Veinte años de sonrisas y lágrimas

Pablo Castillo celebra un cumpleaños feliz rodeado de quienes le salvaron

28 ene 2023 / 20:17 H.
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El 21 de octubre se cumplieron veinte años del nacimiento prematuro de un niño convertido en todo un ejemplo. El jiennense Pablo Castillo Ortiz se adelantó a la vida dos meses antes de tiempo y quiso el destino que, desde su primer día, se tuviera que enfrentar a los problemas derivados de enfermedades impropias para un recién nacido. La Unidad de Cuidados Intensivos de Pediatría del Complejo Hospitalario de Jaén fue, por desgracia, su primer hogar. Dejó una imborrable huella entre los profesionales que estuvieron con él al pie del cañón, desde enfermeras hasta auxiliares y pediatras, quienes quisieron en este cumpleaños tan especial —celebrado tres meses después—, tras dos décadas de sonrisas y lágrimas, compartir la felicidad de poder contarlo juntos.

Salomé Sánchez Pereira y Rafael Castillo Ortiz son los padres de este auténtico luchador. Sin ellos nada hubiera sido posible, porque ambos fueron los que se aferraron a la vida desde el embarazo y ahí continúan, juntos, unidos y convencidos de que no hay un mañana mejor sin aprovechar bien el presente. “Yo no quise hacerme pruebas para ver cómo venía el niño, porque mi decisión estaba tomada”, comenta la madre, una mujer a la que hay que escuchar hablar para darse cuenta de la grandeza de su persona, de su pensamiento y de sus acciones. “Me encantaría que todo el mundo supiera que nadie tiene derecho a arrebatar la felicidad de un hijo”, apostilla. Todo tiene su explicación. Pablo Castillo nació con Síndrome de Down, un hecho “anecdótico” si se tiene en cuenta la gravedad de las enfermedades a las que se tuvo que enfrentar por ser prematuro. Una cardiopatía fue lo que le quitó el sueño a toda la familia, patología que lo tuvo más dormido que despierto hasta que el milagro de la vida y de la ciencia se unieron en una perfecta simbiosis hasta llegar a la curación. Luces y sombras, porque el primer año de calvario se repitió unas cuantas veces más, hasta el punto de llegar a cuestionarse, cuando entraba en un hospital, si esa noche dormiría de nuevo en él. Su historia da para escribir un libro, porque son tantos los capítulos de asistencias médicas, operaciones y curaciones que nadie puede imaginar que Pablo Castillo esté hoy como está, un joven de veinte años con inquietudes, con sueños, con ganas de comerse el mundo, de estudiar, de jugar al fútbol, de disfrutar con la música y, sobre todo, de vivir.

Paqui Ordóñez, enfermera que estuvo con él desde el primer día que nació, asegura que no podrá olvidar nunca aquellos complicados momentos. “Los pediatras decían que ese niño era imposible que saliera adelante, pero sus padres se empeñaron y, contra todo pronóstico, lo consiguieron”, comenta. Asegura que les hizo mucha ilusión cuando Salomé Sánchez se puso en contacto con estos profesionales para celebrar con Pablo Castillo su veinte cumpleaños, el sábado pasado, en el Bar Oasis. Ahí estuvieron los sanitarios, su otra familia, y los más allegados. Esta enfermera de profesión escribió una carta en la que dicen: “Pablo es un luchador y un superviviente, y sus padres, Salomé y Rafa, son artífices de este milagro. Si no conocéis a Pablo, no conocéis a un chaval cariñoso, con una sonrisa contagiosa y con unos abrazos llenos de cariño. Tiene Síndrome de Down y nació con una cardiopatía compleja que precisaba una intervención antes del año de vida. Tuvo la mala suerte de padecer un cuadro respiratorio grave antes de ser operado. Allí fue donde lo conocimos el personal de la UCI Pediátrica y Neonatal de Jaén. Allí comenzó su lucha y, gracias a la valentía y la lucha de sus padres, pasaron veinte años. No tenemos palabras para expresar nuestro agradecimiento a Pablo y a su familia por habernos invitado a su veinte cumpleaños. Había mucho amor en la celebración y mucho cariño. ¡Gracias por ser como eres Pablo! ¡Felicidades!”.

El joven estudia en el colegio Divino Maestro, cuyos profesores también estuvieron invitados a su gran fiesta, juega al fútbol, es un apasionado del Real Madrid y le encanta la música. “Es un niño normal”, dice su madre. Desprende amor, cariño y dulzura y la vida es mucho más amable y generosa con él. “¿Qué derecho tenía yo a quitarle la felicidad a mi hijo?”, apostilla Salomé Sánchez. Hubo una ocasión en la que uno de los médicos les explicó que ya no había posibilidad de que saliera adelante. Tenían que tomar la decisión de retirarle el tubo de la respiración o continuar adelante sin que diera ya resultados. “Nosotros quisimos que siguiera con el tuvo y, poco a poco, respiró por sí solo. Fue un milagro, yo estoy convencida, estaba totalmente desahuciado, nadie ponía la mano en el fuego por él”, relata. Hubo más recaídas, como a los once años, pero nada se le resiste a este auténtico campeón cuya sonrisa eclipsa todos males e ilumina un presente lleno de futuro. Es la pasión de toda su familia y de quienes tienen la suerte de conocerlo.

Jaén