Un trabajo que cambia vidas

    22 jul 2019 / 11:46 H.
    “Se trata de una labor que me llena de amor y gran esfuerzo”
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    Empezó hace 11 años. En aquel momento no sabía lo que le suponía aceptar este tipo de trabajo. A día de hoy es otra persona diferente a la de hace once años. Palabras de Juana: “Es un trabajo que cambia hasta la personalidad”. Trabajar como auxiliar domiciliaria en Clece le supone una experiencia satisfactoria y vocacional. Se describe como una mujer muy sensible y empática, lo que hace que se ponga en el lugar del otro.

    Ella habla de sus personas usuarias como si fuesen de su familia. “Es un trabajo lleno de amor y esfuerzo personal”, aclara Juana. Tras diez años cuidando de un matrimonio sin hijos no puede negar el crecimiento personal. Es difícil no pasar un día sin acordarse de sus segundos padres. Para ellos es la hija que nunca tuvieron. Hay momentos difíciles en lo que como auxiliar domiciliaria tiene que lidiar. Hace poco murió un usuario con el que había trabajado durante once años. Un usuario que había hecho de ella una extensión de su cuerpo. Trataba sus enfermedades como si fueran suyas y afrontaba la vejez con valentía, sabiendo que tarde o temprano llegaría su día. Era tal la conexión con esta persona que durante sus últimos días solo se acordaba de ella. “Cuando me vaya te tengo que llamar”, afirma Juana. Trabajar en Clece como auxiliar domiciliaria le permite conectar con las personas a un nivel difícil de describir. Esta conexión tan personal le ha hecho crecer como mujer valiente, fuerte y luchadora. El simple hecho de tener un trabajo satisfactorio y poder tener independencia económica hace de ella una mujer que afronta el día a día sin miedo y con una sonrisa que va de oreja a oreja.

    “Desde que trabajo en Clece mi situación ha cambiado un 100%”
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    Hablamos con Teresa. Nos cuenta una historia llena de superación. Una historia que solo sería posible trabajando en Clece. Teresa empieza a trabajar con un usuario de sesenta años de edad y con una discapacidad psíquica. Al principio de las relaciones, la falta de confianza suele ser un problema y esta relación iba a tener inicios complicados. Nuestro usuario, por miedo o por falta de cariño no quería recibir trato personal. Aquí es donde Teresa juega un papel fundamental. Día tras día, hora tras hora, Teresa empieza a ganar su confianza. De no querer recibirla a esperarla con ansia todos los días. De no tener higiene personal a ser una persona autónoma en este aspecto. Logros que solo se consiguen con el trabajo y el cariño. Le brillan los ojos cuando nos habla de su usuario. Y es normal, cuando pasas tanto tiempo y le pones tantas ganas pasan a ser parte de tu familia “Son como si fuesen familia, es algo tuyo, es como si fuese mi casa”, aclara Teresa. “Soy la alegría del día para mis personas usuarias, están llenos de mí y yo llena de ellos”, afirma. “Desde que trabajo como auxiliar domiciliaria mi situación ha cambiado al cien por cien”, asegura. Tiene independencia económica y personal. Nos lo cuenta una mujer que lleva trabajando en distintos sectores desde que tenía trece años.

    “Cada vez que tengo un mal día me acuerdo de los versos”
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    Después de doce años trabajando en distintos sectores, nos cuenta que el más satisfactorio y a la vez duro es ser auxiliar de ayuda a domicilio.

    “Es muy duro porque hay muchos casos con situaciones muy difíciles, pero yo intento hacer mi trabajo lo mejor posible y mirarlo todo de manera positiva”. Nos cuenta que tiene personas usuarias que cuando va a sus domicilios se les ilumina la cara. Los trata con cariño y las cuidas intentando comprender cuando hay que comprender y ayudar cuando hay que ayudar. Como anécdota, durante una sustitución, cuidó de un matrimonio quienes como agradecimiento por sus cuidados le escribieron unas poesías, las cuales ella guarda con mucho cariño. Cada vez que pasa un mal rato o tiene un mal día con algún usuario ella se acuerda de los versos de aquellos ancianos. Conchi dice: “No me harto de trabajar, es una motivación”. Hablando de su vida nos explica que teniendo tres hijos, este trabajo le supone el poder sacarlos adelante. La describimos como un auténtico ejemplo de mujer trabajadora, una “todoterreno” a la que nada le frena.

    “Oír su voz aunque sea un ratito cuenta como un regalo”
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    “Oír su voz aunque sea por un ratito cuenta como regalo”. Esta frase nace de los labios de un usuario con alzheimer. Un usuario que conoció a Rafaela hace años y que con el paso del tiempo solo la reconoce por la voz. Aunque haya olvidado el rostro, oír su voz le pone la piel de gallina. Solo con escucharla ya sabía que estaba en buenas manos. Y es que es así. Rafaela ha dedicado muchos años a cuidar de él. A dedicarle el tiempo que necesitaba, a ayudarle en todo momento. Le hacía la enfermedad más llevadera. Un trabajo duro y en ocasiones poco gratificante. Pero no ha sido inconveniente. Rafaela seguía yendo a visitarle, porque la gratificación personal es enorme. Rafaela Redondo asegura: “Mi trabajo me satisface, me gusta ayudar a las personas dependientes y es muy gratificante para mi”. Pasará el tiempo y Rafaela seguirá yendo a cuidarle, hasta que el recuerdo se convierta en sombra. Rafaela nos cuenta que con el paso de los años ha ido aprendiendo cada vez más de las personas usuarias, se ha convertido en madre, hermana, hija y en psicóloga de muchisimos usuarios. Ella es titulada en auxiliar de enfermería y técnico en atención a personas en situación de dependencia. Ha tenido muchas personas usuarias y todas especiales para ella. “Es muy duro ver cómo la enfermedad avanza, y a la vez satisfactorio ver que estás haciendo todo lo posible para que ellos estén bien”. Para Rafaela trabajar como auxiliar domiciliaria en Clece le supone su vida. Sentirse independiente y realizada a la vez. “Intentas no llevarte el trabajo a casa pero hay algunos casos que es imposible. Necesitan mucho cariño. Quisiera seguir trabajando hasta mi jubilación”, recalca.