Tradición universitaria

La ciudad de Baeza cuenta con una historia ligada a la formación superior. La 40 edición de los Cursos de Verano llega en pleno año jubilar avilista

18 ago 2019 / 12:06 H.

MERECE la pena, aprovechando que se cumple este año y por estas fechas, el 40 aniversario del inicio de las actividades de lo que en sus inicios fue Universidad Literaria de Verano de Baeza, adscrita a la Universidad de Granada, hacer una reflexión sobre la trayectoria, sobre todo en este ámbito universitario, de la ciudad, en este periodo, justo desde la llegada de la democracia a la vida de los pueblos. El de Baeza es un caso singular de transformación, a lo que últimamente ha contribuido decisivamente su declaración, en el año 2003, junto con su hermana Úbeda, como Patrimonio de la Humanidad.

En el verano de 1979 se iniciaron, con una atención especial al Renacimiento, las actividades de la Universidad Literaria de Verano, que fueron una realidad gracias a la visión de un gran alcalde, el recordado José Luis Puche Pardo, elegido por las siglas de la Unión de Centro Democrático (UCD) pero que tuvo el respaldo político en aquel momento del que fuera gobernador civil, Enrique Gómez Palmero, y de la Universidad de Granada, al frente de la cual estaba el profesor Antonio Gallego Morell. Un grupo de colaboradores se encargaron de materializar las primeras actuaciones con un grandísimo entusiasmo, entre ellas el sonado curso de español para extranjeros, con lo que se ponían las primeras piedras en el anhelado proyecto de devolver a Baeza lo que un día le fue usurpado, el ámbito universitario, aunque ahora lo sea no en una Universidad convencional, sino en lo que se ha ido transformando en lo que hoy es, una de las sedes, la “Antonio Machado”, de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), que mantiene un claro compromiso con Baeza y se ha manifestado como un referente de calidad en su amplia y variada oferta, ubicada por cierto en dos soberbios edificios monumentales, el renacentista Palacio de Jabalquinto, auténtica joya, y el antiguo Seminario Conciliar de San Felipe Neri. En estos días se pone en marcha la tradicional cita con los cursos de verano, uno de sus grandes referentes.

Baeza se lo ha merecido, lo ha ganado a pulso, por la respuesta a su Universidad y por el propio vigor y retos que se han operado en todos estos años. Baeza era una ciudad de pasado, refugiada tal vez en exceso, en su recato. Hasta al mismo Antonio Machado, profesor de Francés que fue en su Instituto, entre 1912 y 1919, le costó trabajo reconocer el poso íntimo de este pueblo hasta que llegó a enamorarse al fin de los campos de Baeza. La apuesta de futuro cambió la faz de Baeza, que debe en gran parte el impulso a los alcaldes de la democracia, y que ahora ejerce la primera alcaldesa de la historia, la carismática Lola Marín. Lo cierto es que Baeza empezó a crecer y a funcionar, y hoy no es solo esa atractiva y evocadora Patrimonio de la Humanidad, sino bastante más que eso, es una población de presente y, sobre todo, de futuro. Bien es cierto que Baeza, incluso en sus peores momentos, en los que se le veía languidecer a pesar de sus potencialidades, ha sido una ciudad con vocación de pluralidad, muy abierta. Su plaza siempre nos pareció como una gran Torre de Babel, y sus soportales, testigos del tránsito de gentes que la convirtieron en lo que sigue siendo, el corazón de Jaén, con un peso y una huella indelebles.

Precisamente al cumplirse 40 años del inicio de los Cursos de Verano tiene sentido rescatar lo que fue la antigua Universidad de Baeza, aprovechando también que se está celebrando el Año Jubilar Avilista, que ha promovido la Iglesia Diocesana con la colaboración y el apoyo de la ciudad monumental, en la efeméride con motivo del 450 aniversario de la muerte de San Juan de Ávila, el santo de Almodóvar del Campo, del que también se conmemoran 125 años de su beatificación y 50 años de su canonización. Lo que hace Baeza es reivindicar la figura de un personaje providencial, de una enorme talla espiritual y formativa, quien después de un periplo por Salamanca, Alcalá de Henares, Córdoba y Granada, llegó a la ciudad nido real de gavilanes, como impulsor de la Universidad que duró alrededor de tres siglos, y constituye el legado más importante que el santo dejó por estas tierras y así ha pasado a la historia, aunque la Universidad tal como existió sea un recuerdo, pero se mantiene vivo, y este año con más resonancia, el espíritu de una institución afamada, vieja e influyente. Y de alguna manera lo ocurrido desde 1979 representa el testigo de una larga trayectoria que figura con letras de oro en los anales de un gran pueblo que evoca tantos hechos destacados a lo largo del tiempo. Ahora se abre la oportunidad de que cientos de personas arriben a este espléndido municipio, para llenarse de la obra y la presencia del sacerdote y escritor ascético, y al tiempo puedan recorrer la que es sin duda una de las ciudades más hermosas de Andalucía y de España. Una huella imborrable, una más de las que el tiempo ha regalado a Baeza y los baezanos. El caso es que la gran conquista tuvo numerosas vicisitudes, amagos de supresión, hasta que llegó el momento de la despedida con un decreto fulminante de Fernando VII que así lo determinaba.

Magnífica idea la que se ha tenido para rescatar esta página gloriosa de la historia de Baeza, su antigua Universidad, que puede seguir invitando a hacer alguna apuesta esperanzadora en torno a si sería posible en el escenario actual que lo mismo que existe la UNIA, la propia Universidad de Jaén, en atención a los tres siglos de vida de la institución baezana, pudiera plantearse establecer en la ciudad algún grado o disciplina para sellar el compromiso con el pasado de prosperidad y cultura, en pleno siglo XVI, que marcó para siempre el esplendor, la belleza y la monumentalidad de Baeza. No me parece una utopía, y por el contrario tiene plena justificación en la historia y en la propia infraestructura con la que hoy se cuenta. Sería la mejor noticia para la ciudad, que el “Gaudeamus Igitur” se recupere de las tradiciones añoradas.

En fin, hay algo que en todo momento he detectado en Baeza, más aún en estos 40 años que van desde 1979 a 2019, y se trata de un detalle que puede parecer menor y que es importantísimo, el de la existencia de cultura ciudadana, es decir, se es militante de Baeza, como se es de una asociación, de un colectivo, o de un partido político. Se es baezano con la satisfacción y el orgullo de serlo. Baezanos, hijos de esta tierra de enorme calidad de vida, donde muchos, de la provincia y de fuera de ella, piensan en vivir o viven ya atraídos por las cualidades urbanas y por la humanización que representa este pueblo en unos tiempos de prisas y de tensiones. En esta Baeza la siempre bien nombrada, en esos remansos de paz que son sus calles, en su rico patrimonio, con la huella de quienes dejaron su impronta, en esta hermosura de Baeza, la Baeza de siempre, que nos trasciende, tiene sentido celebrar que sus recios valores no claudican y que merece la pena luchar porque nunca le falte, como en estos 40 años, el entusiasmo. El bueno de Machado lo hubiera dicho de otra manera: “Campo de Baeza,/ soñaré contigo/ cuando no te vea”/.