Disfraz de Satisfyer, éxito de ventas

El cotidazo consolador femenino, cada vez más demandado por ellas, se ha convertido en el atuendo elegido por muchos en Carnaval. Sin embargo, no todos están de acuerdo en que sea un estimulador que empodere

01 mar 2020 / 18:03 H.

Estos días de carnaval, he podido comprobar como el disfraz de “Satysfyer” se ha convertido en un boom de ventas. Un empresario audaz, de Pontevedra, ha decidido convertir el éxito de ventas, en éxito de los carnavales. Era fácil, pero nadie lo había visto: Es transgresor, a las mujeres les encanta, por contra, a los hombres les descoloca. Lo tiene todo, el morbo está servido.

Lo qué nos lleva a preguntarnos: ¿Por qué el “satisfyer” está arrasando comercialmente? Supuestamente, porque “empodera” a la mujer “independizándola y liberándola” del hombre. El aparato genera placer sexual femenino sin necesidad del hombre, ni siquiera es preceptivo el deseo o el apetito sexual. De esta manera, las mujeres pueden disfrutar de su orgasmo sin la obligación de esperar a su pareja. ¡Cuándo quieras y dónde quieras! Sin oposición contra él, ni con su presencia, ni su estado de ánimo, ni sus ganas. ¿Eso es lo que buscan las mujeres ahora? La independencia, el sexo sin amor, lo que tanto echamos en cara, nosotras, a los hombres.

Sin embargo, olvidan que la relación sexual es esencialmente una comunicación de cuerpo y mente, es precisamente ese diálogo compartido, lo que lo hace interesante, divertido y cómo no, humano. Incluso “el gatillazo y el dolor de cabeza”, forman parte de la pareja, de esa unión imperfecta, cuyas limitaciones llevan a su perfección, a través del entendimiento, la compenetración, la explosión de placer y de sentimientos. Puede haber cansancio o rutina, pero también imaginación, juego, excitación y cumbres jamás alcanzadas.

Algunas parecen preferir la seguridad del aparato, pero a la vez se están “casando” con la certidumbre de la soledad y el placer de la individualidad, se olvidan que la felicidad, la plenitud, solo se obtiene compartiendo el placer, no aislándose en uno mismo. Todo este juego sexual, aparentemente inocuo, les lleva a un aislamiento social o social withdrawal, que se presenta cuando una persona se aleja totalmente de su entorno de manera involuntaria, a la larga quienes viven bajo esta condición suelen tener que enfrentarse a problemas psicológicos y diversas situaciones estresantes como: Depresión, Neurastenia, dificultad en la toma de decisiones y trastornos de personalidad entre otros.

El sexo sin pareja me parece triste, sin pasión no hay sorpresa, no hay diálogo, no se comparte nada, es pura biología, insuficiente, intrascendente e inerte. En mi opinión, el “Satisfyer” no “independiza” a la mujer, sino que la margina en su individualidad y la aísla de la sociedad, este comportamiento se puede convertir en una patología psicológica y sobre todo puede coartar la expresión de la sexualidad en su expresión más plena. Porque queramos o no, nos guste o no, estamos hechas para el hombre y el hombre está hecho para nosotras. Nuestras diferencias psicológicas nos complementan y nos hacen atractivas para ellos, estas singularidades nos atraen, generan el deseo, la pasión, las ganas de conocernos. Y eso tan vaporoso, tan etéreo, es también físico y se “materializa” en el sexo, que además de biológico es psicológico, afectivo y hasta espiritual.

En su ensayo “La moral sexual y la nerviosidad moderna”, Freud escribe sobre la masturbación: “Pervierte el carácter, pues lo acostumbra a alcanzar fines importantes sin esfuerzo alguno, por caminos fáciles y no mediante un intenso desarrollo de energía, y en segundo lugar, eleva el objeto sexual, en sus fantasías concomitantes a la satisfacción, a perfecciones difíciles de hallar luego en la realidad”. Es el fundamento de la cultura de lo fácil y la inmediatez materialista. Entiendo la diversión carnavalesca del disfraz del “satisfyer”, pero a mí me hace mucha más gracia reírme de la incapacidad de los hombres de percibir determinadas realidades femeninas y de nuestra seria dificultad de ver lo que ellos ven con tanta facilidad. Y es que la vida de pareja, sí que es un carnaval.