Somos una tierra solidaria

29 mar 2020 / 13:10 H.

Cuando la más remota virtualidad se ha hecho realidad y vivimos actualmente en una distopía que ya llevaban anunciándonos las películas y escritos de ciencia ficción tiempo ha, sin creer que nunca llegaríamos a pasarla en propia carne y en directo, especialmente en nuestra cómoda, hasta ahora, sociedad occidental; ahora se nos presenta el coronavirus chino para probar la fortaleza de las duelas de este mundo redondo y mal repartido en que vivimos y al que llamamos Humanidad.

Es como si fuéramos a sufrir “El Apocalipsis” de san Juan Evangelista, que tantas veces hemos leído en la Biblia, sin paliativos que aminoren lo sorpresivo y doloroso que nos está ocurriendo, siendo un gran reto a superar por todos.

Encontrarnos encerrados y aislados en nuestros respectivos domicilios o residencias por culpa de esta pandemia a la que llaman Covid-19, vulgarmente conocido por Coronavirus, que viene envuelto en un halo de misterio que nos van descubriendo poco a poco, sin desvelarnos toda la verdad, pues no le interesa a nadie, con la excusa de no provocar excesivo alarmismo y terror colectivo. Según me informan, sin terminar de creerme todo lo que circula por ahí, con tantas faltas noticias intencionadas, de uno y otro bando (el oficial y el contrario), puesto que no sabemos si este virus viene de una salida intencionada de laboratorio de unos científicos franco-canadienses en la ciudad de Wuhan, en China central; o del esporádico nacimiento en su mercado de animales vivos y salvajes, por medio de un murciélago; o que si ha sido creado para desnivelar la boyante economía china que se iba comiendo a la americana y a la postre a la europea; y que si las farmacéuticas se van a volver a forrar con todo esto. Hay quien ya vaticinaba la tercera guerra mundial, añadiendo que vendría de China y no sería precisamente a manos de la guerra —al modo como siempre la hemos entendido— sino económica ¡No llegaremos a enterarnos nunca, me temo!

La gente en España se ha ido tomando todo a chunga, habiendo salido cientos de chistes riéndose o ridiculizando la situación humorísticamente, así como los diversos modos de acaparamiento consuetudinario -ante lo que pueda llegar- que tenemos los españoles. Uno de lo que más me has impactado es cómo gestionan los políticos esta crisis: primero, negándola; luego, diciendo que no nos alarmemos cuando todos los telediarios, medios de comunicación o redes sociales están infectados de estas noticias creando un alarmismo inevitable, seguramente que necesario, pues la gente no se suele creer ya casi nada, pero se alarma siempre; luego, haciendo lo contrario de lo que dijeron no hace demasiado tiempo; y, por último, apelando a la solidaridad individual y colectiva y proponiendo para posteriores fechas de actos, fiestas y ferias a la espera de que pase esta crisis, aunque ya no pinte la Feria de abril de Sevilla en junio, ni las Fallas de Valencia en verano o la Semana Santa, no sabemos cuándo. A lo mejor lo concentran todo para diciembre de 2020, como me han mandado por WhatsApp, con un calendario apretado que da risa, si no fuera por lo serio que es. Lástima que no podamos saber nunca la verdad por culpa del maremágnum de falsas (fake news) y verdaderas noticias, al ser casi imposible distinguirlas.

La verdad que lo que sí he notado han sido ciertos y sustanciosos cambios en la actualidad informativa diaria: las noticias sobre el feroz independentismo catalán se han disipado cual chupachups a la puerta de un colegio. Hay también otros efectos colaterales positivos: ver que todavía existe solidaridad (de la buena), sin ambages ni espera de recompensa económica o lo que sea, para ayudar a los demás. Y que nos hemos dado cuenta de la importancia de los sanitarios y el agro...

Es posible que como los seres humanos nos estábamos engriendo cada día más, creyendo que todo lo tenemos controlado: economía, sanidad, control mental, salud particular y colectiva, etc., podamos recibir una pequeña y gran lección de humildad, si sabemos aceptarla. Veremos a ver en qué queda todo esto.

Nunca pensé que llegaría un final de invierno, tan primaveral curiosamente, en este redondo 2020, pero tan duro —sanitaria y económicamente— hablando. Espero y deseo que todo esto nos sirva para recapacitar a los seres humanos y a los políticos que les ha tocado bailar con esta pandemia —tan fea—, demostrándonos que el ser humano está por encima de todo; y que cualquier edad, sea la de un infante, mocico, adulto o jubilado, son los trofeos más preciados, mucho más que los dichosos votos que los auparán o defenestrarán en las próximas elecciones, alejándoles de su cortoplacismo perenne.

Desde que comencé mi andadura en colaborar en La Semana, no podía imaginar escribir acerca del coronavirus. Le doy vueltas a la cabeza una y otra vez por si es un sueño, pero no, es una realidad como la vida misma. Nadie sabe cuánto va a durar esto, ojalá lo supiéramos para hacer planes en un futuro no muy lejano. Llevamos pocos días y estamos viendo gente solidaria en todos los ámbitos y profesiones. Cabe resaltar la labor de los sanitarios a pesar de su falta de medios y de trabajar con el miedo de caer enfermos. Es una tarea digna de resaltar. Otra mención especial se merecen los transportistas, trabajan sin descanso para que tengamos a nuestra disposición en los supermercados los artículos de primera necesidad. Los medios de comunicación también son fundamentales en estos momentos tan difíciles, gracias a ellos pasamos esta crisis informados en todo momento de forma puntual. El coronavirus ha cambiado nuestra forma de afrontar el día a día, creíamos que no éramos vulnerables, pero parece que sí. Hay muchos colectivos que no quisiera olvidar, como policía local, protección civil, guardia civil, policía nacional, UME, empleados de servicios de limpieza, empleados de farmacias y supermercados, etc. Días atrás tuve que salir a la calle sin más remedio y pude comprobar como todos los comercios estaban cerrados, una imagen que nunca olvidaré. Jaén es una tierra solidaria y ahora es el momento de demostrar qué somos capaces de hacer. Ver los tractores por las calles desinfectando plazas y parques es una de esas muestras de solidaridad. Tenía ganas de estar en casa para llevar a cabo tareas que tenia aparcadas por falta de tiempo. Hay veces que me aburro, es normal, a pesar de disponer de un balcón con vistas a la plaza del Ayuntamiento, desde donde puedo ver la plaza, la fachada del Ayuntamiento y algún que otro vecino paseando a su mascota o con el carro de la compra. Todas las tardes cuando el reloj marca las ocho de la tarde, salimos todos los vecinos a aplaudir a los sanitarios. El que suscribe se despide esperando que todo esto sea un sueño del que pronto podamos despertar y que no vuelva a nuestro recuerdo. Para ello tenemos que ser conscientes de quedarnos en casa por el bien de todos. Yo me quedo en casa.