Con José Luis Gómez

29 dic 2019 / 11:34 H.

Nacido en Madrid en 1973, se doctoró en Filología Hispánica con una tesis sobre Francisco Brines y además es licenciado en Filosofía. Es autor de los poemarios “Contra los espejos” (1999), “Se oyen pájaros” (2003), “He heredado la noche” (2003), “Fragmentos de un cantar de gesta” (2007), “Un corte que no sangra” (2015), “Hotel Europa” (2017), “Extramuros” (2018). Ha publicado también, en colaboración con la artista Marta Azparren, “Claroscuro del bosque” (2011). Como ensayista es autor de los libros “La mirada elegíaca”. “El espacio y la memoria en la poesía de Francisco Brines” (2002), de Pedro Salinas(2009) y de “El roble de Goethe en Buchenwald” (2015), así como de una edición del libro “Amadís y el explorador de Ángel Crespo” (2015). Es colaborador habitual de revistas como Cuadernos Hispanoamericanos, Turia, La tormenta en un vaso o Literaturas.com. Participó como dramaturgo en la obra colectiva sobre el exilio republicano, “Guardo la llave”. La compañía El Tinglao representó su obra teatral infantil “Lluvia” pregunta por el Sol. Su blog personal es: Poesía, Intemperie. En Un corte que no sangra coexisten en el mismo poema lo imaginativo con lo cotidiano —nunca lo esencialmente descriptivo—, como en el poema «Un kilo de manzanas Golden» o «El mirlo».

Se advierte un desplazamiento consciente de los acontecimientos, con la intención de no atar la emoción a la cronología, de liberarla de las cadenas espacio-temporales para universalizarla, siendo un observador neutral e interpretando la realidad desde una posición equidistante: /En la tregua del amanecer,/la ciudad se despierta/tan dulcemente impúdica sobre las azoteas./ El desierto ha olvidado sus rutas/ (de “Jaisalmer”). Sus poemas no buscan efectos inmediatos, producen un eco en la conciencia, conciencia de la transitoriedad, de la fina línea que separa la vida de la muerte, del dolor de vivir, la precisión de sus versos hace accesible con un lenguaje cotidiano lo abstracto, lo metafísico: /Bendita sea/ porque la casa tiene/el tamaño de un pájaro y del mundo/ (de “Oración a Billie Holiday”).

“Hotel Europa”, como alude Juan Carlos Abril, es una obra de intensidades en torno a un recorrido por un lugar aparentemente cómodo, como es un hotel, lleno de referencias hacia la horizontalidad europea, la cobertura social y todo lo que significa el proyecto ilustrado, pero atravesado por la inquietud de los no lugares que, como contraposición, aparecen: Mato Grosso (p. 15), Ciudad Juárez (p. 20), diferentes urbes o lugares de Mozambique, Songo, Chitima, Changara, Maputo (pp. 23-26 y 35), Manila (pp. 27-28), etc. Se trata en última instancia de una cartografía anímica: “Las fronteras atraviesan la piel. Sangran a veces. La cuestión es saber el precio de la carne,...en el trayecto que va de la fábrica al grito, del salario y la ofrenda al vertedero. Atravesamos deprisa la cocina para que no nos descubran los cuchillos...” (de “Ciudad Juárez o el cuerpo en la era de su reproductibilidad técnica”).