Arroyo de la Espinea y sus pinturas rupestres

Se trata de una zona que se puede encontrar en Segura de la Sierra, en un lugar de antiguos caminos donde se unen viejos cortijos que se asoman a la garganta de este impresionante símbolo

01 dic 2019 / 12:03 H.

Hay lugares representativos, emblemáticos y simbólicos de la riqueza patrimonial, paisajística y natural de una provincia. Éste que vamos a abordar, sin dudar, es primordial en Jaén.

La riqueza patrimonial se refleja en los antiguos cortijos y la forma de vida asociada a los mismos, junto a extraordinarios ejemplos de pinturas rupestres. Riqueza paisajística y natural plasmada en un entorno soberbio y una vasta abundancia de vegetación y fauna singular.

El enclave se localiza en el extremo más oriental de nuestra querida Sierra de Segura. En concreto, en el barranco de la Espinea, profundo cañón que separa los calares de La Sima y el calar de la Cabeza de la Mora. Esta ruta discurre por sendas bastante perdidas, difuminadas por el paso del tiempo y el olvido, engullidas por la vegetación y con algunos pasos peligrosos por el acusado deterioro de los caminos.

Se transita entre imponentes cortados de piedra, con multitud de curiosas formaciones rocosas, salvando estrechas pretinas. Estos antiguos caminos unen viejos cortijos, hoy en ruinas y que se asoman a la garganta del arroyo. Cornisas, puntales, salientes, promontorios y morras jalonan el recorrido; soberbios balcones todos ellos, sobre el profundo cauce del arroyo de la Espinea, que impactan por su extremada verticalidad. Las ruinas evocan un tiempo pasado donde se aprecian zonas de antiguos cultivos, lánguidos frutales, huertos desdeñados y fajas aterrazadas donde es muy fácil descubrir una amplia fauna de rumiantes como sucede ahora con los ciervos, luchando y berreando en este precioso otoño.

En alguno de estos escarpes se esconden tesoros rupestres; auténticas joyas y magníficos ejemplos de pinturas rupestres que han soportado el paso de miles de años y que nuestra administración debería cuidar, proteger y velar por su conservación, en lugar de olvidarlas, haciendo dejación de sus funciones.