo. Algo que repiten de manera anual y que es ya todo un hábito y un momento que esperan incluso con ilusión puesto que ya son una gran familia que se encuentra en Francia.

De entre los muchos lugares de la provincia de las que salen jiennenses para hacer esta labor, destaca el municipio de Valdepeñas de Jaén. Hace ya más de cincuenta años varios valdepeñeros tomaron la opción de viajar a Burdeos para trabajar en la vendimia. Desde entonces, son cada vez más el número de jiennenses y vecinos que se suman para colaborar en esta actividad que trae un apoyo extra a las familias. De hecho, para muchos de ellos realizar este trabajo proviene de generaciones. Personas con la costumbre de ver como sus padres o sus abuelos siempre han viajado hasta Francia durante unas semanas para realizar esta labor. Es el caso de valdepeñeros como Francisco Jiménez, maestro, que desde hace unos 18 años hace sus maletas para pasar dos semanas en el país galo. Como otros muchos jiennenses, él comenzó a hacer esta actividad tras ver como su familia lo hacía, así llegó el día en que él mismo decidió seguir la tradición como uno más.

“Llevo 18 años ya en esto. La primera vez fue por tradición. Mi madre iba, mi hermano mayor también y cuando me llegó la edad de poder venir a trabajar lo hice. Venimos muchas familias, una cosa que es así desde hace mucho tiempo. Empecé porque mi madre es viuda y era una manera de conseguir un ahorro extra para mis estudios”, confiesa Francisco Jiménez sobre su decisión para formar parte esta aventura desde hace casi dos décadas. No es el único que viaja durante unos días hasta Francia, pero reconoce que durante el tiempo que se desplaza hasta allí le obliga a dejar aparcada su vida y todo gira alrededor del trabajo en el viñedo y a la gran familia que se ha formado en este trabajo. “En mi caso tengo dos hijas y durante unos quince días se las tengo que dejar a mi madre que es la que me hace el favor mientras mi mujer y yo estamos en Francia. La verdad es que por lo demás bien, estamos muy a gusto, simplemente nos avisan, hacemos las maletas y nos vamos hasta la Campiña”, explica.

Como en su caso, hay otras personas a las que les toca dejar a sus hijos a cuidado de otras personas o que están unos días lejos de su familia para estar en el lugar que les ayuda a tener otra forma de sustento extra, sin embargo, no para todos los que van allí es un terreno conocido o han estado allí ya demasiadas veces. De hecho, para algunos es su primera vez, pero no pasa nada porque mantienen la ilusión por descubrir que se van a encontrar y desean saber cómo es el lugar al que sus familiares o amigos han ido en más de una ocasión y le han explicado cómo funciona. Ahora tienen la oportunidad de vivirlo en primera persona y saber si lo que les contaron era tal y como les decían. Es el caso de, por ejemplo, Jesús Milla, filólogo en inglés, que viaja en estos momentos para llegar por primera vez hasta el país galo con el objetivo de pasar quince días de trabajo dentro de la vendimia. Realmente no tuvo muchas dudas a la hora de aceptar el reto, ya que como en la mayoría de casos viene de familia que ya ha estado en más de una ocasión y ahora, antes de comenzar con su máster aprovecha el tiempo para conocer cómo funciona este oficio y, a su vez, conseguir unos ahorros extras que, asegura, le vendrán muy bien para sobrellevar el inicio del curso.

“Mi familia lleva años yendo, así como mucha gente del pueblo y me lo propusieron y me parece una idea interesante. Es una experiencia nueva y sé que hay que trabajar mucho, es físico, pero no es tan duro como parece según lo que me cuentan”, Apunta Jesús Milla.

Aparte de todo el trabajo que pueden vivir y tener durante más de dos semanas, el vínculo que se crea entre las personas que van a la vendimia se llega a hacer muy fuerte, unos lazos que cada año se refuerzan para todos los que se quedan y que repiten año tras año, de hecho, muchos de ellos han formado sus familias allí o han conocido a la persona indicada durante uno de estos viajes. Por tanto, no solo es el lugar de trabajo de muchos jiennenses durante un tiempo específico, sino que también es el rincón donde muchos de ellos encuentran el amor, lo que hacer del sitio algo inolvidable para ellos. “A mi mujer la conocí aquí en Francia. Ambos somos del pueblo y dio la casualidad de que, aunque sabíamos el uno del otro nunca llegamos a tener la oportunidad de estar juntos y cuando llegamos a la campiña, encerrados en el mismo cortijo pues nos sirvió para enamorarnos. Además de eso, formamos entre todos los que estamos aquí una gran familia. Una unión bastante grande y nos preocupamos los unos por los otros. Aquí hombre, se trabaja porque no queda otra y es duro, pero se está relativamente a gusto”, explica Francisco Jiménez sobre los lazos que unen a muchos de los que allí van, sean jiennenses o no, para trabajar en la vendimia.

Miles de anécdotas que se suman y que hacen de la campiña un lugar especial, que llega a ser más que un sitio de trabajo y que convierte en el hogar, en el rincón donde se cobijan durante los días que dura el trabajo en la vendimia. Miles de uvas que pasan por las manos y el trabajo de jiennenses que con su esfuerzo y tesón sacan adelante los productos, pero que ya son mucho más que largas jornadas de oficio puesto que entre estos racimos, lo que ya hay es cariño, anécdotas e historias que confluyen en una convivencia que traspasa las fronteras, el idioma y todas las barreras que se puedan encontrar por el camino. Unos días en los que lo más importante para todos ellos es disfrutar del cambio, en un trabajo que no es fácil, más al ser tan lejos de casa, pero que se pasa con gran alivio entre amigos y viñedos.

Momentos para el ocio tras el trabajo
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No solo de trabajo vive el hombre y eso es algo que tienen muy claro los jiennenses que cada año viajan hasta Francia para trabajar en la campiña. Cuando la jornada laboral termina es cuando comienza el tiempo de ocio y las anécdotas e historias entre ellos. Viven como si estuviesen en un campamento de verano, con vistas espectaculares a su alrededor y muchas cosas por hacer. Desde jugar al dominó, las cartas, dar paseos o simplemente tener un tiempo de descanso y conversación entre ellos. Todas las posibilidades son válidas tras el esfuerzo que realizan. Son estos momentos los que consiguen que todos ellos se conviertan en una gran familia que, una vez termina el periodo de trabajo, sigue en contacto a lo largo del tiempo para saber cómo están los unos y los otros. Algo que deja entrever que más allá del oficio que tienen durante dos semanas, las personas que allí se congregan son ya grandes amigos que se cuentan los problemas y también las alegrías.