Una ciudad sumida en la esperanza

12 abr 2020 / 10:23 H.

Los cristianos, en este tiempo, somos comunidad evangelizadora en casa. Estamos viviendo un momento duro, difícil. El confinamiento, al que culturalmente no estamos acostumbrados, cuesta. A veces mucho. El miedo nos hace sufrir. La soledad se vive como una gran losa en estos momentos. La incertidumbre puede hacernos desesperar. No sabemos cuándo va a terminar esta situación. Hemos visto como, por el bien de todos, se han suspendido muchas actividades, reuniones, misas, celebraciones, etcéra, y nos ha dejado un sabor amargo en nuestro espíritu. No estábamos preparados para todo esto.

Estamos viviendo una Semana Santa muy atípica, extraña, pero no deja de ser Semana Santa. “Creatividad al poder” se nos dice por todos sitios. Es verdad que se echa de menos las celebraciones, las procesiones, las reuniones, etcétera. También la actividad normal de estos días, pero los cristianos, en este tiempo, somos comunidad evangelizadora en casa.

Desde que empezó el aislamiento no están los templos abiertos, pero hemos redescubierto la identidad comunitaria que caracteriza a los cristianos. Nos sentimos más comunidad que nunca, rezamos unos por otros con el corazón, nos llamamos por teléfono mucho más que antes, nos deseamos lo mejor desde el corazón. Nos preocupamos más por todos, pero para bien.

Es un tiempo difícil, pero es una oportunidad para sentirnos todos misioneros y transmitir la esperanza que nos da la fe en Cristo Resucitado. Nuestra vida debe estar llena de oración y de acción. Los sacerdotes, unidos a nuestro obispo y a la Iglesia, ofrecen la eucaristía (alguno incluso por internet) y la oración de la Liturgia de las Horas, desde sus casas, todos los días. Animan, gracias a las redes sociales, a los distintos grupos de la parroquia transmitiendo los horarios de las celebraciones en su parroquia, en Jaén o en Roma. También envían palabras de ánimo y aliento que sirven a todos para confiar en Dios en estos días y celebrar la Semana Santa a través de oraciones sencillas, que cada familia puede hacer en casa. Transmiten consuelo y esperanza en los entierros que se celebran en los cementerios, guardando la distancia y las medidas de seguridad. Hay catequistas que envían videos y materiales a sus niños para que el aislamiento no sea un tiempo perdido. Caritas no cierra, aunque las sedes de caritas estén cerradas. A través del teléfono, los voluntarios siguen ayudando a la gente, guardando las medidas de seguridad. Las hermandades animan a todos a poner balconeras, envían oraciones y editan videos, unos más serios otros más jocosos, para estimular la espiritualidad cofrade, aunque no haya estaciones de penitencia. Muchos cristianos anónimos se organizan para ayudar fabricando batas y mascarillas, aportando su granito de arena en la lucha contra la pandemia. Realizan su trabajo como profesional sanitario, policía, en tiendas, etc. con auténtico espíritu de servicio y entregando sus vidas como Jesús (que es el mensaje que aprendemos de la eucaristía y el Lavatorio de los pies del Jueves Santo). Y lo que se recibe, se reenvía para que otros puedan también crecer espiritualmente, así damos lo que recibimos. Y todo esto es la presencia de Cristo entre nosotros.

Vivimos tiempos nuevos y, aunque estábamos desprevenidos, nos invitan a vivir de una forma nueva, más segura, más rica espiritualmente. Hoy los cristianos también son héroes anónimos de esta crisis, no buscan reconocimientos, no es su estilo, pero siguen ahí, como decía san Benito: rezando, trabajando, estudiando y nunca estando triste.

Decía (Carlomagno) ¿Cuál es el sueño de los que están despiertos?. La esperanza. Y qué cara se vende en estos últimos tiempos. Lo de Linares se va haciendo cada vez más crónico y si a ello le añadimos el coronavirus, visitante superespecial de estos últimos días, nos vamos a términos desoladores. Bien que me gustaría poder calificarla en estos momentos con otros estilos, mas en honor a la verdad sería injusto. Estar despiertos no solo es estar con los ojos abiertos sino con una mente lúcida y un corazón abierto para buscar incansablemente nuevos caminos, aunque sean veredas, que nos conduzcan a puertos seguros. Ardua y difícil tarea ya para muchos porque el cansancio y el agotamiento están vivos, sobre el tapete de nuestras realidades, que han hecho aparecer síntomas en muchos casos de decepción y desesperación hasta el punto que provocaron la salida de nuestra ciudad de familias y sobre todo de jóvenes en busca de otros horizontes más despejados y seguros. Y es que dejamos y nos dejaron sin nada amparados en ilusiones vagas que como nubes de verano fueron marchitándose una tras otra y como suele decirse todo quedó en aguas de borrasca. Ante esta situación y como respuesta inminente y necesaria despertaron grupos y entidades sociales para socorrer y paliar las diversas turbulencias provocadas por los aires que empezaron a correr por nuestra ciudad poco acostumbrada a vientos huracanados de tal calibre.

La Iglesia, siempre atenta a los signos de los tiempos, nos urgía a pastores y fieles salir al rescate de situaciones imponderables que se iban creando en esta ciudad que de próspera e industrial pasó de la noche a la mañana a ser pobre, sin nada, se encontró desbalijada. Ante esta situación que va encallándose cada día más, aumentada con la aparición del covid-19 Cáritas interparroquial en armonía con los servicios sociales de nuestro Ayuntamiento y otras entidades y donaciones personales estamos respondiendo a las múltiples necesidades provocadas por las circunstancias y que a veces nos vemos desbordados por lo que hacemos una llamada a la ponderación para considerar la verdadera necesidad en beneficio de todos y en solidaridad con los más necesitados. También el Arciprestazgo con motivo de esta semana mayor, Semana Santa, está respondiendo desde una actitud de servicio a las diversas comunidades cristianas y necesidades espirituales de nuestros fieles sin regatear esfuerzo alguno observando con la máxima prudencia y acatando las disposiciones tanto civiles como eclesiásticas en este tiempo de confinamiento. Nuestros templos y lugares públicos de culto permanecen cerrados si bien desde algunas parroquias se están emitiendo los cultos y celebraciones propias de este tiempo. Termino mi artículo haciéndome eco de aquellas frases de (William Shakespeare) “Ocurra lo que ocurra, aún en el día más borrascoso, las horas y el tiempo pasan”. “Y cuanto más grande la dificultad, mayor la gloria”. (Cicerón). Así de grande es nuestra esperanza, por algo es un don divino que a todos nos alcanza.