Cuestión de Estado

Boris Johnson ha sido elegido para tratar de encauzar la elección de abandonar la Unión Europea, en el intento de devolverle a su país, su carácter propio e independiente

11 ago 2019 / 16:29 H.

Hace unos días Boris Johnson era elegido por los tories como nuevo primer ministro del Reino Unido. Una elección que no ha dejado indiferente a nadie ante la falta de un acuerdo de retirada de la UE. A pesar de la controvertida elección de este político proclive a hacer declaraciones pasadas de tono, —con experiencia como ministro de exteriores, alcalde del ayuntamiento de Londres, periodista y corresponsal en Bruselas del periódico The Daily Telegrah,— su elección, dista de haberse producido por ser un personaje diplomático a la hora de llegar al acuerdo de retirada, y posteriormente, a lo que se espera que se produzca, en relación a la firma de un acuerdo sobre la relación futura con Europa. Todo lo contrario. Boris Johnson es una figura bastante peculiar del estilo de Donald Trump. Hombres con carácter, los dos, de tendencia conservadora, y a los que no les tiembla la lengua a la hora de declarar políticas antipopulares, o hacer declaraciones impropias del cargo que ostentan. Tampoco son dados a seguir los consejos de su gabinete de comunicación. Prueba de ello, es el uso excesivo de Donald Trump de su cuenta de twitter para dejar sus recados sobre decisiones políticas que suelen afectar a los ciudadanos más débiles, los inmigrantes; y por parte de Boris Johnson, de hacer declaraciones con tono burlesco hacia algunos mandatarios, por las que ha sido fuertemente criticado. También se le reprochó con dureza por pertenecer al ala del bando conservador que estuvo a favor del Brexit cuando hubo un mayor revuelo sobre los resultados de este referéndum, en los que se dieron datos falsos para conseguir un mayor apoyo al movimiento que votó por la salida del Reino Unido; sin embargo, lejos de haberle perjudicado políticamente, ha sido elegido y recuperado por los conservadores para tratar de encauzar esta elección de abandonar la Unión Europea, en el intento de devolverle el carácter propio e independiente que siempre ha tenido Reino Unido, y que por otro lado, es totalmente contrario a los deseos de uno de los padres fundadores de la Unión Europea, Winston Churchill.

Desde el 2016, los británicos han estado escuchando argumentos a favor y en contra de este proceso. Esto mismo, ha dividido a un país multicultural y multirracial, resultado de siglos de colonialismo y de movimientos migratorios hacia el país imperialista. Con la crisis que comenzó en 2008 y que se agudizó especialmente en los países europeos del Mediterráneo, vivió una nueva ola migratoria de ciudadanos europeos que, aprovechando la alta tasa de empleo, decidió establecerse en el país anglosajón. Hoy, su futuro queda pendiente de que se llegue o no a un acuerdo para que no pasen a ser considerados ciudadanos nacionales de un tercer país. De cierta forma, resulta penoso que, desde el Brexit, se haya producido también, un aumento de la violencia xenófoba, impropia de un país que se ha forjado a fuerza de invadir territorios y crear protectorados alrededor del mundo. Pero este proceso de desapego hacia la UE, no podría entenderse sin la gestión del exprimer ministro David Cameron, quien renunció a su cargo tarareando una canción a lo “Benny Hill,” quizá contento de desprenderse de tan ardua responsabilidad: gobernar un reino ahora desunido por su gestión como primer ministro. No sé si podrá dormir tranquilamente, sabiendo que fue él quien, en primer lugar, dio la opción al Scottish National Party de Alex Salmond de abrir un debate acerca de la otra región del Reino Unido donde existe un sentimiento nacionalista a favor de la independencia, Escocia. Un referéndum que tuvo también su repercusión siendo imitado en Cataluña, en el mismo año, (2014) aunque en este caso, sin el consentimiento del ejecutivo; proceso que años más tarde se repetiría y que daría como resultado a la utilización del tan menospreciado pero poderoso, artículo 155. Salmond creó el libro White Paper, como una hoja de ruta hacia el independentismo, donde daba a conocer el programa de lo que supondría la independencia de Escocia y el por qué veían como beneficioso, que su región, pudiera sobrevivir holgadamente sin el gobierno de Westminster. No sé si en aquel momento, ya se entrevió la posibilidad de que se estuviera gestando una posible consulta hacia la independencia del Reino Unido con movimientos como los del partido de Nigel Farage; pero esta separación de Escocia, en el referéndum que finalmente fracasó por un porcentaje no muy dispar de los que votaron a favor y en contra, suponía también, su incorporación a la UE como nuevo Estado, que siguiendo las reglas de Europa, tenía que ser reconocido por unanimidad por todos sus EE MM, y el reconocimiento del Reino Unido sin Escocia. Cameron en aquella ocasión pudo respirar tranquilo, pero tuvo que renunciar definitivamente en 2016, tras los resultados del otro referéndum que propició, y que lo dejó en una posición muy delicada incluso dentro de su propio partido donde, siempre hubo partidarios del Brexit.

Hoy Nicola Sturgeon la actual líder del Scottish National Party, vuelve a pedir un nuevo referéndum por la independencia de Escocia. Hoy su partido, tiene más de una buena razón para querer volver a intentarlo, y sería posible si interviniera la UE; pero por ahora, el nuevo gabinete de Westminster, prefiere pensar en que se alcance el acuerdo sin añadir más inconvenientes al asunto; y es que, los resultados del referéndum sobre el Brexit en Escocia, daban claras evidencias de que los escoceses no quieren salirse de Europa, y por otro lado, está la cuestión de que puede haber subido la intención de voto a favor de la independencia tras la puesta en marcha de la salida del Reino Unido. Es más que evidente, como ya ha expresado varias veces Nicola, los buenos ojos con los que miran a los miles de europeos que trabajan y contribuyen al desarrollo de esta tierra, que ha pasado a tener una fuerte industria basada en el turismo y en la explotación de petróleo, a orillas del mar del Norte. Sin embargo, una vez más, lo que se va a debatir en el acuerdo al que se intentará llegar, será otra cuestión importante que es Irlanda del Norte, sin querer reabrir viejas heridas que hagan incluso más difícil esta situación a la que Boris Johnson espera conseguir, “con o sin acuerdo” pero sin que suponga una burla hacia la élite política de un país y de una nación que se debate ahora por la cuestión de seguir siendo un Estado unido e independiente. ¿Quizá sea para España, el mejor ejemplo de lo que no se debe hacer?

La historia de estos últimos años, ha demostrado que apoyar a los movimientos secesionistas que quieren resquebrajar uno de los estados más antiguos de Europa, como es el caso de España, no es una buena opción de futuro cuando se está a medias en un proceso de integración más allá de nuestras fronteras, ¡Y esto lo estamos viendo con nuestro país vecino!

El Partido Popular a diferencia del partido conservador británico, lo ha tenido siempre claro. El PSOE de Pedro Sánchez, también, pero no debemos olvidar a los socialistas de Cataluña y del País Vasco que claramente dudaron en algún momento de estar a favor de una consulta. Esto junto a la investidura de Pedro Sánchez durante la moción con el apoyo de los separatistas, hizo que no se entendiera el camino que había elegido su candidato para su partido, y que, a día de hoy, a pesar de que lo haya repetido “por h y por b”, no tenga el respaldo ni de Ciudadanos, ni del Partido Popular, como partidos constitucionalistas, junto a otros más pequeños, que también tienen representación en la Cámara y que, a falta de una mayoría absoluta, también suman.

Los lazos económicos y sociales entre España y Reino Unido, son muy estrechos. Solo en Andalucía, son más de 70.000, los británicos actuales que residen en nuestra región, y 17.000, los españoles que viven en el país anglosajón. Es nuestro principal inversor extranjero; y nuestro quinto mercado para las exportaciones andaluzas. Solo su retirada del Reino Unido tendrá también una gran relevancia para el Campo de Gibraltar. De hecho, se ha tenido ya que crear un Acuerdo por el que se ha aprobado la formulación de un programa andaluz de medidas de preparación para el Brexit. Acuerdo, al que se han sumado otras comunidades que han hecho lo propio, en un intento por reducir el impacto que tendrá su salida de la UE en su región; y que a pesar de que, habrá aún un periodo de transición hasta diciembre de 2020, el temor a que se produzca una salida sin acuerdo, es más que palpable, y la elección de Boris Johnson, lo deja si cabe, aún más en el aire.

Buscar la estabilidad y la gobernabilidad dentro de un país que también depende de la política internacional, debería ser cuestión de Estado. Pedro Sánchez debería de haber encontrado ya ese equilibrio, pero aún no lo ha conseguido. El resto de partidos constitucionalistas por su parte, también tendrían que ser conscientes, de que unas nuevas elecciones en un nuevo escenario internacional, no es nada recomendable. Dejen por tanto de jugar al ratón y al gato, y asuman su responsabilidad, o márchense.