Un refugio de la Guerra Civil en Fernando IV
El propietario de la vivienda está dispuesto a que los turistas puedan visitar el hallazgo con la condición de no molestar al vecindario

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La Guerra Civil española aportó como novedad en la historia militar el bombardeo masivo sobre poblaciones civiles. La provincia realizó, en aquellos años de dureza extrema, un esfuerzo constructor sin precedentes para protegerse de las acciones militares de los sublevados, que implicó un cambio radical en las ciudades de la retaguardia republicana, que vieron cómo sus principales calles y plazas eran levantadas gracias al ímpetu colectivo, tanto económico como laboral, que permitió construir numerosos refugios. Se trata de espacios que guardan parte de la memoria más traumática, a veces soterrada, con un enorme potencial didáctico para comprender qué ocurrió entre 1936 y 1939 y cómo se puede formar una ciudadanía comprometida con los valores democráticos y la resolución pacífica de los conflictos. En la calle Fernando IV, muy cerca del Pilar del Arrabalejo, se halla una de las entradas al lugar que construyeron los vecinos para mantenerse a salvo de las bombas.
El propietario de la vivienda, José Julián Casado Aranda, abre las puertas de su casa para que los jiennenses puedan apreciar un patrimonio de todos que siempre tuvo entre escombros. En los bajos de su inmueble, renovado con el paso de los años, se haya intacto un refugio que, según ha podido indagar, probablemente conecte con el que existe en la Plaza de San Miguel, abierto al público. Tiene igual fisonomía, el mismo metro y medio de altura, aunque se desconoce la profundidad. “A mí me gustaría que esto se pudiera poner en valor de alguna manera para que los jiennenses y los turistas tuvieran la oportunidad de visitarlo, porque forma parte de nuestra propia historia”, asegura este residente, desde hace veintisiete años, en el número 29. Eso sí, “sin molestar a los vecinos”.
Antiguamente era una cuadra, curiosamente con paredes repletas de piedra margocaliza de la vieja muralla de Jaén, que era también normal que, en la época en la que se construyó la vivienda, se usara en las nuevas edificaciones. Situado a cuatro metros bajo el nivel de la calle, José Julián Casado asegura que, según pudo saber, fueron los propios residentes de la calle Fernando IV los que construyeron entre todos este espacio de protección y pronostica que, probablemente, el resto de las viviendas también tenga acceso, aunque muchos de ellos lo tapiaron por miedo a las ratas. “La puerta de acceso tiene una altura como para que pueda entrar sin problema cualquier persona”, apunta. Añade: “En algunas casas lo tienen hacia abajo, otras más arriba, depende del nivel de la calle”. Hay, incluso, quienes lo tienen habitado como bodega. María del Carmen Pérez, arqueóloga del Ayuntamiento de Jaén, califica de “maravilla” el descubrimiento y también ve muy probable que conecte con el refugio de la Plaza de San Miguel. “Habría que hacer un estudio serio y riguroso que nos llevara a poner en valor este patrimonio”, agrega.
Historia
Existe un estudio sobre los refugios antiaéreos realizado por Santiago Jaén Milla, profesor de la Universidad de Jaén, que certifica que la provincia no escapó a las terribles consecuencias que tuvieron los avances militares durante el conflicto español. Todo lo contrario. “La población civil fue una de las primeras en experimentar la guerra total y las represalias aéreas que acabaron con la vida de numerosas personas. El Guernica andaluz llegó a ser considerado el bombardeo que sufrió la ciudad de Jaén el 1 de abril de 1937, que se adelantó unos días al bombardeo de la ciudad vasca, y que costó la vida a más de 150 personas”, expone. No fueron las únicas víctimas, ya que unos 400 jiennenses, población civil, murieron bajo las bombas de los aviones sublevados y republicanos durante los tres años de enfrentamiento.
Hay cada vez más historiadores y amantes del patrimonio que empujan a las administraciones públicas a que recuperen y abran al público el pasado bélico, que en muchos casos se encuentra en perfecto estado, como el refugio de la casa de José Julián Casado. Ocurre en otras partes de Europa y del mundo, vestigios que sirven de ejemplo del horror vivido y que se convierten en espacios de interés turístico y didáctico. En este sentido, desde que, en 2004, fue abierto al público el refugio situado en la calle Gisbert de Cartagena, otros pueblos y ciudades siguieron sus pasos y abrieron a la ciudadanía unos espacios que representan sólo una parte de los numerosos subterráneos que fueron construidos durante la contienda. Tal y como expone Santiago Jaén en “Memoria soterrada: los refugios antiaéreos de la Guerra Civil en Jaén”, la conservación y dignificación de estas edificaciones es una “obligación moral” para los jiennenses, sobre todo por el impacto que supusieron en los lugares en los que se erigieron. Pequeños memoriales para siempre.
La capital llegó a tener 35 lugares de protección para la población
Situado en la Plaza de Santiago de la ciudad de Jaén, el Refugio Antiaéreo de Santiago es uno de los muchos que se construyeron en la ciudad tras el bombardeo que sufrió la población civil en abril de 1937. En él se recuerda el Jaén de los años treinta y las consecuencias de dicho conflicto. Es uno de los máximos exponentes que existen, de la época, en la capital. Sin embargo, en la provincia hay muchos más, algunos visitables, como en Villacarrillo, en Arjonilla o en Andújar. Andújar y Linares fueron las ciudades que sufrieron más ataques aéreos durante el conflicto y por distintos motivos. En el primer caso, por su proximidad al Santuario de la Virgen de la Cabeza. En el segundo, porque una parte de las minas y fábricas fueron destinadas a la construcción de material militar.
En la capital, que contaba en 1937 con 40.000 habitantes, se construyeron 35 refugios antiaéreos entre mediados de ese año y principios de 1939, tal y como consta en el Archivo Municipal de Jaén. Tenían cabida para 15.200 personas, lo que suponía el 38,25% de la población. Según el estudio de Santiago Jaén Milla, Jaén fue uno de los territorios de España con más espacios de protección, un hecho que se explica porque la ciudad, como la mayor parte de la provincia, permaneció fiel a la República hasta el final del conflicto y porque, además, carecía de subterráneos para dar cobijo a sus vecinos, como ocurrió en Madrid o Barcelona con las galerías del metro. Por otra parte, la ausencia de baterías antiaéreas impedía responder desde tierra a los aviones rebeldes. Fue la sociedad de albañiles la encargada de construir espacios como el de la calle Fernando IV. En abril de 1938 había 24 en los que trabajaban más de quinientas personas. Hoy están casi todos tapiados en las viviendas.