Del nombre de las calles (VII)

El estudioso de calles suele ser una persona cuidadosa, paciente y observadora. El nuestro, además, era enjuto, algo encorvado a pesar de su metro cincuenta y cinco de estatura, ciertamente de pelo canoso, muy fino, peinado hacia atrás; vestido siempre de traje gris, ojos verdosos tras unas antiguas y enormes gafas de montura de pasta negra que no ocultaban ni su edad, los sesenta y muchos consolidados, ni su mirada franca e inteligente. Se acompañaba de una ajada cartera de piel que había conocido mejores tiempos, llena de papeles donde apuntar con una cuidada caligrafía sus impresiones y los datos necesarios para su estudio o los nombres curiosos como, por no ir más lejos o sí, en Nueva York está WALL STREET, cuyo nombre (wall, muro, con el permiso de Pink Floyd) hace referencia al muro de madera y lodo, (una empalizada, más o menos), con la que los colonos holandeses del Nuevo Mundo trataron de proteger en 1652 su recién inaugurada Nueva Amsterdam de los posibles ataques de los indios Lenape, que no estaban para muchos ataques con sus primitivas armas. A los posteriores dueños de la ciudad, los colonos ingleses de Nueva Inglaterra, ya se les quedó un poco estrecho Manhattan y decidieron derribarlo en 1699 para expandir las construcciones, (los pobres indios parece ser que ya no suponían ningún susto), aunque el nombre perduró. Es la única calle con periódico propio, Wall Street Journal, que no es que informe de los sucesos, bodas o bautizos de los vecinos, sino de las actividades financieras y bursátiles de los personajes que por sus aceras y rascacielos pululan, ya que es centro financiero mundial desde que a finales del siglo XVIII, bajo un árbol justo al pie del muro, los intermediarios y especuladores se reunían para comerciar informalmente y hacer sus cambalaches. Fue el origen de la Bolsa de Comercio de Nueva York.
Cuando estuvo en Jaén, nuestro estudioso se propuso revelar y explicar todo tipo de nombres elegantes y dedicados, que rinden el recuerdo a todos aquellos que fueron y serán recordados, aunque sea en una placa en cada esquina, sitio privilegiado, pero a veces sólo pronunciado para indicar al o a la taxista una dirección. Triste recuerdo, si no se sabe quien fue, o feliz homenaje, si queda en el recuerdo con el mismo o más cariño con el que se decidió poner allí, sobre nuestras cabezas y enganchado a nuestras viviendas. Aún así, fiel a sus gustos, no quiso olvidar aquellos nombres que le removían la sensibilidad con un nombre acertado o una palabra singular. De sus escritos hemos tenido acceso a los siguientes extractos para vuestro disfrute: En el callejero jaenero abundan los nombres siameses de calles que además han permanecido invariables a los estragos de la moda de los tiempos, y más cuando uno de ellos es el de un personaje muy querido. La calle más importante de Jaén, centro de multitud de actividades y eje de paso entre las dos plazas más concurridas, la Plaza de San Francisco y la de la Constitución, recibe (a pesar de no ser el oficial, pero es ampliamente utilizado por cualquier jaenero, foráneo residente o visitante) el nombre de LA CARRERA (230 m de longitud, una media de 14,8 m de ancho, desnivel de 10 m (de 576 m s.n.m. a 566 m s.n.m.), 27 números en los impares y 32 números en los pares) y se debe a que fue usada en su principio, es decir en tiempos del Condestable Iranzo, allá por el siglo XIV, como lugar de carreras de caballos y otros juegos de caballeros y soldadesca, como justas y torneos y juegos de cintas y anillas o sortijas. Es decir, todo un circo que se montaba desde las inmediaciones del convento de San Francisco, a extramuros de la ciudad, aprovechando la bajada de la hoy calle y su longitud, para mantener a los soldados, caballeros importantes de la ciudad y demás gentes de guerra, en una teórica forma de batalla ante la constante amenaza musulmana granadina, ya que se habían descuidado en su formación hasta la llegada a Jaén del Condestable. Fue siempre calle de arroyo de aguas residuales que bajaba desde la plaza del convento hasta la del Mercado (hoy Constitución). Tuvieron que pasar 3 siglos para adecentarla un poco hasta el puente que estaba en la hoy calle Ignacio Figueroa, por lo que se rebajó su suelo en el último tramo, del que quedó un cantón que ha permanecido hasta hace bien poco. En realidad, durante mucho tiempo estuvo poco habitada, con algún edificio con soportales y muchos tapiales, imagen de la que aún queda algún grabado del siglo XVIII que lo demuestra.
Es en el siglo XIX cuando, por tratarse de calle principal, asomada a las impresionantes vistas de la catedral y las peñas de Castro, la incipiente burguesía se hizo en ella sus residencias acudiendo en masa al estilo de la época, el modernista e historicista. Destaca así un muestrario de edificios, aún conservados, como los de los números 10 o casa de las Cariátides, 13, 16, 18, inspirado en el antiguo Ayuntamiento y el Balcón de Pilatos, 20, 22, 23, 24, 26, 30 o Casa de las Margaritas, 34... Creo que se acaba antes diciendo que es casi toda la calle, excepto algunos ejemplos que mejor ni mirar. En definitiva, sitio de históricos negocios, sede de los primeros Bancos y lugar del añorado y desaparecido Teatro Cervantes, ejemplo de edificio modernista que nada tenía que envidiar al Teatro Falla gaditano o al Arriaga bilbaíno. Descansa ya en paz en fotos sepias fruto de la codicia y los intereses de unos pocos, que nos lo arrebataron para siempre. Desde el año 1786 es sede de la Sociedad Económica de Amigos del País (La Económica), que surgieron en el último tercio del siglo XVIII, aspirando al cultivo, por medio de la educación, de las ciencias, industria y comercio. Su histórico edificio cayó también como daño colateral al derribo del teatro Cervantes en 1975, construyéndose uno nuevo, perdurando así una de la 15 Reales Sociedades que aun quedan en España e Hispanoamérica.
Tras varios intentos de cambiar el nombre a la calle, y varios nombres de paso, como Carrera de Isabel II o Carrera del General Prim, se decide en el año 1917 dedicarla a la memoria de un Hijo Predilecto. La calle BERNABÉ SORIANO debe su nombre al doctor Bernabé Soriano de la Torre, nacido en Jaén en 1842. Es el momento de ponerse serios. La persona de Bernabé Soriano no era cualquiera. Espero que estas líneas sirvan también para su recuerdo, que me temo se va diluyendo cada vez más en las nuevas generaciones, a pesar de todo lo que supuso. Fue doctor en medicina y el primero en 1908 en instalar en Jaén un aparato de Rayos X en su consulta de la calle Espiga, cerca de su casa en la calle Juan Montilla 23 (hoy Carrera de Jesús). Pero su leyenda no se forjó en su carrera médica o sí. Fue una persona desprendida y amante de su prójimo que no dudaba en atender a los más desfavorecidos sin cobrar ni un ardite, aún a riego de su propia salud, como en la epidemia de gripe que asoló Jaén en esa época. Es famosa la anécdota: era capaz de darle su abrigo a un necesitado en plena calle, quedando en mangas de levita, para socorrerlo cuando el invierno era frío de verdad en nuestra ciudad. Tal es el caso que se ganó el nombre de Médico de los Pobres. Es también famoso el dato de que entre sus brazos murió el famoso poeta Almendros Aguilar, por el que él, ni la ciencia de su época pudieron hacer nada. En 1909, tampoco la ciencia pudo hacer nada por él y en Madrid, adonde acudió en busca de los últimos avances, murió lejos de su tierra. Cuando sus restos mortales llegaron a Jaén por ferrocarril para ser enterrado, de forma anónima y espontánea, fue acompañado por un auténtico gentío, miles de sus vecinos que se agolparon en las calle del recorrido del féretro. Jaén le rindió su adiós. En 1915, por suscripción popular, Jacinto Higueras lo esculpió en piedra, representado como un hombre en la madurez, sentado, con un brazo caído y el sombrero en la mano. Hoy nos saluda al principio de su calle, La Carrera, mirándonos pasar. Es la única calle de Jaén que no cambió su nombre durante el periodo de la Segunda República, dado el cariño que todo Jaén le profesaba. Ojalá su recuerdo en la placa callejera sirva como ejemplo de muchos. Así, si vais por una calle de Jaén, sea cual sea, haceos siempre una pregunta extraña sobre algo de la propia calle, un edificio, una fachada, un comercio o un bonito rincón, o sobre el porqué o el qué o a quién debe su nombre, mirando la placa en sus esquinas. Ayudad, con lo poco o mucho que sepáis, a rescatar los nombres de nuestras calles olvidadas.