¿Más agricultura?

01 sep 2019 / 13:33 H.

V engo manteniendo, desde hace tiempo, que en España se dan las condiciones para asumir un papel de potencia agrícola, de liderazgo, a nivel europeo e incluso mundial. El clima, el suelo y la situación geográfica nos proporcionan una clara ventaja competitiva. Y hemos de apostar por ello decididamente y sin complejos pues la actividad agraria es tan digna como cualquier otra y no tiene por qué ser menos productiva. Ya estamos en los primeros puestos en el ranking de países productores y exportadores de alimentos pero, aún aplicando criterios de racionalidad y sostenibilidad, se puede crecer más y ello supondría un freno en el proceso de despoblación del mundo rural. La apuesta por la ruralización de nuestro país debería convertirse en proyecto estratégico. Con todo, esto no significa que en los municipios rurales la agricultura sea el único medio de vida como, de forma generalizada, ocurre en la actualidad. Si importante es la diversificación de la actividad agraria, más aún lo es la diversificación de la actividad económica. El medio rural ha de ser fundamentalmente agrícola, pero no exclusivamente agrícola.

Pero, ¿qué hacer? El turismo rural, que se vendió hace años como la panacea, está dando muestras de agotamiento: ni todos los pueblos se encuentran en un entorno natural maravilloso ni la historia les ha legado un patrimonio cultural o arquitectónico reseñables. Si a ello unimos una situación geográfica alejada de las grandes urbes nos lleva a una ocupación hotelera raquítica que no rentabiliza las grandes inversiones que se han hecho en algunos lugares. Siempre me ha parecido más interesante el desarrollo de una potente red de actividades agroindustriales relacionadas con la transformación de los productos agroganaderos y al aprovechamiento de los subproductos que genera la actividad agraria. Estas agroindustrias, necesariamente pequeñas pues han de estar vinculadas a actividades agrícolas o ganaderas de ámbito local o comarcal, tal vez de no muy alta rentabilidad, tienen la gran ventaja de que serían de difícil deslocalización. Que no es poco.

Pero, ¿quién lo hace? Lo lógico, lo deseable es que estas actividades las desarrollen los dueños de la materia prima, es decir, los agricultores, individualmente o a través de las cooperativas agrarias de productores. Sería lo razonable y ya en otras ocasiones he escrito aquí acerca del enorme potencial que estas estructuras, afortunadamente ya existentes, encierran. Pero no ha de ser la única vía. Hay iniciativas novedosas. Se trata de organizar encuentros donde poner en contacto a emprendedores rurales con empresas inversoras. Business Market les llaman, que así resulta como más importante. Pero la idea, insisto, me parece buena porque, aunque en el medio rural se genera un importante ahorro, éste, tal vez por la propia condición tan impredecible de la actividad agraria que encadena sequías con tormentas y cosechas arruinadas, es un capital temeroso que se inmoviliza.

¿Más agricultura? Sí, desde luego, pero no sólo agricultura.